Introducción
El
déficit hídrico en las tierras del sur valenciano es una
problemática que llega hasta nuestros días. Así pues, desde
centurias previas se desarrolló un constante ímpetu de abrigar los
insuficientes caudales de ríos, afluentes, fuentes y lluvias
mediante la construcción de diversas infraestructuras hidráulicas
con el fin de obtener recursos para el riego y el consumo humano.
La
villa de Elche dependía de la escasa agua que descendía desde el
cauce alto del río Vinalopó, río menor con 89.5 km de longitud que
se nutría de las montañas, ramblas, sobrantes del riego de Villena,
fuente del Chopo y de su afluente, el Tarafa. Ahora bien, al cruzar
el curso de la rambla por terrenos salitrosos, el líquido pasaba a
ser perjudicial. La situación se convertía en más peliaguda, pues
los ilicitanos, al contrario que el resto de sus vecinos, no
disponían en su término municipal de ningún nacimiento que les
aportara este elemento fundamental para la vida. A lo que se sumaba
la inexistencia de una distinción entre las conducciones, puesto que
el caudal que procedía del Vinalopó, se dividía entre la acequia
Mayor (nueve partes), la de Marchena (dos partes) y la restante
destinada al abastecimiento de las fuentes urbanas saladas. Por lo
que el uso de aljibes privados, en manos de los más pudientes, así
como los casi agotados públicos, fueron el modo más extendido de
hacer frente a este escollo. A tenor de todo lo tratado, no es de
extrañar que debido a la carencia generalizada de agua durante
siglos, las poblaciones del cauce medio y bajo del río Vinalopó
pugnaran entre sí por su dominio.
Aspiraciones
previas durante el siglo XVIII
Con
este contexto se inauguró el setecientos, marcado en sus primeros
años por las terribles repercusiones del conflicto sucesorio unidas
a un duro período de esterilidad que se inició a mediados de 1718,
el cual se mantuvo durante toda la década siguiente. A la estrechez
derivada de las malas cosechas, se añadió el descenso de grano de
ultramar a causa del foco pestilente de Marsella así como la
obligación de aportar fondos públicos municipales en los conflictos
bélicos de la Corona. Por lo tanto, esta coyuntura se tradujo en una
dificultad de acudir al pago de las contribuciones reales y, por otro
lado, en la escasez del aforo de los aljibes y del pantano.
La
precaria tesitura fue el pistoletazo de salida a los primeros
esfuerzos que tenían la finalidad de poner remedio a este histórico
mal. En 1720, se llevó a cabo una relación con el objetivo de
desecar las dañinas aguas estancadas de la laguna de Villena y, de
esta manera, poder irrigar de forma continuada los campos y huertas;
sin embargo, se encontraron con las contras de las villas de tránsito
del Vinalopó temerosas de las repercusiones de las aguas pútridas
que discurrirían. Poco después, se obtuvo en 1722 el permiso de la
vecina Monforte del Cid para trasladar un pozo de manantial ubicado
en Orito tras cuatro años de persistente sequedad. Asimismo, se
llegaron a redactar en 1726 los capítulos de arrendamiento
destinados a conducir la fuente de Baladre de la villa de Aspe. No
obstante, todas las aspiraciones tratadas quedaron en papel mojado.
La
constante falta de chubascos continuó establecida en el territorio
valenciano durante la siguiente década, traducida en constantes
penurias agrarias. Por lo que no sorprende que el consistorio
ilicitano acudiera a la petición de rebaja o condonación de los
impuestos reales en 1731 y 1735. En 1736, J. Chornet intentó
aprovechar este lance a través de una extravagante proposición
relativa a dirigir los remanentes que descubriera en el término de
Yecla. La cantidad de incógnitas que generaba y las pocas
expectativas de que llegara a buen puerto, provocaron que la junta,
formada por miembros de los ayuntamientos de Elche, universidad San
Juan y representantes del clero, se negara en rotundo a aceptar las
condiciones presentadas.
