Bajo el título de hoy se van a incluir una serie de entradas reproduciendo un conjunto de materiales creados con el apoyo o soporte de la Universidad Politécnica de Valencia que, sola o en colaboración con la UA desde hace tiempo y desde diversos enfoques viene estudiando y cartografiando las torres y fortificaciones costeras del litoral de la Comunidad Valenciana. Algunos materiales producto de esa interesante labor de investigación y difusión fueron citados en su día, entre las que podemos señalar:El material se va a reproducir por el evidente interés local de su contenido. Se presentó en FORTMED 2015, la primera Conferencia Internacional sobre Fortificaciones de la Edad Moderna de la costa del Mediterráneo Occidental. Tuvo lugar los días 15, 16 y 17 de octubre de 2015, en la Universitat Politècnica de València (UPV). La Conferencia abordó el tema de las fortificaciones del Mediterráneo occidental bajo un prisma interdisciplinar con participación de arquitectos, ingenieros, arqueólogos, historiadores, geógrafos, cartógrafos, gestores del patrimonio, expertos en turismo, expertos en restauración-conservación y promoción del patrimonio para terminar ofreciendo una visión más inclusiva. Mediante el uso de abundante información gráfica se pone de manifiesto la idea de un sistema defensivo complejo formado por un conjunto de torres de vigilancia y de fortificaciones costeras de aviso y prevención.
Dado que se trata de un articulo extenso se omite el resumen, la indización y la bibliografía final. El visitante de la página, investigador o paciente seguidor del blog debe acudir a la dirección de descarga del documento que se ha insertado más abajo. Para aligerar la lectura he procurado introducir información grafica y visual adicional relacionada con el tema.
Empezamos.
La
frontera marítima fortificada: de la vigilancia a la señalización
(XVI-XIX)
Alfredo
García Mas, Andrés Martínez-Medina (1)
Dirección de descarga del original digital:
https://degraf.ua.es/es/documentos/publicaciones/andres-martinez-medina/2015/106/106.pdf
DOI: 10.4995 / FORTMED2015.2015.1670
1. El sistema de vigilancia y defensa de
la costa mediterránea española en el s. XVI
El carácter de frontera del Mediterráneo
unido a la inestabilidad política de los países ribereños desde la
conocida Pax Romana hasta el s. XIX, tuvo uno de sus puntos
culminantes en el s. XVI, cuando la expansión de la piratería y el
corso obligó a reforzar el sistema defensivo litoral. Junto a las
fortificaciones ya existentes para la protección de las zonas
portuarias, del comercio marítimo y de los pescadores, se desarrolló
un sistema preventivo, de alerta y de vigilancia, mucho más efectivo
con la construcción de nuevas torres vigía que, en el litoral
valenciano, contó con más de cincuenta atalayas, concentradas en
mayor número en la costa sur por lo accidentado de su geografía, un
relieve con más acantilados y bahías, donde las sierras llegan al
mar.
Estos centinelas construidos en piedra
definían un sistema preventivo para alertar a las poblaciones
cercanas de la inminencia de un peligro que llegase por el mar
mediante una serie de avisos –ahumadas si era de día y fuego si
era de noche–; avisos realizados por guardas ordinarios o
‘atalayas’, que vigilaban el horizonte desde las torres, y
atajadores o guardas a caballo, encargados de pasar las noticias de
torre a torre o de reconocer la costa en las últimas luces del día
y en las primeras del alba para detectar pisadas o huellas. Las
torres existentes con anterioridad funcionaban como puntos de alerta
local, sin una vinculación entre ellas (Boira 2007). Sin embargo, en
el s. XVI se acometió un plan integral de defensas que, además de
las nuevas torres distanciadas hasta verse, se completó con la
habilitación de los castillos existentes y con la edificación de
fuertes de nueva planta. De este modo se construyó una red de
defensas que definía la frontera del Mediterráneo y que, a la vez,
era un sistema de vigilancia y de transmisión de información.
