Acabo
de enterarme por el comentario de una fotografía de la portada del Convento de la Merced en la revista Mopti que
hace 225 años tal día como hoy (29 de septiembre) llegó el agua potable a Elche
de la mano de la conducción que el Obispo Tormo mando hacer. Hasta la fecha los
habitantes de esta ciudad dependían del agua de lluvia (por eso en todas las
casas había un “pou” y canalones de latón que conducían el agua a su interior hasta
bien entrados los 50 del siglo pasado), de los aguadores que la vendían a cántaros
y de los aljibes públicos que el Ayuntamiento tenía repartidos por todo el término
de los que desgraciadamente apenas quedan algunos. Se atribuía buena parte de
las enfermedades y otros males endémicos de la población al consumo del agua
salobre del Vinalopó en épocas de sequía; por ello esta fenomenal
infraestructura hidráulica que trasvasaba aguas del Tarafa hasta las fuentes de
la ciudad sentó las bases para el crecimiento demográfico.
Poco importa que
apenas tres años después el botánico Cavanilles en su excursión al Pantano ya
observara el mal estado de la conducción y las pérdidas de agua en determinados
puntos de su recorrido porque vino a demostrar que era posible traer agua de
donde fuera con tal de abastecer a la población. De hecho el Ayuntamiento gastó un año tras otro cantidades ingentes en su reparación y mantenimiento, tal y como
recoge D. Pedro Ibarra en su obra Aguas dulces de Elche y en el Índice de Remisiones a Cabildos y Sitiadas
hasta que finalmente se llevó a efecto una nueva conducción con agua de Villena en 1949,
fecha en la que se abandona definitivamente hasta el lamentable estado en el
que se encuentra hoy. Y no estamos solo ante la vejez acelerada por el desuso, tampoco ha pasado tanto tiempo en términos históricos. En otros ámbitos cualquier obra civil del XVIII estaría más que protegida
y esta ciudad, con su Ayuntamiento a la cabeza se empeña una vez más en borrar por acción o
inacción sus señas de identidad.
Descripción de la fiesta inaugural de la traída de aguas de Aspe al
Molino Nuevo.
Memorable
eternamente será la fecha de 22 de junio de 1789, por ser a las ocho horas y
cincuenta y siete minutos de la noche cuando llegó el agua dulce de Barrenas al
Molino Nuevo. Esperándola estaban en dicho punto el Ilmo. Sr. Tormo: D. Antonio
Izquierdo, cura de Santa María y el vicário foráneo. El Dr. Belluga, mayordomo
de su ilustrísima y hasta unas sesenta personas más. Allí se erigió una fuente
con ocho pilas. Se allanó el terreno, formándose una plazuela y poyos o bancos,
para la gran función que se había de verificar el día 29 del citado mes. Se
adornó el sitio con gallardetes, palmas, vistosos tapices y damascos. Dispúsose un tablado en el frente
principal de la plazuela, donde se situaría la música. El día señalado
acudieron su ilustrísima acompañado del canónigo D. Bruno Andreu, de D.
Gregorio Zacarés, su secretario, de los señores curas y vicarios de las
parroquias de Elche y de otros muchos eclesiásticos, con las comunidades de
religiosos franciscanos y mercedarios. El Ilustre Ayuntamiento en corporación,
caballeros, ciudadanos y oficiales del ejército, con el regimiento de Soria que
a la sazón se encontraba en Elche. Apenas quedó gente en el pueblo, haciendo subir
la cifra de concurrentes, un testigo, a más de 12.000 personas. El crecido
número de tiendas de campaña: los muchos carruajes cuyo número se hace ascender
a 300: las diferentes instalaciones que se hicieron, formaban un vistoso
campamento, de muy hermosa perspectiva. Allí se vendían comestibles y allí
había de todo cuanto se necesita para surtir de víveres a una numerosa
población.
Llegado
el instante solemne, y habiendo tomado asiento el Sr. Obispo en un cómodo
sillón, rodeado de toda aquella entusiasmada concurrencia y a una señal del
glorioso Prelado soltase al agua que rápida brotó por los ocho caños.
Estruendosos vítores y entusiastas aclamaciones llenaron el espacio a los
sonoros acordes de la música, y múltiples explosiones de voladores cohetes,
anunciando el fausto suceso. Las campanas del pueblo respondieron a la señal. El
gran Obispo, el héroe insigne, el cariñoso padre fue traído poco menos que en
andas obsequiado durante el regreso con la música, vítores y aclamaciones de un
pueblo delirante.
“¡Que gloria! ¡Que dicha!
¡Que gozo y portento!
Vernos socorridos
Con este elemento
Gracias al Señor,
Gracias al gran celo,
Con que nuestro Obispo,
Mira nuestro pueblo.
Viva Tormo, viva,
Viva un siglo entero::
¡Viva, y le veremos
Después en el cielo.”
Así
cantaba aquella agradecida multitud y con diferentes demostraciones de cariño
hacia el dignísimo Prelado, celebraban el acontecimiento.
Si las vicisitudes, trastornos y penurias que siempre nos han afligido,
no han permitido honrar como se merece la memoria del favorecedor y celoso
Obispo Tormo: si nuestros
Ayuntamientos no han levantado siquiera un sencillo monumento que perpetúe la
gloria del gran prelado y consigne los beneficios que le debe el pueblo de Elche...
¡Ilicitanos! No olvidéis nunca el nombre del ilustrísimo obispo D. José Tormo. Honrad su memoria
eternamente, erigiéndole un imperecedero monumento en vuestros agradecidos
corazones para que no se extinga su recuerdo y que jamás se diga que el pueblo
de Elche olvida los beneficios
que recibe.
Una interesante excursión: http://geoelx.blogspot.com.es/2008/03/serra-de-la-temerosa.html