Ya
hemos citado en ocasiones varios trabajos de investigación universitaria digitalizados propiciados por una acertada decisión de largo alcance de
las Universidades públicas españolas al ir generalizando los formatos de intercambio digital de las tesis y memorias de licenciatura
aprobadas, en cualquier caso documentos que aportan un considerable caudal de conocimientos y
materiales para la reflexión a los interesados. De hecho, la sección
“biblioteca digital ilicitana” se nutre en buena parte de este tipo de
aportaciones. Precisamente como material del tipo citado relacionado con el evento del año de
los Ibarra tenemos la tesis de Joan Castaño y García Els germans Aurelià i Pere Ibarra. Cent anys en la vida cultural d'Elx que se encuentra digitalizada y a disposición de quien desee consultarla en el
repositorio del SIBID de la UA.
Reseña:
Descripción
bibliográfica y enlace de descarga:
Título:
|
Cent anys
en la vida cultural d'Elx: Aurelià Ibarra i Manzoni (1834-1890) i Pere Ibarra
i Ruiz (1858-1934)
|
Autor/es:
|
|
Director de la investigación:
|
Sánchez
Recio, Glicerio
|
Centro, Departamento o
Servicio:
|
Universidad
de Alicante. Departamento de Humanidades Contemporáneas
|
Palabras clave:
|
Elche | Vida
cultural | Ibarra y Manzoni, Aureliano | Ibarra
y Ruiz, Pedro
|
Área/s de conocimiento:
|
Historia
Contemporánea
|
Fecha de creación:
|
2000
|
Fecha de publicación:
|
2000
|
Fecha de lectura:
|
30-jun-2000
|
URI:
|
|
Idioma:
|
cat
|
Tipo:
|
info:eu-repo/semantics/doctoralThesis
|
Aparece en las colecciones:
|
Archivo Tamaño Formato
Castaño
i Garcia, Joan.pdf 44,82
MB Adobe PDF
Otro enlace:
Cent anys en la vida cultural d'Elx: Aurelià Ibarra i Manzoni ... - RUA
De ella poco se puede decir más allá de lo
ya dicho: estamos ante la biografía más completa de Aureliano y Pedro y de la relación entre ambos hermanos. Su lectura es imprescindible para quien quiera conocer la vida cultural de este pueblo en la trayectoria vital del ambos hermanos y también después pues todo parece girar alrededor de los temas tratados por ambos; en todo caso, además destacar que en ella cobra cuerpo la
idea de continuidad en el proyecto diseñado por Aureliano Ibarra de manera que
no se entiende a uno sin el otro, ni es posible analizar en toda su dimensión
los esfuerzos de Don Pedro si se omite esa perspectiva. Solo así se explica que
un artista en ciernes como lo fue el menor de los Ibarra colgara los pinceles y
los cambiara por los estudios de museística, paleografía y arqueología,
disciplinas en las que Aureliano apenas tenía conocimientos o era un
autodidacta (de postín, como se aprecia en las excavaciones arqueológicas y en
su gran obra, la Illici..., que espero poder presentar en el blog y en la Biblioteca Ilicitana digital al término del año dedicado). Además en la biografía de Joan castaño Don
Pedro deja de ser un erudito para convertirse en lo que realmente era, un
historiador apasionado, eso sí, por nuestra ciudad, su historia, sus monumentos
y su gente.
Como
introducción, reproduzco en dos partes un artículo de Joan Castaño publicado en la revista La Rella en 2008, que bajo el significativo título El inventario del Museo Ibarra se resumen las peripecias del legado de Don Pedro Ibarra, así como el contenido
del mismo, gracias a la inclusión del inventario manejado por Alejandro Ramos Folqués, aspecto que detalla en la tesis.
Joan Castaño García
La impresionante tarea erudita de
Pedro Ibarra y Ruíz (1958-1934), del que conmemoramos ahora el ciento
cincuenta aniversario de su nacimiento, dio, entre otros frutos, el llamado Museo
Ibarra. En él, el historiador reunió todos los testimonios materiales,
documentales y bibliográficos que recopiló a lo largo de su vida para que
sirvieran de base a la gran Historia de Elche que había proyectado con
su hermano por parte de padre Aureliano Ibarra y Manzoni (1834-1890).