Como resultado de este plan de la corona de
los Austrias, la franja litoral del antiguo reino de Valencia acumuló
muchas instalaciones militares defensivas y fortificaciones que, con
el devenir, han pasado a formar parte de nuestro patrimonio histórico
y cultural, convirtiéndose en señas de identidad del territorio. El
control del territorio –control que se inicia con la vigilancia–
supone un ejercicio de poder (sea este económico, militar o
político) que se facilita con el conocimiento de la geografía,
de aquí que la elaboración de croquis, planos y mapas resulte
preceptiva para un más fácil dominio o defensa del mismo. De aquí
que la cartografía histórica haya jugado un rol decisivo al
representar los castillos o fortalezas (y sus pueblos) y las torres
vigía porque, dada su permanencia en el tiempo, consolidan una
memoria del territorio y evalúan la acción de poder.
En el arco geográfico que abarcamos, la
franja litoral comprendida entre la desembocadura del río Segura y
el cabo de Huertas, tuvo lugar la construcción de nueva planta tanto
de seis torres vigía (Pinet, Escaletes, Talaiola, Carabassí, Agua
Amarga y cabo de Huertas) como de una fortaleza (Santa Pola). Estas
atalayas completaban la precaria red de alerta que había en la zona
con solo dos torres: la torre del Cap del Aljub y la del Tamarit, que
remontan sus orígenes a la Edad Media (Requena 1997). De este modo,
en el tramo de esta nueva frontera (ca. 30km) se erige una red de
defensas que suma un total de siete torres y tres fuertes que
protegen dos estratégicas bahías marítimas que constituían el
punto de salida de las mercancías del campo de Elche y de la huerta
de Alicante. Estas tres fortalezas (que son: Guardamar, Santa Pola y
Alicante) permitían la presencia de una población estable y de una
guarnición mi-litar que repeliera los ataques en caso de aviso desde
la red de avistamiento y vigilancia.
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Fig. 1- Plano de las parroquias de Elche (ca. segundo tercio s. XVIII) donde quedan se grafíados, entre otros, las torres del Pinet (moderna, s. XVI) y del Tamarit (medieval, s. XIV), y el castillo de Santa Pola (1554-57) |
2. La frontera construida (I): las
torres-vigía como puntos de vigilancia
La piratería berberisca y el corso en el
Mediterráneo no se produjeron únicamente en la época de los
Austrias, sino que venía desarrollándose con cierta frecuencia
desde finales de la Edad Media (Hinojosa 2004). Pero en el s. XVI
alcanzó su punto culminante a partir de 1516, cuando Arrouj
Barbarroja se adueñó de la ciudad de Argel. Desde ese momento, los
ataques se sucedieron asiduamente en las costas alicantinas dada su
proximidad geográfica. Muy significativos fueron el de 1550, cuando
Dragut saqueó San Juan en la huerta de Alicante, y el de 1552,
cuando Salah Rais atacó la villa de Elche. (Requena y García,
2010). El aumento de los asaltos de los corsarios norteafricanos
llevó a don Bernardino de Cárdenas, duque de Maqueda, marqués de
Elche y virrey del reino de Valencia, a ordenar el levantamiento de
nuevas torres a lo largo del litoral (Requena 1997) para completar el
operativo ya existente y blindar la frontera en una doble misión:
vigilar el mar exterior y controlar el territorio interior.
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Foto de época. Torre del Pinet |
Para organizar este sistema preventivo se
mandó publicar en 1554 las “Ordenanzas de la Guardia Marítima del
Reino de Valencia”; Ordenanzas que serían renovadas en 1673 por
don Vespasiano Manrique Gonzaga, conde de Paredes, lugarteniente y
capitán general en el reino de Valencia (Requena 1998). En las
primeras ya se fijaba una división territorial del reino en
partidos, de los cuales, cinco estaban en la provincia de Alicante.
Esta organización militar contaba en cada partido con un Visitador y
un Requeridor, y ambos venían obligados a inspeccionar las torres
y los puestos de guardia. Esta estructura se completaba con los
principales protagonistas de este operativo defensivo, los Guardas y
los Atajadores: los primeros encargados de la vigilancia de la costa
y de hacer las señales en caso de avistamiento, y los segundos
responsables de trasladar las noticias de una torre a otra. De este
modo, de un extremo a otro del litoral, cualquier suceso en el mar
era conocido en Valencia de primera mano y en poco tiempo (Banyuls y
otros 1996).
