Mientras desde lejos veía la Nit
de l’Albà en lo alto de la Peña de las Aguilas, donde todo parece pequeño y
apenas se escucha el estruendo, desde suficiente distancia como para percibir el
cielo nocturno sobre nuestra ciudad como una sucesión de excelsas miniaturas y
panorámicas pintadas de luz y color, me llegó un aviso al móvil: un correo de
J. A. Ybarra. Siempre son interesantes así que me permití el detalle de mirar
por encima su contenido, en definitiva la
presentación de la revista Saò en Elche. Dejé para más tarde (o sea, hoy) analizar su
contenido; al final ha resultado ser una ofrenda esperada desde hace tiempo y tanto que ha terminado siendo casi tan sorprendente como si fuera una novedad, como
uno de esos artificios de fuego que se lanzan desde las terrazas; apenas se adivina su trazo pero
sorpresivamente termina siendo una
brillante palmera dorada que deja impresa en el cielo y en nuestra retina un dibujo efímero de la palmera
terrenal.
Me explico: hace algún tiempo
Josep-Antoni me pasó un par de artículos inéditos dedicados a diseccionar Elche
a partir de su economía, de los cuales uno se publicó aquí en su día (bajo el título
Arribarà la 4ª revolució industrial al Pais Valencià?) y el segundo se presenta ahora. Había que esperar a que se publicara y el correo
recibido indica que el segundo artículo, el más interesante para mí, ya ha aparecido en Saó
. Decir que se aborda nuestra ciudad desde una perspectiva en el que
él es una autoridad, aportando un enfoque fundamentado en la
tesis del
distrito industrial de Marshall y la economía sumergida para terminar
planteando, como expresamente se dice aquí y ahora que
nuestra comarca y por
extensión el sur de la provincia de Alicante es, además de un modelo de
industrialización dispersa alternativo al oficial,
un laboratorio social y
económico a gran escala (desde hace ya un montón de tiempo) en el que se
prueban mil y una formas distintas de producir mercancías para terminar siendo
algunas de esas pruebas vías o soluciones exitosas para el sistema. Pese a la sencillez de su contenido (cualquiera
puede leer y entender lo que más adelante se dice) me atrevo a augurar que
cualquier análisis al nivel que sea (ya se sabe, económico, social,…
pero también cultural, histórico y hasta si me apuran, arqueológico) de
nuestra ciudad y su entorno, si quiere ser riguroso y operativo, tiene que empezar desgranando las implicaciones de lo aquí escrito; incluso me atrevo a
afirmar que no se entiende Elche si no se parte de las premisas enumeradas, y
no se entenderá si no se adoptan medidas encaminadas a favorecer la proyección
final del artículo. Por eso aquí va en una traducción casi a vuelapluma y por
ello arriesgada así que de sus errores y aciertos soy totalmente responsable:
Elche: La ciudad industrial
del siglo XXI / Josep-Antoni Ybarra. Universidad de Alicante
Nos resultaba difícil de entender.
Habíamos leído, habíamos hablado, habíamos constatado muchos aspectos de la
Revolución Industrial (la inglesa, la conocida); conocíamos sobre procesos
industriales, sobre el maquinismo, sobre las clases sociales, sobre el poder de
la burguesía y de la banca, sobre la lucha de clases, sobre la propensión al
cambio, sobre la modernización, sobre todo lo que la revolución industrial teóricamente
debería haber supuesto. Hasta ese momento, todo eran escritos y libros. Sin
embargo, para interpretar y conocer a nuestra ciudad nos encontrábamos con
muchas carencias teóricas e interpretaciones erróneas. Hasta que por fin caímos
en la cuenta de que esto no era Inglaterra; estábamos en el País Valenciano y
concretamente en el sur, en Elche. Los modelos teóricos se pueden replicar, pero
no siempre sirven para interpretar acertadamente cómo funciona la realidad.
|
Imagen del Parque industrial de Torrellano. Fuente: Servicios La Verdad |
Y así es como había que
entender nuestra industria, nuestro proceso de industrialización, la palanca
que impulsa todo cambio social y político en Elche, se apoyaba sobre tres
aspectos: la tradición, la pequeña empresa y el trabajo disperso. Los tres en
un marco teórico de la revolución industrial clásica eran aspectos marginales e
insignificantes, sí, pero no en Elche, no para interpretar la industrialización
del sur.