La mencionada colección de
antigüedades que tenía instalada en unas salas de su propia casa, en la calle
Conde de Elche, fue visitada y elogiada por estudiosos, investigadores y
curiosos. La prensa local destaca alguna de estas visitas, como las del
catedrático Odón de Buen (1906), de el ex ministro Juan de la Cierva (1922), de
un centenar de alumnos de la Escuela de Comercio de Alicante (1923), del
erudito valenciano Nicolau Primitiu Gómez (1924), del escritor Mariano Roso de
Luna (1925), de la escritora argentina Angelina Bescos (1926), del Duque de
Alba, Presidente de la Real Academia de la Historia, con el Marqués de Rafal y
José M. Sierra, Marqués de Arneva (1928), etc. Sin embargo, los ilicitanos, más
preocupados por la prosperidad económica que por la cultural, no tenían mucha
consideración por la obra de Ibarra. Un buen resumen de la mentalidad de la
época al respecto son las palabras de un Concejal de los años veinte, que
refiriéndose a esta colección, manifestó: Eso no sirve para nada[2].
En la segunda década del siglo
XX, cuando Ibarra ya había cumplido los sesenta años, se detectan en la prensa
local algunas iniciativas destinadas a asegurar el futuro de su colección. La
primera que hemos localizado es de 1922 cuando a propuesta del Gobernador Civil
de Alicante se constituyó la Comisión Provincial de Monumentos, formada por
todos los académicos alicantinos: Pedro Ibarra, Cristóbal Pacheco, el general
Miguel de Elizaicín y el canónigo Elías Abad, de la Real Academia de la
Historia y José Guardiola, Vicente Bañuls y Oscar Esplá, de la de Bellas Artes.
Esta comisión inició los trabajos para constituir un Museo Provincial donde
incluir todas las colecciones locales. El mismo Ibarra, que veía en este
proyecto una buena solución para su propio museo, ya que no se fiaba de la voluntad
ni de los medios de los ilicitanos, fue el encargado de redactar el proyecto
que fué sometido a la Academia de la Historia. En el planteamiento quedaba bien
claro que las diferentes colecciones locales se expondrían por separado, sin
mezclar unas con otras, precaución que servía para evidenciar el origen de las
piezas y mantenerlas inseparablemente unidas con el nombre del pueblo de
procedencia.
En Elche la propuesta no fue bien
aceptada. La rivalidad histórica Elche-Alicante hacía que el proyecto se viera
como un expolio que la capital provincial hacía del patrimonio histórico
ilicitano y eso a pesar de la implicación directa de Ibarra –del que se hablaba
como posible director del nuevo Museo–, que tenía puestos los ojos en miras más
elevadas, ya que no tenía herederos familiares ni intelectuales que siguieran
su trabajo. En algunos círculos locales, liderados por el tradicionalista José
Pascual y Urbán, entonces Diputado provincial, se intentó solucionar el problema
proponiendo que el Ayuntamiento de Elche concediera a Ibarra una pensión
vitalicia para que se dedicara completamente al estudio y la investigación y
después de su muerte, que su colección se transformara en un museo municipal. A
pesar de que a esta iniciativa se adhirieron las sociedades culturales locales
Blanco y Negro, Coro Clavé y Popular Coro Clavé, Pedro Ibarra, después de una
larga vida de trabajo en solitario y marcada por las incomprensiones de sus
conciudadanos, asistía perplejo e incrédulo a esta campaña, Contestó
públicamente con un artículo de prensa donde, con palabras cargadas de ironía y
amargura, indicaba que él era muy consciente de las consecuencias de su
decisión de sacrificar su existencia al estudio del pasado ilicitano, precisamente
en una ciudad muy materialista. Y rechazaba la propuesta de recibir una pensión
porque ¿Puede tomarse en serio lo de la pensión vitalicia para un hombre que
no es un gandul, que no está inútil para el trabajo y que aún puede ganársela?[3].
En los años siguientes, las dos
iniciativas mencionadas siguieron debatiéndose. Nuestro personaje se decantaba
por el museo provincial al considerar que un museo en Elche no tendría ningún
futuro, que no veía en la ciudad ninguna persona dedicada al estudio que pudiera
continuar su labor y, sobre todo, que Todo mi ser, toda mi labor de cuarenta
años, no puedo, ni debo, ni quiero dejarla a merced de de quienes, por
ignorancia o malicia, destruyen en cuatro idas y venidas un estudio
arqueológico que solo con no cuidarle se deteriora y pierde.[4] En Elche, por el
contrario, se creó una comisión municipal destinada a negociar la compra de la
colección por la propia ciudad.
La decisión de la Diputación de
materializar el paso de la colección Ibarra al Museo Provincial en 1927 desencadenó
en Elche una fuerte polémica que podemos seguir en las páginas del semanario Elche,
órgano escrito de la federación de Sociedades en Pro de la Cultura, que
intentaba , sin éxito, unificar esfuerzos y evitar la atomización de las
sociedades culturales ilicitanas. La federación criticaba duramente la salida
del museo, lo que representaba un despojo de nuestra riqueza artística y
apelaba al ilicitanismo de Ibarra para que este consintiera en vender su
colección al pueblo de Elche. Es más, insistía en el interés de crear un museo
municipal bien contando con Ibarra o bien
sin él, si por obcecaciones que, aunque lamentables, son dignas de respeto, no
quiere aportar la colección que él y los ilicitanos han reunido en su domicilio[5].