El avistamiento de los navíos enemigos era
la principal función de las torres, por ello su emplazamiento era
táctico. Por un lado, cuando la orografía acompañaba, las torres
se situaban en elevaciones, cabos o acantilados, buscando la visión
más amplia del horizonte. Por otro lado, cuando la costa era llana,
se colocaban en playas y cotas bajas que eran lugares donde se podían
realizar desembarcos de asalto o la obtención de agua. No restaba
ningún sitio sin observación y todas las torres quedaban unidas
visualmente.
Por lo que respecta a las torres, además
de sus aspectos constructivos (formales, funcionales y técnicos) y
dada su situación aislada y alejada, también era muy importante su
aprovisionamiento: el alimento, que se obtenía de los pueblos más
próximos (las Ordenanzas fijaban un día fijo para comprar, con
preferencia en turno); la leña para las señales, cocinar y
calentarse; y, obviamente, el agua (problema secular), para lo que se
construían aljibes y cisternas (interiores o exteriores) que se
proveían por la canalización de las aguas de lluvia o por llenado
con toneles. De hecho, estos depósitos de agua, de vital necesidad,
han sido poco tratados y estudiados.
El espacio geográfico litoral que nos
ocupa (desde el río Segura hasta el cabo de Huertas) contaba con las
siguientes torres de sur a norte:Torre del Pinet:
emplazada sobre la playa del Pinet, conserva solo su arranque
troncopiramidal donde apoyaba su volumen prismático (10x10x 10m de
altura sobre la base y muros de 3m, Figs. 01-02-03) como se observa
en la foto de época. Puede que el aljibe estuviera fuera dada la
posición de la puerta de acceso. Levantada a una legua de distancia
al norte de Guardamar, la torre cruzaba señales con su castillo y
enlazaba con la torre de Tamarit con idéntico fin.
Torre del Tamarit:
su origen es medieval y se emplazaba estratégicamente frente a la
gola de la antigua albufera de Elche separada de la línea de costa,
como se observa claramente en el mapa del s. XVIII (Figs. 01-02). Su
factura de ejecución sirvió a la anterior, si bien esta tiene menor
cota y el aljibe en su base. Además de conectar con la del Pinet y
con el fuerte de Santa Pola, puede que enviase avisos a las torres
del campo de Elche, como sucedía en el cabo de Huertas.
Torre Escaletes:
emplazada sobre la sierra de Santa Pola frente a la antigua isla de
Elche –actual Nueva Tabarca–, se conserva en bastante buen
estado. Erigida de base circular y cuerpo troncocónico, sus
dimensiones son de Øb=10m, Øh=8m y h=8m, con muros de 2m (Figs.
02-03). Como en la mayoría de las torres, su puerta se situaba a
media altura del lienzo. Su aljibe está separado de la torre y se
encuentra en mal estado. Conectaba con el fuerte de Santa Pola y con
la siguiente torre Talaiola
Torre Talaiola:
emplazada en el cabo de Santa Pola ‒que los árabes llamaron
Al-Nadur, el mirador o el vigía (Mas 1988)‒ a más de 100m sobre
el mar y con vastas panorámicas. La torre es de planta cuadrada con
las paredes ligeramente inclinadas rematadas por una cornisa y en sus
frentes presenta aspilleras horizontales. Sus medidas son de 7x7m
base, h=12m y muros de 2m (Fig. 03); el aljibe se encuentra fuera.
Conectaba con la anterior torre y con la siguiente del Carabassí.
Torre del Carabassí:
de esta torre, emplazada en el paraje de este nombre que está
definido por cabezos (de cierta altura) y por una playa muy extensa
por delante, se ignora la posición exacta de la misma, pero ya la
cita Antonelli en 1563 y aparece dibujada en el plano de 1590 donde
se representa la presa de Tibi. Conectaba con la torre anterior y con
la siguiente hacia el norte.
Torre de Agua Amarga:
los restos de esta se ubican en el extremo este del promontorio más
litoral de la sierra de Colmenares que discurre paralela a la costa
al sur de la plaza de Alicante (en la actualidad: cerca de la OAMI).
