Con más retraso del debido, me gustaría comentar con cierto detalle el libro de Vicent F. Soler Selva Col·legi l'Assumpció de Nostra Senyora d'Elx, publicado por la cátedra Pedro Ibarra de la UMH hace ya un año, una iniciativa editorial que está aportando un caudal más que interesante y necesario de monografías de interés local, ante la practica ausencia del ámbito privado. El autor cierra con la obra una serie de ensayos dedicados a analizar el papel histórico de las enseñanzas medias en Elche, tema por lo demás apasionante:
Institut Nacional de Segona ensenyança d'Elx, Alicante, Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil Albert, 2013.
Institut Laboral-Tècnic d'Elx (1955-1975), Elx, Institut d'Estudis Comarcals del Baix Vinalopó, 2015.
La Casa de Gómez, sede del Instituto de Segunda Enseñanza y primera sede del Colegio La Asunción. Recorte de una fotografía del repositorio de la Cátedra Pedro Ibarra |
Volviendo al tema que nos ocupa ahora, se cruza aquí el interés del tema tratado (el colegio fue el único centro de enseñanza media existente en nuestra ciudad en las dos décadas siguientes a la guerra civil) y la perspectiva personal, pues fui alumno de primer curso de bachiller en el último año de su funcionamiento (1962) tras la apertura del Instituto de Enseñanza Media La Asunción en 1963. La propuesta de Vicent Soler introduciendo, además del análisis los retazos de las memorias de alumnos (y profesores) consigue una fácil deriva a mis recuerdos. Hice el examen de ingreso en septiembre, preparado por mi madre, que me obligaba a repetirle una lección al día antes y como condición previa al baño en las barracas de Santa Pola. Ese verano lo tengo especialmente grabado por un tornado que arrasó muchas de las barracas plantadas, entre ellas la mía. Ya no volvimos ni se plantaron más barracas. Mi pobre madre no se daba cuenta de que escamoteaba las lecciones de religión, pues yo me creía suficientemente preparado con lo que ya sabía del catecismo. El examen de ingreso fue bien hasta que llegó el turno de Religión. El cura me dijo que me aprobaba a condición de prometer que iría a misa todos los domingos. Así entré a recibir clases en una casona que pese a estar viniéndose abajo lucía una hermosa decrepitud: un gran portalón que permitía la entrada de carros, una ancha escalera, el estudio en la planta alta con Doña Celia sobre una tarima sobreelevada en el centro o la casi secreta biblioteca en la planta baja que guardaba en armarios acristalados además de libros, animales disecados. Solo algunas veces, en clase de religión por cierto, nos dejaban entrar allí, lo que generaba un ambiente muy especial. También era especial la plaza de Santa María, las casas de alrededor tan ilustres y decrépitas como el Colegio.
Pie de foto del libro: Plaza de Santa María un Domingo de Ramos. Al fondo, la fachada del Colegio La Asunción de Nuestra Señora. La casa donde se alojaba el Colegio era propiedad de la Mutualidad Patronal Ilicitana. En 1961 el Ayuntamiento aprobó la expropiación del solar y derribar el edificio para urbanizar el sector entre Santa María y el puente del Palacio, que estaba en construcción entonces (foto Monferval) |
Era de los pocos alumnos que tenía que cruzar la rambla desde Carrús para ir al Colegio, que también era una aventura. De los profesores recuerdo con especial cariño a Celia Lozano, encargada del Estudio y profesora de Lengua y de Geografía, entonces mujer de Sixto Marco que también fue mi primer profesor de dibujo. ¿Alguien se puede imaginar a Sixto cabreado metiéndome un duro rapapolvo porque una y otra vez no traía el material de dibujo necesario para la clase?. Pese a ello muchos años después aún me saludaba por mi nombre con afecto, como Celia quien también me dio clases después en segundo de bachiller ya en el Instituto.
Volviendo al tema, el prologo de Carmen Agulló Díaz se inicia con una frase que no me resisto a reproducir porque pone de manifiesto que las represalias del bando vencedor también se ejercieron sobre los pueblos de raíz republicana, llegando al ámbito educativo: "Innecesarios a todas luces". Esta frase, rotunda, sucinta y clara , inserta en el Boletín Oficial del Estado en una fecha tan temprana como agosto de 1939, donde se decreta la supresión de diversos institutos creados en tiempos republicanos... decisión que pasaba por encima incluso de las necesidades de los dirigentes locales más cercanos al nuevo régimen. Pero es que los ciudadanos y la propia corporación municipal habían hecho suyo el instituto de la república, situado en la casa de Gómez precisamente por haber sido el resultado de una clara reivindicación de la practica totalidad de partidos políticos y organizaciones sociales a lo largo de la primera mitad del siglo XX.
Fotografía de Loty, en la que se puede ver al fondo la entrada al colegio |
Eso también explica que las fuerzas vivas se movieran para proporcionar acceso al bachillerato a sus hijos sin tener que acudir a Alicante, impulsando la creación de un centro privado y poniendo a su disposición el local, los elementos materiales y la interesante biblioteca del instituto republicano, cuyos restos me tropecé después en los depósitos de la Biblioteca Central; incluso una parte del profesorado se mantuvo como docente del recién creado Colegio de la Asunción. Destaca el autor que pese a las limitaciones el colegio fue una institución avanzada para su tiempo por una suma de factores: la presencia de profesoras procedentes de la Institución Libre de Enseñanza, un cierto laicismo derivado de algunos profesores relacionados con el régimen republicano, la abundante presencia de lo que hoy se llamarían "actividades extraescolares" como el teatro y los deportes, a veces con participación de las alumnas, las becas que daba el Ayuntamiento y que favorecían que personas de clase media y baja pudieran cursar el bachiller...