En el sur, el modelo de
industrialización es inexplicable sin la pequeña empresa, sin el capital social
y sus relaciones, sin el conocimiento acumulado en la gente y disperso en el
territorio, sin una movilidad social no determinada por las clases sociales,
sin el trabajo productivo de las mujeres, sin la deslocalización de las tareas
y del trabajo. Todos estos aspectos eran desconocidos, puede incluso que estuvieran
escondidos, en la interpretación de en qué consistía la industria del sur
valenciano. Y ahora resulta que es sobre estos aspectos sobre los que se ha
podido construir todo un modelo de desarrollo económico, De esta forma, hay que
señalar que son pocos los pueblos que pueden escribir su propia historia, pocos
los que pueden contribuir a dar forma a un modelo de desarrollo. En este caso,
un modelo de desarrollo fundamentado en la pequeña empresa, en la tradición y
en el trabajo; Elche y el sur valenciano lo pueden hacer de forma singular y
destacada.
|
Polígono industrial de Carrús. Fuente Diario Información |
Y el tiempo continúa
dándonos la razón. Elche y el Sur valenciano es al mismo tiempo un observatorio
y un laboratorio singular y destacado para el capitalismo donde se hacen todo
tipo de pruebas. En principio hay que decir que Elche es la “ciudad industrial”
por antonomasia del País Valenciano; según los indicadores que tenemos a
nuestro alcance, el potencial industrial de Elche, es el segundo del País valenciano,
tan solo un tercio por debajo del de Valencia ciudad, ciudad que multiplica por
4-5 el número de habitantes de Elche y que no se puede decir que sea una ciudad
industrial. El conglomerado de pequeñas y medianas empresas que se concentran
solo en Elche (más de 15.000 negocios de todo tipo) hace que las que son
industrias estén alrededor de los 2100, de las cuales, las que se dedican al calzado
superan las 800. Se identifica de esta forma a Elche como la ciudad zapatera
más importante de todo el Estado español. ¿Y que hacen estas empresas?. Y ahora
viene el observatorio..., hacen las mil maneras de hacer zapatos diferentes al
menor coste posible. Por eso, se apoyan unas en otras; unas llegan a hacer una
parte del zapato, otras unos componentes, otras los ajustan, otras los acaban,
otras los venden, y así apoyándose unas en otras, el producto, al final, sale
al mercado. Pero en este gran campo de relaciones de competencia y de
cooperación, tratan de hacer pruebas, como si fuera un laboratorio para ver cómo
sacar zapatos más baratos o/y diferentes: así a veces se han ido a hacer
zapatos a los alrededores de Elche, a la zona agrícola y próxima del Bajo
Segura con tal de pagar un salario inferior; otras veces lo que han hecho
es irse fuera, a China, a La India, por
Asia, a hacer lo mismo; ahora están decididos a volver a hacer los zapatos integramente
en Elche, por aquello de poder servirlos con más rapidez en los mercados que
tienen cerca, Europa, cambiando muy a menudo de modelaje y la demanda, cosa que
resulta difícil de compaginar si los que hacen el trabajo están tan lejos como
China (el tiempo que tardan los zapatos desde que se pueden hacer en China –a precios
bajos- hasta que llegan a los mercados europeos hace que se pierda la “novedad”
de la moda).
|
Fuente Diario Información. Ilustración de una noticia sobre desmantelamiento de talleres clandestinos en Elche y Novelda |
Dentro de este laboratorio
que es el complejo productivo de Elche, se ha utilizado según intereses y de
manera más o menos intensa, la descentralización y/o la deslocalización de la producción,
y siempre gestionando la mano de obra, el trabajo directo, con la
desregulación. Así, se ha visto como la máquina de producción de Elche es un
modelo donde el trabajo es mayoritariamente
irregular –eso que ahora está tan al día, trabajar a tiempo parcial y solo
cuando la empresa lo necesita- ; el trabajar sin seguros sociales, clandestino,
en negro, el hacer de emprendedor –lo que es la manera más elemental de autoexplotarse-
ha sido una de las formas más tradicionales que había en Elche de
independizarse de la fábrica donde se trabajaba y uno se montaba su
“fabriqueta”; el apoyo de la familia en temas de médicos, de Seguridad social,
de consumo, de capital... Todo eso que hoy se está introduciendo en el mundo de
las relaciones sociales e Industriales, ya lo habíamos probado en Elche hace
algunos años. Como consecuencia, la demolición del Estado del Bienestar ha
tenido una prueba evidente en Elche cuando una parte fundamental de su mano de
obra, la que ha hecho levantarse a la industria, no tiene ningún derecho a tener
prestaciones una vez que esa mano de obra ha llegado a la jubilación. Nos
referimos a que alrededor de 15.000 mujeres que pueden estar viviendo hoy en
Elche y que pueden haber trabajado de forma intermitente en el calzado, no
tienen derecho a recibir ninguna prestación de jubilación más allá de un 5 % de
ellas. ¿La razón?, porque han trabajado en negro; nunca se las ha querido dar
de alta en aquel sistema productivo aunque lo hubieran pedido; compatibilizaban
su trabajo como amas de casa con los de la fábrica y lo hacían en casas
particulares o en escondites (casas de campo, almacenes, pequeños tallercillos).