Los
estragos se prolongaron desde finales de los cuarenta y siguientes,
subrayando la sequía general que afectó a la Península entre
1749-1753, acompañada de otros episodios meteorológicos de signo
extremo, los cuales inocularon un creciente malestar social ante las
constantes desgracias y la presión fiscal. A esta dinámica no
escapó Elche, pues el estado de miseria aumentó tras la avenida del
31 de octubre de 1751, porque las anheladas precipitaciones se
materializaron en un aguacero que destruyó las acequias de riego, la
rafa de la Casa de las Tablas y dejó en desuso el pantano. Es decir,
a la falta de agua se sumaba la merma de las infraestructuras
hidráulicas.
Con
este panorama, en 1756 se visitó por primera vez la fuente de Urchel
en Aspe, pero no se llegó a poner en práctica una valoración de
los costes. A lo que prosiguió en 1760 un nuevo intento de avenar la
laguna de Villena por parte de Marcos Evangelio, pero al igual que el
anterior, quedó durante años bloqueado en pleitos con el resto de
poblaciones del curso del río Vinalopó.
El
proyecto de traslado de agua potable desde Boriza y Urchel a la villa
de elche
Un
nuevo impulso a las redes de agua potable en las comarcas del
Vinalopó
Desde
los setenta, el número de obras hidráulicas dirigidas a abastecer
los núcleos urbanos fueron mayores que las dedicadas al riego, dadas
las necesidades que subyacían del crecimiento poblacional
desarrollado durante toda la centuria. Además, este período
coincidió con la llegada de Floridablanca a la primera secretaría
de Estado, y su deseo reformista se convirtió en un punto a favor a
la hora de impulsar este tipo de operaciones. Sin embargo, el
murciano encontró en el clima otra de las cortapisas a su política
de desarrollo económico, ya que en este marco temporal la
perturbación climática conocida como Maldá,
caracterizada por la repetida frecuencia de episodios de sequía y
lluvias de alta intensidad horaria en el Mediterráneo occidental, se
aproximaba a su etapa de mayor incidenciai.
De
este modo, encontramos diferentes intervenciones coetáneas en las
comarcas del Vinalopó vinculadas a nuevas conducciones o mejora de
las mismas, aunque muchas veces relacionadas con ruinas derivadas de
eventos hidrometeorológicos extremos. Así, los eldenses invirtieron
1.300 libras en las reparaciones de los conductos de agua potable
dañados por los temporales de finales de 1777 y 1778, pues
provocaban diferentes enfermedades. En 1780, Petrer solicitó al
Consejo renovar la red de abastecimiento público porque, además de
encontrarse deteriorada, surcaba terrenos al aire libre que dañaban
y evaporaban el líquido. Bocairente expuso los mismos motivos con la
finalidad de poner en práctica una nueva cañería. La necesidad de
agua dulce en Novelda se plasmó en 1786 con el plan de Fuente de la
Reina, mas su alto coste fue un duro escollo. Pero sin duda alguna,
los mayores esfuerzos los hallamos en la villa de Elche, ya que en
una población de casi 5.000 vecinos el recurso de las cisternas era
cuanto menos insuficiente. Precisamente, en el último cuarto de
siglo encontramos diferentes proyectos con el afán de paliar este
aprieto, tales como el de Boriza y Urchel (1775-1783), el de crear
nuevos depósitos pluviales en la villa por Francisco Torres Llofriu
(1776) o el de Barrenas (1783-1789) que, a la postre, se convertiría
en realidad tras largos años de penurias.
|
Actual Fuente y balsa del Hermano (Boriza) |
La
búsqueda de fuentes en el término municipal de Aspe: el plan de
conducción desde Boriza y Urchel
Tras
unos nefastos años sesenta en el territorio español y en especial
en el sur valenciano, el nuevo decenio no hizo más que acrecentar
las carencias que se arrastraban. El otoño de 1771 fue el punto de
partida de un largo período de calamidades en el municipio de Elche,
puesto que la prolongada aridez se acompañó de episodios de lluvias
torrenciales, heladas y epidemias de tercianas que no hicieron más
que agravar la complicada coyuntura.
El
ciclo agrario entre 1772-1775 estuvo marcado por unos rendimientos
cerealícolas casi nulos; la falta de carne para el abasto ante la
inexistencia de pastos; la marcha de muchos jornaleros a lugares
cercanos en una búsqueda desesperada de trabajo para alimentar a sus
familias; y la llegada de epidemias debido a la mala alimentación y
el consumo de agua salobre del río. Estas circunstancias se
tradujeron en la súplica de rebaja o condonación del equivalente en
1774 y acudir de manera constante al socorro que ofrecía la
religiosidad popular por medio de las rogativas pro
pluvia, que
demandaban al Altísimo la bendición de los campos.
