CAMINOS IBEROS

viernes, 24 de enero de 2014

El año de los Ibarra: la tesis doctoral de Joan Castaño

Ya hemos citado en ocasiones varios trabajos de investigación universitaria digitalizados propiciados por una acertada decisión de largo alcance de las Universidades públicas españolas al ir generalizando los formatos de intercambio digital de las tesis y memorias de licenciatura aprobadas, en cualquier caso documentos que aportan un considerable caudal de conocimientos y materiales para la reflexión a los interesados. De hecho, la sección “biblioteca digital ilicitana” se nutre en buena parte de este tipo de aportaciones. Precisamente como material del tipo citado relacionado con el evento del año de los Ibarra tenemos la tesis de Joan Castaño y García Els germans Aurelià i Pere Ibarra. Cent anys en la vida cultural d'Elx  que se encuentra digitalizada y a disposición de quien desee consultarla en el repositorio del SIBID de la UA.
Reseña:
Descripción bibliográfica y enlace de descarga:

Título: 
Cent anys en la vida cultural d'Elx: Aurelià Ibarra i Manzoni (1834-1890) i Pere Ibarra i Ruiz (1858-1934)
Autor/es: 
Director de la investigación: 
Sánchez Recio, Glicerio
Centro, Departamento o Servicio: 
Universidad de Alicante. Departamento de Humanidades Contemporáneas
Palabras clave: 
Elche | Vida cultural | Ibarra y Manzoni, Aureliano | Ibarra y Ruiz, Pedro
Área/s de conocimiento: 
Historia Contemporánea
Fecha de creación: 
2000
Fecha de publicación: 
2000
Fecha de lectura: 
30-jun-2000
URI: 
Idioma: 
cat
Tipo: 
info:eu-repo/semantics/doctoralThesis
Aparece en las colecciones:

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Castaño i Garcia, Joan.pdf                 44,82 MB                 Adobe PDF

Otro enlace: 

Cent anys en la vida cultural d'Elx: Aurelià Ibarra i Manzoni ... - RUA


 De ella poco se puede decir más allá de lo ya dicho: estamos ante la biografía más completa de Aureliano y Pedro y de la relación entre ambos hermanos. Su lectura es imprescindible para quien quiera conocer la vida cultural de este pueblo en la trayectoria vital del ambos hermanos y también después pues todo parece girar alrededor de los temas tratados por ambos; en todo caso, además destacar que en ella cobra cuerpo la idea de continuidad en el proyecto diseñado por Aureliano Ibarra de manera que no se entiende a uno sin el otro, ni es posible analizar en toda su dimensión los esfuerzos de Don Pedro si se omite esa perspectiva. Solo así se explica que un artista en ciernes como lo fue el menor de los Ibarra colgara los pinceles y los cambiara por los estudios de museística, paleografía y arqueología, disciplinas en las que Aureliano apenas tenía conocimientos o era un autodidacta (de postín, como se aprecia en las excavaciones arqueológicas y en su gran obra, la Illici..., que espero poder presentar en el blog  y en la Biblioteca Ilicitana digital  al término del año dedicado). Además en la biografía de Joan castaño Don Pedro deja de ser un erudito para convertirse en lo que realmente era, un historiador apasionado, eso sí, por nuestra ciudad, su historia, sus monumentos y su gente.
Como introducción, reproduzco en dos partes un artículo de Joan Castaño publicado en la revista La Rella en 2008, que bajo el significativo título El inventario del Museo Ibarra se resumen las peripecias del legado de Don Pedro Ibarra, así como el contenido del mismo, gracias a la inclusión del inventario manejado por Alejandro Ramos Folqués, aspecto que detalla en la tesis.

EL INVENTARIO DEL MUSEO IBARRA[1]