Solo se conserva la base y el aljibe separado; se ignoran su forma y
su volumen (Fig. 02). Enlazaba con la anterior y con la fortaleza de
Alicante.
Torre del cabo de Huertas
(Alcodrà):
se desconoce con precisión su emplazamiento en el saliente que
cierra por el nordeste la bahía de Alicante. Es posible que las
obras de los sucesivos faros posteriores oculten sus trazas (Fig.
03). Además de cruzar avisos con Alicante y la siguiente torre de La
Illeta, también informaba a las casas-torre de la huerta de La
Condomina.
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Fig. 3- Levantamiento torres del Pinet y de Escaletes, Joaquín Aguado,1870 (AGE, 16-13 y 16-17) |
3. La frontera construida (II): los
fuertes como nodos de la red defensiva
En este sistema de vigilancia se insertaban
los nodos para la defensa: los fuertes que recibían las noticias de
los avistamientos y donde residía la tropa que había de responder
al ataque. En nuestra geografía fueron tres las fortalezas que
canalizaban las informaciones: Guardamar al sur y Alicante al norte
(ambas ya existentes y ambas amuralladas según prácticas
medievales), y el fuerte de nueva planta que se erigió en el Lugar
Nuevo (que sería Santa Pola) absorbiendo la vieja torre entre sus
fábricas. De este modo la malla conectaba, de sur a norte, con el
siguiente orden: ciudadela de Guardamar; torres del Pinet y del
Tamarit; fuerte de Santa Pola; torres de Escaletes, Atalaiola,
Carabassí y Agua Amarga; castillo de Alicante; y torre del cabo de
Huertas. Red completa de información y defensa. Descritas ya las
torres, procede enumerar las obras ‘a la moderna’ realizadas en
las fortalezas (Bevià; Camarero 1988), comenzando por las que fueron
reformadas y reforzadas para tratar después la obra nueva
abaluartada de Santa Pola.
Por lo que respecta al poblado de
Guardamar, localizado en un pequeño promontorio al sur de la
desembocadura del Segura, conviene apuntar que ya existía un recinto
amurallado de origen árabe en cuyo interior se desarrollaría la
primitiva población (con calles y manzanas) sobre una via principal
norte-sur que conectaba la puerta al recinto (S) con el fuerte de
planta trapezoidal en su extremo opuesto (N), llamado ‘la
retirada’. Este edificio (que sería cuartel de caballería)
remataba el castillo y se estructuraba en torno a un patio
cuadrangular con cisterna en su centro, contaba con cocinas,
dormitorios y establos y, a finales del siglo XVIII, según el plano
levantado por L. Badaran (AGE), se encontraba en muy mal estado; este
mismo plano ya recoge que las casas del vecindario se habían
extendido fuera de las murallas. Las obras que se acometieron en el
s. XVI fueron la ejecución de dos bastiones en el lado noroeste, una
plataforma conocida como el baluarte de la pólvora (Bevià; Camarero
1988) y el refuerzo de la muralla (Fig. 04).
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Fig. 4- Levantamiento del castillo y población de Guardamar realizado en 1797 por Leandro Badaran |
Un proceso similar afectó a la fortaleza
de Santa Bárbara (salvo en lo que respecta a que la ciudad de
Alicante se desarrolló a las faldas del Benacantil fuera del recinto
del castillo), de origen musulmán, y que había sido reformada y
ampliada por los cristianos (Rosser 1990). El proceso de refuerzo de
las viejas murallas incluyeron el proyecto de varios baluartes y de
una tenaza en la que se involucrarían diversos técnicos italianos:
J. Paleari, J.B. Antonelli y V. Gonzaga; al respecto remitimos a las
últimas investigaciones (Pérez 2011; González 2011; Pirinu 2013).
El caso del fuerte militar de Santa Pola es distinto a lo expuesto,
ya que aquí se trazó una fortaleza de nueva planta, que se levantó
junto a un caserío de pescadores sustituyendo a una torre medieval,
y que se ejecutó en un tiempo récord (1554-57) siguiendo, desde el
primer momento, los patrones que se publican en los tratados de
arquitectura y de ingeniería italianos de la época (Bevià,
Martínez 2002). Puede que este fuerte sea el ejemplo más notable de
arquitectura militar renacentista erigida en el antiguo reino de
Valencia por lo que se refiere a su fidelidad (relativa) a los
modelos teóricos de referencia.