La
asfixiante realidad llevó al señor de la villa, duque de Arcos, a
intentar tomar algunas medidas para mitigar tantas desdichas, por lo
que aprovechó que el cercano pueblo de Aspe, conocido por las ricas
fuentes que afloraban en su territorio, pertenecía también a su
jurisdicción.
En
consecuencia, ordenó, a principios de noviembre de 1774, a su
administrador en Elche, Pedro de Leguey, que reconociera los terrenos
de la localidad vecina. Sin dilación, éste pasó acompañado de
Francisco Morel, agrimensor, Francisco Morel, cantero, y Josef
Gonzálvez, alarife, a cumplir con este cometido.
El
primer análisis de esta expedición fue en los manantiales de la
Teja y de Baladre, próximos a la lengua del río Vinalopó. Tras
probar el agua “se reconoció que aunque al principio sabía
bastante bien, que no podía tener permanencia su dulzura” y que no
brotaba en una cantidad suficiente. A lo anterior, se sumaba que el
terreno era fácilmente inundable con cualquier avenida y que, para
colmo, ésta aportaría componentes salitrosos. Tras este fallido
intento, los comisionados reconocieron los veneros más importantes
de la población, donde sobresalía la abundante Parada de la Arena,
explotada en la huerta del Aljau. La última visita se efectuó en un
barranco situado en el partido de Boriza, puesto que un práctico de
la localidad defendía “que aseguraba una teja de agua si se
aplicaba a limpiar y mondar el sitio y a descubrir a poco coste su
nacimiento”. Una vez en el lugar, encontraron que la cantidad de
flujo que emergía era pobre; sin embargo, éste disfrutaba de gran
dulzura y calidad.
La
valoración de los enviados no ofrecía dudas: la opción más idónea
era la Parada de la Arena, que distaba en dos leguas y media y
produciría cuatro caños de manera perenne. Aunque el conflicto que
podía surgir con Aspe relativo a su propiedad podía frenar toda
ambición de los ilicitanos. Por consiguiente, la opción de Boriza
ganaba más enteros, ya que estaba en desuso, sería una obra barata,
se encontraba más cerca de la población y la única actuación
necesaria era ejecutar una excavación para que aumentara su caudal.
Una
vez que el poder municipal fue advertido de todas las gestiones
anteriores, el duque quiso conocer su opinión acerca de qué idea le
parecía más factible para proveer del líquido elemento a los
habitantes. Tras un largo debate, el cabildo llegó a la conclusión
de que si bien, la opción de la laguna Villena era la preferida, a
pesar de estar estancada durante años en el Consejo, el traslado
desde Aspe no cerraba la puerta a que ambas aspiraciones se
materializaran.
Obtenido
el visto bueno de ambos poderes era el momento de plantear uno de los
pasos más complicados: ajustar los medios de financiación. La
propuesta del amo territorial fue un método mixto entre ambos
interesados, él pagaría de sus bienes y los vecinos mediante censo
aprobado por el Consejo. Con la finalidad de llevar a cabo las
negociaciones, Pedro de Leguey se reunió con los representantes del
poder local, Francisco Soler Ruiz, regidor primero, y Salvador
Sánchez, síndico personero. Durante el encuentro en la casa palacio
comenzaron las primeras rencillas, pues la villa no quería
incorporar más cargas de censos sobre los propios al estar obligados
a finiquitar los que tenían pendientes. Como alternativa, los
comisionados locales sugirieron que la alta institución cediera el
sobrante de propios y arbitrios, que interinamente se suspendiera el
pago de censos y, en último lugar, se abriera la posibilidad de
acceder al dinero producido en el arriendo anual de los Saladares, el
cual permanecía congelado debido al pleito entre el señor y la
villa acerca de su propiedad25. El duque aceptó estas condiciones,
salvo, como era de esperar, el uso del fondo de saladares26.
Alcanzado el acuerdo, deberían comenzarse las pertinentes
diligencias y justificaciones para adquirir la gracia real.