Joan Castaño García


La impresionante tarea erudita de Pedro Ibarra y Ruíz (1958-1934), del que conmemoramos ahora el ciento cincuenta aniversario de su nacimiento, dio, entre otros frutos, el llamado Museo Ibarra. En él, el historiador reunió todos los testimonios materiales, documentales y bibliográficos que recopiló a lo largo de su vida para que sirvieran de base a la gran Historia de Elche que había proyectado con su hermano por parte de padre Aureliano Ibarra y Manzoni (1834-1890).
La mencionada colección de antigüedades que tenía instalada en unas salas de su propia casa, en la calle Conde de Elche, fue visitada y elogiada por estudiosos, investigadores y curiosos. La prensa local destaca alguna de estas visitas, como las del catedrático Odón de Buen (1906), de el ex ministro Juan de la Cierva (1922), de un centenar de alumnos de la Escuela de Comercio de Alicante (1923), del erudito valenciano Nicolau Primitiu Gómez (1924), del escritor Mariano Roso de Luna (1925), de la escritora argentina Angelina Bescos (1926), del Duque de Alba, Presidente de la Real Academia de la Historia, con el Marqués de Rafal y José M. Sierra, Marqués de Arneva (1928), etc. Sin embargo, los ilicitanos, más preocupados por la prosperidad económica que por la cultural, no tenían mucha consideración por la obra de Ibarra. Un buen resumen de la mentalidad de la época al respecto son las palabras de un Concejal de los años veinte, que refiriéndose a esta colección, manifestó: Eso no sirve para nada[2].
En la segunda década del siglo XX, cuando Ibarra ya había cumplido los sesenta años, se detectan en la prensa local algunas iniciativas destinadas a asegurar el futuro de su colección. La primera que hemos localizado es de 1922 cuando a propuesta del Gobernador Civil de Alicante se constituyó la Comisión Provincial de Monumentos, formada por todos los académicos alicantinos: Pedro Ibarra, Cristóbal Pacheco, el general Miguel de Elizaicín y el canónigo Elías Abad, de la Real Academia de la Historia y José Guardiola, Vicente Bañuls y Oscar Esplá, de la de Bellas Artes. Esta comisión inició los trabajos para constituir un Museo Provincial donde incluir todas las colecciones locales. El mismo Ibarra, que veía en este proyecto una buena solución para su propio museo, ya que no se fiaba de la voluntad ni de los medios de los ilicitanos, fue el encargado de redactar el proyecto que fué sometido a la Academia de la Historia. En el planteamiento quedaba bien claro que las diferentes colecciones locales se expondrían por separado, sin mezclar unas con otras, precaución que servía para evidenciar el origen de las piezas y mantenerlas inseparablemente unidas con el nombre del pueblo de procedencia.
En Elche la propuesta no fue bien aceptada. La rivalidad histórica Elche-Alicante hacía que el proyecto se viera como un expolio que la capital provincial hacía del patrimonio histórico ilicitano y eso a pesar de la implicación directa de Ibarra –del que se hablaba como posible director del nuevo Museo–, que tenía puestos los ojos en miras más elevadas, ya que no tenía herederos familiares ni intelectuales que siguieran su trabajo. En algunos círculos locales, liderados por el tradicionalista José Pascual y Urbán, entonces Diputado provincial, se intentó solucionar el problema proponiendo que el Ayuntamiento de Elche concediera a Ibarra una pensión vitalicia para que se dedicara completamente al estudio y la investigación y después de su muerte, que su colección se transformara en un museo municipal. A pesar de que a esta iniciativa se adhirieron las sociedades culturales locales Blanco y Negro, Coro Clavé y Popular Coro Clavé, Pedro Ibarra, después de una larga vida de trabajo en solitario y marcada por las incomprensiones de sus conciudadanos, asistía perplejo e incrédulo a esta campaña, Contestó públicamente con un artículo de prensa donde, con palabras cargadas de ironía y amargura, indicaba que él era muy consciente de las consecuencias de su decisión de sacrificar su existencia al estudio del pasado ilicitano, precisamente en una ciudad muy materialista. Y rechazaba la propuesta de recibir una pensión porque ¿Puede tomarse en serio lo de la pensión vitalicia para un hombre que no es un gandul, que no está inútil para el trabajo y que aún puede ganársela?[3].
En los años siguientes, las dos iniciativas mencionadas siguieron debatiéndose. Nuestro personaje se decantaba por el museo provincial al considerar que un museo en Elche no tendría ningún futuro, que no veía en la ciudad ninguna persona dedicada al estudio que pudiera continuar su labor y, sobre todo, que Todo mi ser, toda mi labor de cuarenta años, no puedo, ni debo, ni quiero dejarla a merced de de quienes, por ignorancia o malicia, destruyen en cuatro idas y venidas un estudio arqueológico que solo con no cuidarle se deteriora y pierde.[4] En Elche, por el contrario, se creó una comisión municipal destinada a negociar la compra de la colección por la propia ciudad.
La decisión de la Diputación de materializar el paso de la colección Ibarra al Museo Provincial en 1927 desencadenó en Elche una fuerte polémica que podemos seguir en las páginas del semanario Elche, órgano escrito de la federación de Sociedades en Pro de la Cultura, que intentaba , sin éxito, unificar esfuerzos y evitar la atomización de las sociedades culturales ilicitanas. La federación criticaba duramente la salida del museo, lo que representaba un despojo de nuestra riqueza artística y apelaba al ilicitanismo de Ibarra para que este consintiera en vender su colección al pueblo de Elche. Es más, insistía en el interés de crear un museo municipal bien contando con Ibarra  o bien sin él, si por obcecaciones que, aunque lamentables, son dignas de respeto, no quiere aportar la colección que él y los ilicitanos han reunido en su domicilio[5].