Se desconoce al autor del diseño (Sánchez;
García 1990) de esta ‘máquina de guerra’, si bien el alzamiento
realizado por Alejandro Deretz en 1778 la dibuja en detalle (Fig. 05)
y permite aventurar que en su origen hubo un técnico con formación
italiana: el replanteo y la modulación de la obra lo atestiguan. De
hecho, la planta del fuerte se articula alrededor de un patio
cuadrado (de 46,5x46,5 m), biselado en sus esquinas interiores y
rodeado por una muralla que define un nuevo cuadrado (62,5x62,5 m),
ahora exterior. El espacio sito entre ambos muros (ancho de 8m) está
constituido por las diferentes dependencias adosadas unas junto a
otras compartiendo los muros perpendiculares a la muralla y que
sirven a esta de contrafuertes. Cada uno de estos vanos está
cubierto por una bóveda de cañón y todas las fábricas son de
mampostería cuyos espesores varían dependiendo de la función de
cada muro: exterior en talud (2,60-1,60m), traviesas (1m) y patio
(0,5m). La mayoría de las dependencias (en los cuatro lados del
fuerte) son, en realidad, las viviendas de los soldados, las cuales
cuentan con dos o tres niveles (hogar debajo y dormitorio arriba)
según el frente al que recaen.
Desde el punto de vista de los avances
militares, el fuerte se equipa con dos baluartes en punta de flecha
en las esquinas sureste y noroeste sobre la diagonal (llamados
baluarte ‘del Duque’ y ‘del Rey’, la capilla) y ambos con dos
troneras por lienzo a batir), con murallas en talud, con bóvedas de
relleno para amortiguar los impactos, con tres baterías para cañones
en la cubierta y con escalera de cuatro tramos (claustral) para subir
a la misma, con entrada en planta en Z y con dos cuerpos de guardia
junto a los dos accesos. Aunque tanto el perfil interior como el
exterior se ejecutan inclinados, alterando el rigor de la geometría,
estas pendientes no tienen otra misión que la de recoger el agua de
lluvia y conducirla hasta el aljibe en el centro del patio de armas
que se ignora si es anterior o coetáneo de las fábricas
renacentistas. Al margen de esta cuestión, esta máquina presenta un
diseño equilibrado por simetrías y modulación, reflejo de una
concepción centralista (unitaria y estable) que relaciona Estado,
frontera y arquitectura en su génesis.
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Fig. 5- Castillo-fortaleza de Santa Pola levantado por Alejandro Deretz en 1778 (Vº Bº de B. Ricaud) |
4.- La obsolescencia militar: de torres
a faros de señalización marítima
La eficacia de todo este sistema de
vigilancia y control del s. XVI no resulta fácil de evaluar, a pesar
de que supuso la actualización de la red de defensas del Estado
español ante las exigencias del nuevo armamento de la artillería.
Pero todo el conjunto comenzó a quedar obsoleto con el impulso de la
revolución industrial que, en España, no empezó a ser evidente
hasta avanzado el s. XIX, en parte, debido a las condiciones con que
este se inició: guerra de Independencia, pérdida de las colonias,
guerras carlistas. Pero el mundo era ya otro y otro el concepto del
Estado.
A modo de ejemplo de estos cambios, que se
reflejan desde las disposiciones de los diferentes gobiernos
españoles –y que se hacen eco de un pensamiento mitad ilustrado y
mitad pragmático, mostrando el rol protagonista que los ingenieros
estaban asumiendo en la sociedad desplazando a los arquitectos en
muchos campos–, estarían una serie de decretos y leyes
modernizadores del Estado, sus estructuras y sus infraestructuras.