Pese
a las rápidas decisiones iniciales, la nueva entrevista entre las
dos partes no se produjo hasta el 9 de julio de 1775, tras una
primavera sin noticias del cielo. La cuestión principal fue poner
sobre la mesa los primeros impedimentos que pudieran surgir para
encaminar los sobrantes de Aspe al núcleo urbano. Si con Boriza no
hubo inicialmente escollos, no ocurrió lo mismo con la Parada de la
Arena, la cual quedó casi descartada, ya que los aspenses se negaban
rotundamente a ceder una teja de agua, con el pretexto de que ellos
disfrutaban del dominio útil y el señor del directo. Finalmente, se
dispuso que el duque eligiera a un experto con la finalidad de poner
en marcha los primeros bocetos27. A primeros de abril de 1776, el
religioso Joseph Sarrio fue elegido como práctico.
El
primer resultado que se obtuvo de los estudios llevados a cabo en el
territorio fue la tasación del coste que supondría encauzar el
venero de Boriza.
Tabla
1. Coste de la conducción hasta la población de Elcheii
Material
|
Coste
|
5.000
varas de cañería desde la presa de la Fuente, siguiendo el
barranco de Boriza hasta el de Urchel a través de una orilla
|
9.000
libras
|
7.543
varas de acequia desde el barranco de Urchel hasta el portichuelo
de Carrús
|
13.577
libras
|
1.850
varas de canalización desde el portichuelo de Carrús hasta el
Llano
|
4.070
libras
|
4
arcos destinados a salvar tramos de diferentes barrancos. 530
libras 40 pilas de cantería y la fuente para recoger agua
|
400
libras
|
Total
|
27.577
libras
|
Hasta
el siglo XVIII, las tierras de saladar fueron propiedad comunal,
momento en el cual el Ayuntamiento pasó a arrendarlas con el visto
bueno de los duques. El germen del conflicto, lo encontramos tras el
amojonamiento en 1730 del lugar limítrofe entre los Saladares y el
Almarjal-Balsa Larguera. La posterior desecación de la Balsa
Larguera, por parte del señor con la determinación de ubicar
colonos enfiteutas, y las posteriores roturaciones que le siguieron
hasta la zona próxima de los Saladares, despertaron el recelo de los
capitulares. Tras años de argumentaciones relativas al origen de su
dominio, la doble sentencia de febrero y noviembre de 1774 daba al
duque la razón; sin embargo, el recurso en alzada de la villa
condujo a un veredicto favorable a ésta en 1779.
Asimismo,
se iniciaron las actuaciones con la razón de reconocer si Boriza
albergaba la suficiente cantidad de recursos. Para esta labor se
necesitó la ayuda de un niño al ser un terreno de difícil acceso.
El joven expuso que produciría una teja de agua poco profunda. Por
otro lado, junto a la indagación anterior y una vez examinada la
zona por el propio Sarrio, se llegó a la conclusión de que se
requería la puesta en práctica de perforaciones, ante la
posibilidad de encontrar mayor copia de agua. Por último, el
religioso recomendaba que se informara al poder local de Aspe de
estas futuras operaciones con el propósito de evitar conflictos y
discrepancias innecesarias.
A
sabiendas del ambiente hostil que flotaba entre ambas localidades,
los apoderados señoriales decidieron frenar toda acción hasta nueva
orden, ya que el cabildo vecino no quería perder el derecho de usar
una fuente que nacía en su término y que, además, Elche tomara
derecho privativo sobre la misma. Esta tensión venía aderezada con
una primera mitad de año tan estéril que en Elche cristalizó en un
uso cuasi privilegiado de agua dulce por parte de los acomodados, las
consabidas enfermedades y una irrisoria siega.
Las
disputas anteriores podrían ser un lastre para obtener el visto
bueno del Consejo, por este motivo los abogados expusieron una serie
de cuestiones a Francisco de Priego con la misión de despejar todas
las dudas.
Tabla
2. Cuestionario relativo a la propiedad y uso de la fuente de Borizaiii
Cuestiones
de los abogados
|
Respuestas
de Francisco de Priego
|
Si
el sitio donde nacen las aguas y se debe excavar es de Aspe, de
algún particular, baldío común o libre donde el duque tiene
dominio libre y facultad de su uso
|
El
terreno es baldío común que pertenece al señor territorial y
disfruta de su total dominio
|
De
qué clase son los sitios por dónde se debe acequiar hasta Elche
y la distancia que cruza por el término de Aspe.
|
Es
baldío común bajo dominio del duque. La distancia del manantial
hasta el término de Elche son unos tres cuartos de legua,
debiéndose tocar poca tierra de los habitantes.
|
Si
en Aspe hay suficiente agua para el consumo del vecindario y el
uso hecho del agua del barranco hasta el momento.
|
Aspe
no tiene problemas de abastecimiento.