Finalmente, Pedro Ibarra, que en esta última etapa de su vida evolucionó hacia posturas más conservadoras, no tomó ninguna decisión sobre el futuro de su colección, que continuó bajo su exclusiva responsabilidad. Después de su muerte, el 8 de enero de 1934, el Ayuntamiento de Elche acordó manifestar el sentimiento por su pérdida, organizar un homenaje en su memoria y, a propuesta del Concejal Agulló Soler, hacer las gestiones pertinentes ante la viuda para evitar la desaparición de su colección de antigüedades.
Un año después, el Alcalde Joaquín Santo García rendía cuenta de las gestiones hechas para que el Museo de Ibarra pasara a ser propiedad municipal. En concreto, se había propuesto la creación de una asociación denominada Amigos del Museo Ilicitano que estuviera a cargo de mantener abierta al publico la colección mencionada. La viuda de Ibarra, Isabel Martínez Nadal, estaba dispuesta a ceder el museo a cambio de una pensión vitalicia equivalente al sueldo que nuestro personaje había cobrado en vida por su cargo de archivero-bibliotecario municipal. La mencionada asociación se dedicaría al fomento, la conservación y el desarrollo del museo y estaría formada por el Alcalde de Elche como presidente honorario, un Vicepresidente que actuaría como presidente efectivo y un conjunto de vocales en representación de la Comisión Provincial de Monumentos, del Instituto de Segunda Enseñanza de Elche, del cuerpo de Sanidad, del de Abogados, del (de) Magisterio, de las sociedades obreras y patronales, de las sociedades culturales y de la prensa local, así como algunas personas particulares de probada afección a la historia y las antigüedades de la ciudad, como era del caso de Asunción Ibarra Santamaría –hija de Aureliano Ibarra–, Manuel Pomares Ibarra, Leopoldo Gonzálvez Serrano, Juan Orts Román y Alejandro Ramos Folqués. Los recursos económicos de esta asociación, que nunca llegó a funcionar, estarían formados por las subvenciones oficiales, por el importe de las entradas para visitar el museo y otros lugares notables de Elche y por la venta de publicaciones. Los amigos del Museo se comprometían también a editar obras inéditas de Ibarra y a solicitar ayudas para hacer excavaciones arqueológicas en la ciudad. La corporación, al mismo tiempo, decidió que la plaza de archivero-Bibliotecario, que tenía una asignación anual de 3.000 pesetas, se incrementara en otras 2.000 y que llevara unida la tarea de arqueólogo y conservador del museo, cosa que pone de manifiesto la voluntad de mantener abierto el Museo de Ibarra, convertido a hora en Museo Municipal[6].
El primer paso fue la confección de un inventario de la colección con el fin de poder firmar el correspondiente documento de cesión. La redacción efectiva la llevaron a término Juan Orts Román y Julio Ramón Segrelles por imposibilidad de los otros dos comisionados: Leopoldo Gonzálvez Serrano, que estaba enfermo, y Alejandro Ramos Folqués, que se encontraba opositando fuera de Elche. Los redactores del documento, que se conserva en el expediente municipal sobre el Museo, se basaron en el manuscrito de Ibarra Catálogo del tesorillo de un amante de su pueblo, fechado en 1911, que recogía la descripción de los objetos del Museo hecha por el mismo historiador. Sin embargo, este original quedó en manos de la viuda  sin que actualmente esté localizado, como tampoco lo está la copia de trabajo que se hizo. Por eso actualmente nos resulta imposible conocer detalladamente la composición del museo y solo podemos tener una idea aproximada de su alcance general a partir de este inventario –que por su interés, reproducimos en el apéndice fina– complementado por las descripciones publicadas por Pedro Ibarra en su libro Elche: materiales para su historia (Cuenca, 1926), como es el caso de la colección de cajas con fragmentos cerámicos o la parte de su biblioteca dedicada a libros relacionados con Elche.
Las exigencias burocráticas, como la petición a la viuda de un documento notarial que probara su condición de propietaria legal del  Museo, y la falta de recursos económicos, hizo que los tramites se alargaran sin que se llegara a hacer efectivo ningún pago de la pensión estipulada como precio de compra. Y el estallido de la Guerra Civil en julio de 1936 dejó totalmente aparcado el asunto. No se tomó ninguna decisión ni por las autoridades municipales ni por los herederos de Ibarra que desestimaron algunas ofertas de compra por parte de instituciones extranjeras como el Instituto Arqueológico de Berlín, del que había sido Pedro Ibarra soci ab epistulis desde abril de 1897.
En junio de 1939, Alejandro Ramos Folqués, que había sido nombrado archivero municipal terminada la guerra, propuso que se otorgara a Isabel Martínez la pensión que se había aprobado en 1935 y que el Museo de Ibarra pasara definitivamente a manos municipales[7]. El Ayuntamiento estudió los antecedentes documentales del asunto y el mismo Ramos Folqués presentó un informe donde, a partir del inventario hecho en el año 35, se había comprobado el estado de la colección,
Comprobación que ha dado resultado satisfactoria, pues entre los nueve mil objetos que aproximadamente integran las diversas colecciones que forma el museo, hemos podido comprobar que allí subsisten objetos y libros que en el mencionado escrito se expresaba no habían sido encontrados y entre ellos merecen mencionarse las monedas de Plotina, Julia Domina y Constantino I, así como dos monedas de oro de los emperadores Honorio y Teodosio, cuatro incunables de gran valor y otros libros no relacionados en el escrito de referencia.[8]