Entre estos estarían la batería de medidas relativas a la redacción
de planes urbanos (1846, planos geométricos), las leyes del
telégrafo (1844, el óptico; 1855, por cable), las leyes de
ferrocarriles (1855), las leyes de aguas (1866 y 1879) y las leyes de
pantanos y canales (1870), entre otras. Sirva de colofón (aunque
casi señalaría la apertura de este ciclo), la ley de adopción del
sistema métrico decimal en 1849. En este panorama destaca que, en
1847, se redactara el primer plan de alumbrado de las costas y que,
en 1872, los faros quedaron bajo la tutela del Mº de Fomento. Es en
este contexto que podemos entender el esfuerzo reseñado en el plano
de 1870 elaborado por Andrés Segura (Fig. 07), en el cual se repasa
todo el litoral desde la provincia de Tarragona hasta Cartagena y
donde se enumeran todas las defensas que dicha costa contenía. Se
trata de un plano donde el peso de la información recae en las
infraestructuras (carreteras y ferrocarriles) y que cuantifica las
distancias en tierra (kilómetros) y las profundidades en el mar
(metros). En la leyenda de dicho plano se señalan las torres que
‘existieron’, las ‘existentes’ y las que ‘deben
conservarse’; estas últimas se levantan en planos a propósito
(Fig. 03). En el mismo documento gráfico ya no constan como defensas
las torres que años antes se habían transformado en faros, como son
los casos de la torre del cabo de Huertas, en cuyo lugar se levantó
un faro en 1856, y de la torre Atalaiola, adaptada como faro del cabo
de Santa Pola en 1858.
De 1878 data la construcción de nuevos
faros y de las casas de los fareros, como acreditan muchos de los
proyectos de luces en los puertos y de faros en el litoral valenciano
(Sánchez 1993). La mayoría de estos diseños son de nueva planta y
obedecen a criterios de composición académica, y en contados casos
reutilizan las torres vigía, aunque sí se emplazan en los mismos
parajes de aquellos centinelas situados en lo alto de promontorios ya
que, de este modo, la luz proyectada podía ser vista desde una mayor
distancia en el mar. En el caso de la torre Atalaiola se rehabilita
la prexistencia para faro de señalización marítima mientras que la
torre del cabo de Huertas se sustituye por un nuevo faro (Fig. 06).
Alcanzado este punto conviene reseñar que
los planes de los ministerios para la señalización marítima de las
costas quedan dentro de la órbita de la era mecánica que se abrió
con la revolución industrial, donde las comunicaciones y el tiempo
eran las nuevas dimensiones y las nostalgias históricas no tenían
cabida. La visión pragmática de los ingenieros permitió reciclar
aquellas torres vigías que eran idóneas para el nuevo fin de
señalización, aunque fueron las menos. Lo que sí tuvo vigencia fue
la función inversa: alumbrar para el tránsito naval. Si las
posiciones topográficas altas ocupadas por torres históricas
oteaban bien el horizonte, estas mismas cotas servían para que las
señales luminosas se vieran desde puntos muy alejados de la costa.
En una estrategia similar de implantación, la vieja red de
vigilancia fue sustituida por un nuevo sistema de señalización de
la costa.
Ahora la navegación marítima no suponía un peligro, era el
progreso.
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Fig. 7- Plano de la costa mediterránea desde Cartagena hasta Vinaroz con las infraestructuras terrestres (carreteras y ferrocarriles), así como del inventario de las torres vigía del s. XVI que quedaban en pie con indicación de cuales debían mantenerse y cuáles no por no ser ya útiles. (Autor: A. Segura de Vega, ingeniero, Valencia, 1870, e: 1:500.000, smd; AGE, expte. A-16-01)
(1) Dpto. de Análisis Geográfico Regional y Geografía Física, Universidad de Alicante, España alfredo.garcia@ua.es Dpto. de Expresión Gráfica y Cartografía, Universidad de Alicante, Alicante, España andresm.medina@ua.es
Publicación de la Universidad Politécnica de Valencia en colaboración con la Universidad de Alicante en la obra Arquitectura defensiva en el Mediterráneo : Siglos XV al XVIII / Pablo Rodríguez Navarro (Ed.)
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La fotografía que encabeza la entrada procede de: http://www.historiadelartedospuntocero.com/2017/05/torre-escaletes-1552-santa-pola-alicante.html
El resto de ilustraciones están sacadas del artículo, previa preparación y procesado. Las diferencias y errores son atribuibles por entero al responsable del blog.