El pleno de la
Diputación celebrado el 15 de enero patentizaba las enésimas urgencias económicas
que padecían las partidas comandadas por el coronel Jaramillo. La penuria obligó
a que la Diputación recurriese al Intendente de la provincia a fin de que le
anticipase 6.000 reales, que serían reintegrados con la primera remesa de
fondos que se ingresara en la depositaria provincial[1].
El pleno de 28 de enero dio lectura a una carta del Intendente manifestando la imposibilidad
de anticipar los 6.000 reales de ayuda a las partidas volantes. Asimismo un
oficio del Intendente dirigido al jefe político expresaba la imposibilidad de
suspender el apremio contra el pueblo de Novelda, a causa del impago de contribuciones,
sin aceptar el pretexto de haber invertido algunos fondos en la manutención de
la partida volante constitucional. Una vez más, Jaramillo manifestaba la absoluta
carencia de medios para auxiliar a las patrullas. El presidente acordó la
entrega de 8.000 reales al jefe político en auxilio de las fuerzas de Jaramillo,
propios del fondo destinado a armamento de la Milicia Local Nacional[2].
El 18 de marzo el
Barbudo y su cuadrilla se entregaron a las autoridades de Jumilla acogiéndose
al indulto. El 26 de marzo se le esperaba en Chinchilla, había prometido mandar
una partida de voluntarios y emplearse en perseguir malhechores y enemigos de
la estabilidad del sistema constitucional[3].
El Diario Constitucional expresa: “Jaime Alfonso (alias el Barbud) con toda
su partida que por espacio de 21 años se ha sostenido en las Sierras de
Crevillente, entregado al robo y al latrocinio, habiendo hecho inútiles los
esfuerzos de cuantas tropas se habían mandado contra él para capturarle, se ha
presentado al indulto en el pueblo de Jumilla con su partida, convirtiéndose en
defensor de los derechos del hombre en sociedad[4].”
La incorporación de Jaime Alfonso a la defensa del orden constitucional
comenzaba a dar frutos positivos. A comienzos de abril detuvo a 17 individuos
que formaban parte de un grupo de 79 presos liberados por el faccioso
Villaescusa cuando eran transportados a Cartagena. A su vez los actos de Jaime tenían
un efecto añadido, ya que siguiendo la estela del bandolero, se habían acogido
al indulto una facción de Novelda y otra de Agost, más unos cuantos persas del
pueblo de Muchamiel[5].
El 7 de abril de 1823
irrumpen en España los cien mil hijos de San Luis capitaneados por el Duque de
Angulema con el propósito de restituir a Fernando VII en el trono absolutista. El
ejército galo fue paulatinamente venciendo la resistencia, hasta que Cádiz, el
último reducto liberal claudicó el 1 de octubre. El Barbudo no tardó en mudarse
al bando realista: Jaime Alfonso (alias
el Barbut) se ha pasado a los facciosos. ¡Cuanto se nos ocurrió cuando vimos
que éste y otros de su laya en virtud del indulto se presentaron en esta
capital con el trofeo de sus robos y asesinatos insultando a las justicia![6]. Idéntico
rotativo señala que Jaime el Barbudo y 21 de sus secuaces habían sido apresados
por los franceses, pese a que Jaime había sido paladín de la fe, con la
consiguiente satisfacción del articulista[7].
El Conde de Carnarvon
recorría la Península en 1823 cuando Jaime
el Valenciano se adscribió nuevamente a la causa realista. El Conde daba
buena cuenta del ascendiente que tenía Jaime sobre los habitantes de la
comarca, constatando el reparto del botín entre las clases más necesitadas:
“Estando yo en Valencia, este poderoso aventurero pagaba los
impuestos de por lo menos cinco aldeas
situadas dentro de los límites del territorio montañoso sobre el que durante años
fue rey casi absoluto, las autoridades le temían y le festejaban, y los pobres
le amaban y le temían como a su señor natural(…) Tenía a honra proteger a los
campesinos que se adherían entusiásticamente a su causa y se decía que a veces,
cuando una pareja de enamorados pertenecientes a familias fieles a él, no
podían casarse por falta de dinero, Jaime resolvía el problema dando a la novia
dote suficiente y apareciendo en plena boda en traje de ladrón, asistiendo al
baile, sacando a la novia a bailar, besándola en las mejillas con un ardor que
el novio perdonaba sin gran esfuerzo y desapareciendo entre los aplausos
ruidosos de los campesinos(…) Era raro que desvalijase del todo a los viajeros,
limitándose más bien a cobrarles un porcentaje de lo que llevaban…”
(Conde de Carnarvon, 1967, 100-102)
La militancia en las
filas absolutistas le proporcionó el indulto de la Corona y Jaime fue designado
sargento mayor de una partida realista. Se empleó en la persecución de
malhechores y desafectos al nuevo sistema cobrando una asignación económica del
Consistorio de Murcia. En el diario El Semanario Murciano de 16 de marzo de
1879, dentro de las consultas de lectores, se formulaba la pregunta ¿por qué
concepto recibía Jaime Alfonso un socorro mensual del Ayuntamiento de Murcia en