Sin embargo también se hacía constar la desaparición de otros objetos que constaban en el inventario, como dos monedas árabes de oro –Ramos indica que podía tratarse de un error, por consignarse en el inventario como árabes y no como romanas–, algunos folletos y libros de poca importancia y dos recipientes ibéricos de La Alcudia que se habían roto al caer la leja de madera en el que estaban situados.
El interés de este informe, del que quedo enterado la Corporación en la sesión del 5 de julio de 1939, es evidente: la dociumentación oficial pone de manifiesto que, salvo unos pocos objetos, el Museo de Ibarra se encontraba intacto desde la muerte de su creador y ello pese a las penurias económicas pasadas por su viuda, agravadas por los efectos de la guerra. Es decir, que la pérdida y la dispersión de objetos de la colección solo cabe atribuirlos a la misma intervención municipal como veremos a continuación, y como presagiaba y temía el mismo Ibarra.
El Ayuntamiento, a la vista de la documentación referida, gestionó el traspaso del museo, autorizó el pago de 7.500 pesetas a Isabel Martínez a cuenta de las pensiones que se le debían, y en diciembre del mismo 39 se tomó el acuerdo oficial de adquisición del museo[9].
Es precisamente a partir de este punto cuando se inicia un proceso de degradación y abandono del museo que le haría menguar y acabar con su unidad. Según testimonio de los familiares de Ibarra, ya que no hemos encontrado otra documentación al respecto, las salas de la casa en que estaba situada la colección fueron inicialmente precintadas y posteriormente se volvieron a abrir al público a cargo del municipio. Sin embargo, desde la muerte de Isabel Martínez, en 1946, la casa fue vendida por sus herederos, lo que obligó a vaciarla. Los documentos y libros se repartieron entre el Archivo y la Biblioteca Municipales y las antigüedades fueron empaquetadas en cajas y almacenadas en sucesivos locales donde padecieron la incuria del tiempo, los efectos de la humedad y el menosprecio de los responsables: una casa en la Calle San Isidro, la casa de las Palomas en el Hort del Colomer o Parque Municipal, de donde hubieron que ser sacadas a toda prisa momentos antes de su derribo, porque nadie recordaba la presencia de las cajas del museo y, finalmente, el semisótano construido a la entrada del mencionado Parque de este lugar, donde se hizo una primera exposición dedicada a la figura del historiador ilicitano, pasó a los almacenes del Museo Arqueológico Municipal, instalado en el Palacio de Altamira y convertido en el actual MAHE.

(continuará)




[1] Original publicado en valencianocatalanobalear en La Rella nº 21, p. 141-157. La traducción y aligeramiento de contenido de las notas es responsabilidad del autor de la entrada. En consecuencia para cualquier uso académico se recomienda volver al original citado.
[2] Respecto a la colección de antigüedades de D. Pedro Ibarra y su  evolución, V. Els germans Aurelià i Pere Ibarra...
[3] Pedro Ibarra. Vivamos en la realidad..., Nueva Illice, 20-V-1923
[4] Pedro Ibarra. Carta abierta, La Defensa, 2-VII-1925
[5] El Museo Illicitano. Elche, 27-XI-1927
[6] AHME. Plenario del 30_1-1935
[7] AHME, Interesando la creación del Museo Municipal y que se conceda a..., Sig. 170/50
[8] AHME. Informe sobre el Museo de D. Poedro Ibarra Ruíz y acuerdo recaido, Sig. 170/61
[9] AHME. Plenario del 22-XII-1939

Las fotografías se han tomado del blog http://blogs.ua.es/pedroibarraruiz/


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