Finalmente, Pedro Ibarra, que en
esta última etapa de su vida evolucionó hacia posturas más conservadoras, no
tomó ninguna decisión sobre el futuro de su colección, que continuó bajo su
exclusiva responsabilidad. Después de su muerte, el 8 de enero de 1934, el Ayuntamiento
de Elche acordó manifestar el sentimiento por su pérdida, organizar un homenaje
en su memoria y, a propuesta del Concejal Agulló Soler, hacer las gestiones
pertinentes ante la viuda para evitar la desaparición de su colección de
antigüedades.
Un año después, el Alcalde
Joaquín Santo García rendía cuenta de las gestiones hechas para que el Museo de
Ibarra pasara a ser propiedad municipal. En concreto, se había propuesto la
creación de una asociación denominada Amigos del Museo Ilicitano que
estuviera a cargo de mantener abierta al publico la colección mencionada. La
viuda de Ibarra, Isabel Martínez Nadal, estaba dispuesta a ceder el museo a
cambio de una pensión vitalicia equivalente al sueldo que nuestro personaje
había cobrado en vida por su cargo de archivero-bibliotecario municipal. La
mencionada asociación se dedicaría al fomento, la conservación y el desarrollo
del museo y estaría formada por el Alcalde de Elche como presidente honorario,
un Vicepresidente que actuaría como presidente efectivo y un conjunto de
vocales en representación de la Comisión Provincial de Monumentos, del
Instituto de Segunda Enseñanza de Elche, del cuerpo de Sanidad, del de
Abogados, del (de) Magisterio, de las sociedades obreras y patronales, de las
sociedades culturales y de la prensa local, así como algunas personas
particulares de probada afección a la historia y las antigüedades de la ciudad,
como era del caso de Asunción Ibarra Santamaría –hija de Aureliano Ibarra–,
Manuel Pomares Ibarra, Leopoldo Gonzálvez Serrano, Juan Orts Román y Alejandro
Ramos Folqués. Los recursos económicos de esta asociación, que nunca llegó a
funcionar, estarían formados por las subvenciones oficiales, por el importe de
las entradas para visitar el museo y otros lugares notables de Elche y por la
venta de publicaciones. Los amigos del Museo se comprometían también a editar
obras inéditas de Ibarra y a solicitar ayudas para hacer excavaciones
arqueológicas en la ciudad. La corporación, al mismo tiempo, decidió que la
plaza de archivero-Bibliotecario, que tenía una asignación anual de 3.000
pesetas, se incrementara en otras 2.000 y que llevara unida la tarea de arqueólogo
y conservador del museo, cosa que pone de manifiesto la voluntad de mantener
abierto el Museo de Ibarra, convertido a hora en Museo Municipal[6].
El primer paso fue la confección
de un inventario de la colección con el fin de poder firmar el correspondiente
documento de cesión. La redacción efectiva la llevaron a término Juan Orts
Román y Julio Ramón Segrelles por imposibilidad de los otros dos comisionados:
Leopoldo Gonzálvez Serrano, que estaba enfermo, y Alejandro Ramos Folqués, que
se encontraba opositando fuera de Elche. Los redactores del documento, que se
conserva en el expediente municipal sobre el Museo, se basaron en el manuscrito
de Ibarra Catálogo del tesorillo de un amante de su pueblo, fechado en
1911, que recogía la descripción de los objetos del Museo hecha por el mismo
historiador. Sin embargo, este original quedó en manos de la viuda sin que actualmente esté localizado, como tampoco
lo está la copia de trabajo que se hizo. Por eso actualmente nos resulta
imposible conocer detalladamente la composición del museo y solo podemos tener
una idea aproximada de su alcance general a partir de este inventario –que por
su interés, reproducimos en el apéndice fina– complementado por las
descripciones publicadas por Pedro Ibarra en su libro Elche: materiales para
su historia (Cuenca, 1926), como es el caso de la colección de cajas con
fragmentos cerámicos o la parte de su biblioteca dedicada a libros relacionados
con Elche.
Las exigencias burocráticas, como
la petición a la viuda de un documento notarial que probara su condición de
propietaria legal del Museo, y la falta
de recursos económicos, hizo que los tramites se alargaran sin que se llegara a
hacer efectivo ningún pago de la pensión estipulada como precio de compra. Y el
estallido de la Guerra Civil en julio de 1936 dejó totalmente aparcado el
asunto. No se tomó ninguna decisión ni por las autoridades municipales ni por
los herederos de Ibarra que desestimaron algunas ofertas de compra por parte de
instituciones extranjeras como el Instituto
Arqueológico de Berlín, del que había sido Pedro Ibarra soci ab
epistulis desde abril de 1897.