Nunca
han explotado la fuente de Boriza, solo algún vecino de manera
puntual o se ha usado de abrevadero menor.
|
Cerrado
el capítulo anterior, se tenía vía libre para dar inicio a las
excavaciones capitaneadas por Joseph Sarrio y asistidas por Pedro de
Leguey y Francisco de Priego. No obstante, todos los esfuerzos
durante septiembre de 1776 fueron en vano, pues solo corría “una
teja menos de un tercio de agua perenne dulce y de buena calidad”.
Las malas vibraciones se confirmaron en el anochecer del día 28 del
mismo mes, puesto que “no ha resultado aumento considerable a las
aguas descubiertas”, así pues, la rentabilidad de la obra era
cuanto menos dudosa.
Sin
embargo, apareció un halo de esperanza al plantear Sarrio la
posibilidad de unir la insuficiente agua de Boriza con las de la
hacienda de Urchel, que causalmente se ubicaban en un lugar cercano
por donde avanzaría la futura canalización. Semanas después,
comenzaron los primeros tanteos concernientes a fijar el precio que
tendría la nueva aspiración de unión de las dos fuentes. Los
maestros calcularon que se obtendrían dos abundantes tejas de agua
que servirían para nutrir ocho copiosos caños de una o dos fuentes.
El cómputo total incluyendo la construcción, mano de obra y compra
de terrenos se fijaba en 22.733 libras.
|
Paraje de la Fuente del Atochón, hoy seca |
La
reunión de la junta que debía decidir si seguir adelante con este
plan, no se celebró hasta el 24 de mayo de 1777. Los participantes
concertaron que como había pasado bastante tiempo desde el último
registro hecho en los nacimientos era recomendable que se
inspeccionaran de nuevo, más aún si cabe ante la constante falta de
precipitaciones. Como comisarios se eligió al alcalde ordinario,
Salvador Sánchez, y al regidor decano, Ramón Miralles, como
práctico a Luis de Petrel, religioso del convento de los capuchinos
de Orihuela.
Tras
la nueva comprobación, se verificó que en la hacienda de Urchel
existían dos fuentes, que producían diecinueve dedos, y la de
Boriza, cinco. Con la suma de ambas se podría poblar una fuente de
ocho caños, cada una de dos dedos. Por otro lado, en el partido de
Boriza existía la opción de lograr más flujo, puesto que en un
lugar cercano a los trabajos llevados a cabo en el otoño de 1776,
discurría alguna porción nueva y otra cercana con un cuerpo de un
dedo y medio. En cuanto a Urchel, se advirtió que de una balsa vacía
se veía manar agua, lo que abría la posibilidad de aumentar todavía
más su caudal. Con estas novedades, el experto no encontraba
inconvenientes a la hora de poner en práctica la obra.
La
junta del 7 de agosto de 1777 así como el cabildo extraordinario del
8 de agosto de 1777 aprobaron el informe de Petrel. El resultado de
este acuerdo fue la relación de testigos enviada al Consejo con el
fin de conseguir tanto la autorización para dar comienzo al
encauzamiento como el uso de recursos económicos. No cabe duda de
que el avance en este empeño supuso un soplo de aire, puesto que las
destrucciones ocasionadas por los temporales de otoño de 1776 y el
seco año de 1777 habían minado las esperanzas de los pobladores.
|
Barranco de las Fuentecillas. Al fondo las Tres Hermanas. En el paraje, las fuentes de Uchel, Boriza, Atochón y de la Gota, ya en las inmediaciones de Carrús |
De
la inclusión de la fuente del Cañaveral a la cancelación
definitiva
La
contestación del Consejo se alargó hasta el despacho de 30 de junio
de 1778, por el cual se ordenaba que se formara plano del recorrido
hasta Elche36. Para esta misión, el Ayuntamiento seleccionó a
Miguel de Francia, maestro arquitecto vecino de Crevillente, y a
Gregorio Sánchez, maestro albañil titular de la villa.