el año 1823? El redactor afirmaba que por su condición de realista, fiel
partidario del Trono y el Altar, exponiendo que:“…Restablecido en 1823 el régimen absoluto, Jaime, bien espontáneamente
porque creyese que debía contribuir a asegurarlo en nuestra comarca, bien
mandado por el nuevo Ayuntamiento realista de Murcia (que ó consideró aún
necesarios y eficaces sus servicios o buscó sólo un pretexto para premiarle los
antiguos) siguió recorriendo con su gente el país murciano, de capitán de
realistas, y en tal concepto recibía de cuando en cuando socorros pecuniarios
del Ayuntamiento. Lo que no sé si es un socorro mensual y fijo, efectivamente;
creo que no. Al mismo tiempo que la de Jaime, existían otras varias partidas
realistas, a las cuales el Ayuntamiento acudía de igual modo[8] “
La literatura refiere
que a principios del año 1824 Jaime es requerido en las cárceles de Murcia con
el pretexto de recibir órdenes. Engañado por las autoridades absolutistas,
aprovechan la ocasión para culparle de robo y asesinato, siendo encarcelado por
mandato del general Montes. Se le instruye proceso militar en cuyo sentencia
figura: “Se ha seguido causa contra Jaime
Alfonso Menor, de Crevillente (…) sobre robos en despoblado, por cuyo ha sido
sentenciado a la pena de muerte en garrote” (Escudero Gutiérrez, 1983, 81).
Placa conmemorativa en la Plaza de Santo Domingo. Fotografía procedente de: http://academiasdeljardin.blogspot.com.es/2013/07/ajusticiado-alfonso-el-barbudo-en-las.html |
El excepcional castigo aplicado
al cuerpo del Barbudo viene confirmado en un documento publicado por Cayetano
Más. En un nuevo suplicatorio realizado por José Manuel Merino reclamando los honorarios
pendientes de varios trabajos realizados en 1824, Merino expresaba: ”... en
el día 15 de julio del mismo (sic), executó la sentencia de muerte de horca,
desquartizó y fritos los cuartos a que fue condenado un reo llamado Jayme
Alfonso el Barbudo (…) Además
se me están adeudando 1.400 reales en la villa de Crevillente y 600 en la de
Jumilla de la conducción y fixación de los cuartos del reo Jayme Alfonso”
(Mas Galvañ, 1987, 125).
Tras su muerte, Jaime Alfonso se convertía en un personaje mítico y legendario, recordado por sus innumerables hazañas en favor de los humildes. Tras la desaparición de Jaime, la inseguridad perduró profundamente arraigada en estas comarcas durante varios lustros. Delincuentes habituales y liberales huidos de la represión absolutista campeaban por doquier cometiendo robos y pillajes. Algunos antiguos camaradas de Jaime retornaron a la senda del bandidaje, refugiados en la Sierra de Crevillente. El 6 de octubre de 1824, el labrador José Rocamora se encontraba en su hacienda de la Armajaleta, emplazada a un cuarto de legua de la Granja de Rocamora. Fue raptado por cuatro individuos armados y conducido a la Sierra de Crevillente, afirmándose que los bandidos pertenecían a la partida que capitaneó Jaime Alfonso. Transcurridos dos días, Rocamora retornaba a su casa sano y salvo. Otros integrantes de la banda apelaron al rey pidiendo clemencia, como el aspense Francisco Martínez Cremades –Frasquito el de la Morera– argumentando que se adhirió a la partida de Jaime Alfonso sin considerar las consecuencias, guiado por la intensa devoción a la Corona y por el deseo de derribar la lápida constitucional de Aspe, acción que felizmente pudo consumar[11]. El 27 de agosto de 1824 Fernando VII le concedió el indulto.
Camino entre los Hondones. Fotografía procedente de: http://www.geocaching.com/geocache/GC3JWG2_vistas-de-hondon-a-hondon?guid=9269ddb6-2afa-4c60-bbe1-ca72c31f5488 |
Tras su muerte, Jaime Alfonso se convertía en un personaje mítico y legendario, recordado por sus innumerables hazañas en favor de los humildes. Tras la desaparición de Jaime, la inseguridad perduró profundamente arraigada en estas comarcas durante varios lustros. Delincuentes habituales y liberales huidos de la represión absolutista campeaban por doquier cometiendo robos y pillajes. Algunos antiguos camaradas de Jaime retornaron a la senda del bandidaje, refugiados en la Sierra de Crevillente. El 6 de octubre de 1824, el labrador José Rocamora se encontraba en su hacienda de la Armajaleta, emplazada a un cuarto de legua de la Granja de Rocamora. Fue raptado por cuatro individuos armados y conducido a la Sierra de Crevillente, afirmándose que los bandidos pertenecían a la partida que capitaneó Jaime Alfonso. Transcurridos dos días, Rocamora retornaba a su casa sano y salvo. Otros integrantes de la banda apelaron al rey pidiendo clemencia, como el aspense Francisco Martínez Cremades –Frasquito el de la Morera– argumentando que se adhirió a la partida de Jaime Alfonso sin considerar las consecuencias, guiado por la intensa devoción a la Corona y por el deseo de derribar la lápida constitucional de Aspe, acción que felizmente pudo consumar[11]. El 27 de agosto de 1824 Fernando VII le concedió el indulto.