En junio de 1939, Alejandro Ramos Folqués, que había sido
nombrado archivero municipal terminada la guerra, propuso que se otorgara a
Isabel Martínez la pensión que se había aprobado en 1935 y que el Museo de
Ibarra pasara definitivamente a manos municipales[7]. El
Ayuntamiento estudió los antecedentes documentales del asunto y el mismo Ramos
Folqués presentó un informe donde, a partir del inventario hecho en el año 35,
se había comprobado el estado de la colección,
Comprobación que ha dado
resultado satisfactoria, pues entre los nueve mil objetos que aproximadamente
integran las diversas colecciones que forma el museo, hemos podido comprobar
que allí subsisten objetos y libros que en el mencionado escrito se expresaba
no habían sido encontrados y entre ellos merecen mencionarse las monedas de
Plotina, Julia Domina y Constantino I, así como dos monedas de oro de los emperadores
Honorio y Teodosio, cuatro incunables de gran valor y otros libros no relacionados
en el escrito de referencia.[8]
Sin embargo también se hacía constar la desaparición de
otros objetos que constaban en el inventario, como dos monedas árabes de oro
–Ramos indica que podía tratarse de un error, por consignarse en el inventario
como árabes y no como romanas–, algunos folletos y libros de poca importancia y
dos recipientes ibéricos de La Alcudia
que se habían roto al caer la leja de madera en el que estaban situados.
El interés de este informe, del
que quedo enterado la Corporación en la sesión del 5 de julio de 1939, es
evidente: la dociumentación oficial pone de manifiesto que, salvo unos pocos
objetos, el Museo de Ibarra se encontraba intacto desde la muerte de su creador
y ello pese a las penurias económicas pasadas por su viuda, agravadas por los
efectos de la guerra. Es decir, que la pérdida y la dispersión de objetos de la
colección solo cabe atribuirlos a la misma intervención municipal como veremos
a continuación, y como presagiaba y temía el mismo Ibarra.
El Ayuntamiento, a la vista de la
documentación referida, gestionó el traspaso del museo, autorizó el pago de
7.500 pesetas a Isabel Martínez a cuenta de las pensiones que se le debían, y
en diciembre del mismo 39 se tomó el acuerdo oficial de adquisición del museo[9].
Es precisamente a partir de este
punto cuando se inicia un proceso de degradación y abandono del museo que le
haría menguar y acabar con su unidad. Según testimonio de los familiares de
Ibarra, ya que no hemos encontrado otra documentación al respecto, las salas de
la casa en que estaba situada la colección fueron inicialmente precintadas y
posteriormente se volvieron a abrir al público a cargo del municipio. Sin
embargo, desde la muerte de Isabel Martínez, en 1946, la casa fue vendida por
sus herederos, lo que obligó a vaciarla. Los documentos y libros se repartieron
entre el Archivo y la Biblioteca Municipales y las antigüedades fueron empaquetadas
en cajas y almacenadas en sucesivos locales donde padecieron la incuria del
tiempo, los efectos de la humedad y el menosprecio de los responsables: una
casa en la Calle San Isidro, la casa de las Palomas en el Hort del Colomer o Parque Municipal, de donde hubieron que ser sacadas a toda prisa momentos
antes de su derribo, porque nadie recordaba la presencia de las cajas del museo
y, finalmente, el semisótano construido a la entrada del mencionado Parque de
este lugar, donde se hizo una primera exposición dedicada a la figura del
historiador ilicitano, pasó a los almacenes del Museo Arqueológico Municipal,
instalado en el Palacio de Altamira y convertido en el actual MAHE.
(continuará)
[1] Original publicado en
valencianocatalanobalear en La Rella nº 21, p. 141-157. La traducción y
aligeramiento de contenido de las notas es responsabilidad del autor de la
entrada. En consecuencia para cualquier uso académico se recomienda volver al
original citado.
[2] Respecto a la colección de
antigüedades de D. Pedro Ibarra y su
evolución, V. Els germans Aurelià i Pere Ibarra...
[3] Pedro Ibarra. Vivamos
en la realidad..., Nueva Illice, 20-V-1923
[4] Pedro Ibarra. Carta
abierta, La Defensa, 2-VII-1925
[5] El Museo Illicitano.
Elche, 27-XI-1927
[6] AHME. Plenario del
30_1-1935
[7] AHME, Interesando la
creación del Museo Municipal y que se conceda a..., Sig. 170/50
[8] AHME. Informe sobre el
Museo de D. Poedro Ibarra Ruíz y acuerdo recaido, Sig. 170/61
No hay comentarios:
Publicar un comentario