La
preocupación ante la enquistada esterilidad aumentaba, pues el
número de rogativas pro
pluvia celebradas
durante la década había sido muy alta y en su mayor parte sin
resultado.
La
respuesta a esta cuestión vino de la mano del obispo Tormo, que
acusó a la representación de comedias como las culpables de la
desgraciada realidad que se vivía, pues éstas, vetadas en la
población desde 1735, atentaban contra los valores cristianos. Con
la misión de reforzar su denuncia, expuso que Granada, aterrada por
los continuos temblores, las prohibió y la ciudad de Zaragoza había
padecido el incendio de la Casa de Comedias auspiciado
por
Dios. Ante ello, el prelado propuso que se suprimieran de nuevo, algo
que poco tiempo después decretó el propio monarca.
Mientras
tanto, dentro del consistorio ilicitano surgieron dudas, pues los
manantiales de Boriza y Urchel se encontraban en un estado tan penoso
que los costes de la construcción eran a todas luces muy elevados
para un más que probable fracaso. La desidia a la hora de elaborar
el mapa pedido por el Consejo condujo a que los duques se dirigieran
a los capitulares, en enero y marzo de 1779, con la exigencia de que
cumplieran con su obligación. A pesar todo, hasta el verano no
comenzaron los trabajos para su dibujo.
Ahora
bien, el obispo Tormoiv
enterado de esta circunstancia y en su ímpetu de que Elche paliara
su sed, envió a Miguel de Francia a examinar los cuestionados
lugares. El certificado presentado por el arquitecto no ocultaba que
corría menos agua que anteriormente. Tal era la situación que como
remedio desesperado propuso unir el venero del Cañaveral y, de esta
manera, suplir la fuente de ocho caños que se pretendía.
En
otoño de 1780 comenzó a prepararse toda la documentación para el
Consejo, pero los contratiempos no tardaron en reaparecer en lo
referente a la financiación. Además de incluirse el ofrecimiento
económico del obispo de 2.000 ducados y de la duquesa, la villa
quería pagar con el producto del sobrante de propios y arbitrios;
sin embargo, debido a la guerra con Inglaterra, se habían aumentado
las contribuciones fiscales un tercio y debían salir de estos bienes
a lo que se sumaba la cuestión de los censos. A juzgar por estos
obstáculos, el alcalde ordinario, Josef Coquillat, propuso que se
pidiera gastar parte de los 16.000 pesos del producto de saladares,
pendientes de fallo judicial acerca de su propiedad. Por mayoría, el
cabildo votó incluir esta última parte en el expediente.
A
finales de año, se conoció la noticia de la sentencia favorable del
recurso impuesto por la villa en el pleito de los saladares contra el
recién fallecido duque. Desde este momento, el cabildo debatió las
tres opciones en las que se podía emplear esta ingente cantidad de
dinero.
En
primer lugar, se trató la aspiración de construir un hospicio
destinado a los pobres, con el fin de que no llevaran una vida ociosa
y se potenciara la industria popular, tal y como recomendaba el
Consejo. No obstante, la traba que planteaba su coste casi lo
descartaba. En segundo lugar, se consideró ampliar el maltrecho
hospital comprando dos casas anexas y destinar la renta anual que
generarían los saladares en su manutención, quitando de esta forma
este gasto al Ayuntamiento.
En
último lugar, le tocó el turno al proyecto de Boriza, Urchel y
Cañaveral, el cual fue recibido con un aluvión de críticas
mayoritario, puesto que se recordó que durante estos años los
manantiales habían tenido un exiguo rendimiento y que su
desaparición era más que probable.
También
se subrayó que el desembolso para su mantenimiento sería muy alto,
porque se encontraban en parajes poco transitables y se necesitaría
a un celador. Por último, los cuatro años que necesitaba la obra
pasaban a ser el mayor escollo. Expuestas las tres alternativas,
llegó la votación y la propuesta del hospital o al menos usar pesos
en sus necesidades cotidianas fue la más seguida.