Si hablamos de los nombres, su cotización nunca ha estado de acuerdo con sus
salarios, siempre ha estado por debajo; entonces, ahora mísmo los jubilados
reciben prestaciones ínfimas en relación
a lo que han trabajado. En realidad Elche ha sido eso, un complejo
organizativo de trabajo para comer y vivir y vivir y comer para trabajar. ¿El bienestar?
¿El desarrollo? El bienestar y el desarrollo se llamaba consumo, gastar hoy,
tener deudas y poder pagarlas. El corto plazo es la guía, y el día a día el horizonte
en el que Elche se ha movido. De ahí que las crisis, cuando llegaban, y es
cierto que llegaban, eran muy fuertes, y se notaban a todos los niveles. En el
2012 un tercio de la población ilicitana dada de alta en la Seguridad social estaba
parada oficialmente; cerraban las fábricas, los talleres y los negocios de al
lado; todos a la vez. ¿Y con este nivel de paro como se vivía?. Se vivía porque
en realidad se abrían otras, donde nadie se imaginaba: almacenes, pequeños
talleres, casas y bajos, pero eso sí, en condiciones cada vez peores. Es impactante
ver en el viario de Elche la intensidad de tráfico que soportan las carreteras
y caminos que entran o salen de la Ciudad un día entre semana a horas punta como
es a medio día –la hora de comer-; un montón de coches, furgonetas, camionetas,
motocicletas, que cargan a la gente y a las mercancías, desde “defora” a los almacenes de los polígonos y a las casas del pueblo
(podemos hablar de unos 4000 vehículos y de 12000 personas que se mueven en una
hora escasa, y que de nuevo a la hora arrancan otra vez para ir a trabajar).
Todo eso es el trabajo disperso que rodea Elche y que en un tiempo récord se
concentra en la ciudad, para volver a la hora a distribuirse alrededor. Puede ser
sorprendente y maravilloso, pero muy costoso y fatigante.
Y al hablar de consumo, al
margen de lo que representa para la ciudad en si su vertiente comercial y su
inclinación consumista a veces desorbitada (como dato al respecto podemos
afirmar que a lo largo de los 10 años anteriores a la crisis -1999-2007- se
pasó de tener 3 coches por cada 2 familias a que estas mismas familias pasaran
a tener 4, es decir, 2 coches por casa de forma generalizada), Elche aquí
cumple una función como área de atracción de unas 120.000 personas además de su
población (en las comarcas del Medio Vinalopó y Bajo Segura, junto con el Bajo
Vinalopó). En total podríamos decir que Elche atrae alrededor de 350.000
personas. Y es eso de lo que se habla cuando se dice que Alicante-Elche podrían
hacer de contrapeso a la Ciudad de Valencia y su área metropolitana, generando
así una segunda área metropolitana de cierta entidad en el País Valenciano.
No
obstante, los cálculos son una cosa y las relaciones comerciales y económicas
otra cosa bien distinta. Es cierto que
Alicante y su zona de influencia llegan a tener una atracción de más de
550.000 personas (Alicante ciudad y los 14 municipios que gravitan a su
alrededor). Esto, junto a Elche y su área de influencia, suma la cantidad de 900.000
personas, número más que suficiente para pensar en desplegar una política común
alrededor de comunicaciones, infraestructuras, actuaciones comunes de cierta
entidad, etc. Sin embargo, algo hace temblar este armisticio automático entre
las dos ciudades, y es que estos dos espacios viven de espaldas uno de otro. No
forman ningún área uniforme, ni homogénea ni funcional, ni de atracción de una
hacia la otra..., son áreas independientes. Posiblemente si quisiéramos
encontrar áreas de cierta funcionalidad en el Sur valenciano hablaríamos mejor
de una alrededor de Elche que se alargaría hacia el corredor del Vinalopó, área
con una problemática más dirigida hacia aspectos y relaciones Industriales, y
una segunda, con Alicante ciudad donde se trataría de engarzar con lo que es
una realidad terciaria y turística hasta llegar a Benidorm y la costa. Querer
identificar Elche como núcleo turístico –tal y como lo trata de hacer la actual corporación
municipal- o Alicante-Elche como área metropolitana es alejarse de la realidad
que en cuestiones de economía es la que determina como van a ser las cosas.
Elche será una ciudad industrial del siglo XXI y por eso hay que trabajarla, en
el paso del XX al XXI. Pensar en cómo será esta industria en el siglo XXI es
pensar como será esta ciudad: más descentralizada y a la vez globalizada,
dirigida y gobernada por las economías del conocimiento y las nuevas tecnologías,
determinada por el medio ambiente y en definitiva abastecida por servicios
avanzados. En todos estos cambios es donde están los retos.
Pie de foto de la cabecera. fábrica de calzado en torno a 1950. Cátedra Pedro Ibarra.
Visita todas las entradas de Josep-Antoni Ybarra pulsando aquí