Transcurridos dos siglos,
la fraseología popular de algunos pueblos todavía perpetúa la memoria de Jaime
Alfonso. A la hora de referirse a una persona amante de lo ajeno o que cobra
precios abusivos por un producto, en los poblaciones de Aspe o Elche continúa
utilizándose la expresión: ¡Ese es más ladrón que Jaime el de la Sierra!, en la villa de Crevillente se utiliza la expresión: ¡A robar a la
Garganta!
BIBLIOGRAFÍA
Y DOCUMENTACIÓN.
ALFONSO EGEA, Enrique (2001): “El bandolerismo:
la figura de Jaime el Barbudo”. Revista de Semana Santa, pp. 143-148. Crevillente.
ARCOS MARTÍNEZ, Manel (2009): “Aproximació als aspectes
socials del Bandolerisme Vuitcentista Valencià: el cas d’oliva”. Revista Cabdells VII.
ARDIT LUCAS, Manuel (1977): Revolución Liberal y revuelta Campesina. Un ensayo sobre la
desintegración del régimen feudal en el país valenciano (1793-1840).
CANDELA BELÉN, Juan (1984): “Crónica
Crevillentina. Descendientes de la familia de Jaime Alfonso El Barbudo”. Rev. de
Moros y Cristianos. Crevillente.
CONDE DE CARNARVON (1967): Viajes por la Península Ibérica, pp-100-105, Taurus.
ESCUDERO GUTIÉRREZ, Antonio (1982): “Jaime el
Barbudo: Un ejemplo de bandolero social”. Estudis d¨Història Contempòrania del
País Valencià. Universitat de València, 1982.
HERNANDEZ GIRBAL, Florentino (1968): Bandidos
celebres españoles. Imprenta Depón. pp. 131-183.
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Riesgos
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LÓPEZ PÉREZ, Alejandro (2005): La novela histórica y de aventuras en torno
al bandolero Jaime el Barbudo. Realidad y ficción, temas e influencias en las
obras de Ramón López Soler, Francisco de Sales Mayo y Florencio Luis Parreño.
Tesis de Doctorado
MARTÍNEZ ESPAÑOL, Gonzalo (2010): “El Barbudo
celebra San Jaime”. Revista de Semana
Santa. Crevillente.
MAS GALVAÑ, Cayetano (1987): Un documento
inédito acerca de la muerte de Jaime el Barbudo, Revista de Semana Santa, pp.
119-125.
-
(2000)
“Sombras en el siglo de las luces. A propósito del bandolerismo en el
Crevillent del siglo XVIII.” Revista de Semana Santa. Crevillente
RAMOS VIDAL, Juan Antonio (1980): Bandolerismo en la Comarca del Vinalopó
(1813-1840). Alicante.
SÁEZ CALVO, José (2007): Jayme Alfonso el Barbudo, Murcia.
SOLER PASCUAL, Emilio (2006): Bandoleros. Mito y realidad en el romanticismo español.
Madrid.
ARCHIVOS
Archivo de la Diputación Provincial de Alicante.
Archivo Municipal de Elche.
Archivo Municipal de Orihuela.
Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional de
España.
Prensa Histórica del Ministerio de Cultura.
(BVPH)
[1]
ADPA, Actas del pleno de la Diputación …
fol. 122/v.
[2]
Ídem, fol. 126/v.
[3]
ESCUDERO GUTIÉRREZ, Opus Cit. p. 81. HDBNE, El Universal, 29 de marzo de 1923; BVPH, Diario Constitucional de Barcelona, 7 de
abril de 1823.
[4] Ídem.
[5] BVPH, Diario Constitucional de
Barcelona, 9 de abril de 1823.
[6] BVPH, Diario Patriótico de la Unión
Española, 21 de agosto de 1823.
[7] BVPH, Diario
Patriótico de la Unión Española, 07 de septiembre de 1823.
[8]
HDBNE, El Semanario Murciano, 16 de
febrero de 1879.
[9] HDBNE, El Genio de la Libertad, 5 de diciembre 1839.
[10] A. M. O. Legajo D-149, doc. 14.
[11] A.M.O. Legajo 178 doc. 195.
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