Durante
la celebración de una sesión de la junta dedicada a elaborar el
expediente requerido por Madrid, coincidió con la llegada de Josef
Tormo a la villa, al que se le expuso que la traída de agua desde
Boriza y Urchel “no podría tener efecto por la deterioración y
grande escasez a que se habían reducido”. De todas maneras, el
obispo envió a dos testigos, que evidenciaron la decadencia de los
nacimientos, porque Urchel había pasado de catorce cañas gordas a
únicamente tres o cuatro cañas; Cañaveral solo disponía de dos o
tres cañas; y Boriza estaba casi extinguido, con una o dos cañas.
La conclusión de los peritos fue la misma que la de los pobladores:
la falta de lluvia durante año y medio los había agotado e incluso
especulaban que los constantes temblores habían modificado el curso
subterráneo de las aguas.
Hasta
1782, el trazado quedó en el olvido, mas todavía faltaba el golpe
de gracia para su anulación oficial. Un vecino de Aspe defendió
ante el mitrado oriolano que en el término de su localidad todavía
existían copiosos manantiales sin uso, ubicados a un cuarto de legua
de la villa, en el barranco de Aspe. Una nueva vía quedaba abierta
para conseguir el anhelado suministro.
Al
regreso del obispo de varias visitas parroquiales, éste partió
acompañado de Miguel de Francia, Josef Gonzálvez y de varios
eclesiásticos a inspeccionar de primera mano la zon
en
cuestión. Inicialmente, marcharon a la llamada de Barrenas, donde la
calidad y abundancia de sus aguas dejaron impresionada a la comitiva.
A continuación, examinaron una fuente un poco más arriba, con la
misma riqueza pero con la mitad de caudal que la anterior. Terminado
el itinerario todos eran de la opinión de que si a éstas se les
unían otras próximas más la de Don Pedro Miralles, podrían
acequiarse a través de la orilla del cauce para surtir a Elche.
Además, contaban con la ventaja de que los propios vecinos admitían
que ninguna de ellas había sufrido disminución.
Con
la intención de fijar el venero más idóneo para un posible nuevo
diseño, la villa eligió a Blas Bernabéu y a Josef Sánchez,
regidores segundo y tercero, al experto titular, Josef Llofriu, y a
Salvador Agulló, práctico en estas materias. Ejecutada la
inspección, fijaron la de Barrenas como la más óptima, porque sus
tres fuentes eran incluso superiores a las que se explotaban en las
huertas próximas. Además, subrayaron la facilidad que supondría su
conducción.
Estudiado
el informe por el Consejo sobre la precaria situación de Boriza y
Urchel y la novedad de Barrenas, no quedó más opción que la
cancelación el año 1783. Desde este momento, abastecerse desde
Barrenas pasó a ser el deseo de todos los ilicitanos, sueño que se
hizo realidad en 1789.
iCronológicamente
se ubica entre 1760-1800, aunque su fase más crítica podemos
fijarla entre 1780-1795. BARRIENDOS, M. y LLASAT, C. (2009). “El
caso de la anomalía «Maldá» en la cuenca mediterránea
occidental (1760-1800). Un ejemplo de fuerte variabilidad
climática”. En Alberola, A. y Olcina, J. (eds.). Desastre
natural, vida cotidiana y religiosidad popular en la España moderna
y contemporánea.
San Vicente del Raspeig: Publicaciones de la Universidad de
Alicante, pp. 253-254.
iiAHME,
Documentación
municipal,
53Dº/8, Pedro
de Leguey al duque de Arcos,
17-2-1775.Documentación
municipal,
53Dº/8,
Certificación de Juan Bautista González y Pedro la Iglesia de
haber pasado al registro y tanteo del coste que tendrá la
conducción de la fuente de agua dulce del término de Aspe,
19-4-1776.
iiiAHME,
Documentación
municipal,
53Dº/8
ivEl
ilustrado Josef Tormo (obispo de Orihuela entre 1767-1790) trabajó
incesantemente en el deseo de poner fin a las carencias hídricas de
la localidad. De este modo, fue la cabeza organizadora de varias
conferencias entre las villas implicadas en el proyecto de Marcos
Evangelio de desecar la laguna de Villena. Además, puso toda su
influencia y recursos en el resto de planes hidráulicos, destacando
su aporte económico en la construcción de la cañería de Barrenas
a Elche.
Fotografías cortesía de Gonzalo Martínez Español. La que encabeza la entrada corresponde al estado actual de la balsa de Uchel, seca y envuelta por la maleza.