El Universal de 17 de marzo refiere un cambio en el
modo operativo de Jaime Alfonso. Hacía unos meses que le resultaba poco
provechoso asaltar a los transeúntes que viajaban por los caminos y había
adoptado la práctica genérica del secuestro. Jaime y sus secuaces se situaban acechantes
en las inmediaciones de las poblaciones y capturaban a personas de cierto
acomodo que salían de paseo o a visitar sus haciendas. El rotativo expresaba: “no los suelta hasta que se le entrega su
rescate, que ajusta y regatea cual si vendiese una carga de trigo”. En
Orihuela habían caído en las garras del Barbut, José Ros menor, Gregorio Morón,
el coronel Francisco Caturla y su hermano Pascual Caturla, un platero, etc. A
fines de febrero, el Barbudo se introdujo en la calle Corredera raptando a un
hijo del mayordomo del Cabildo y a don José Germán. Por el hijo del munícipe
exigía un rescate de 16.000 pesos y 4.000 por José Germán[1].
El jefe
político de Valencia, Francisco Plasencia, reiteraba la nueva táctica que había
adoptado el bandido crevillentino: “El
facineroso Jaime Alfonso y su detestable cuadrilla cometen los excesos más
escandalosos y los inauditos atentados de llevarse públicamente de los pueblos
inmediatos a la Sierra en que se abrigan, ciudadanos indefensos cuya seguridad
debería garantirles la autoridad constituida y la sociedad de que componen
parte. Una experiencia tan dolorosa como cierta me ha hecho conocer que la
protección y abrigo que encuentra dicha cuadrilla en algunos pueblos, es una de
las principales causas que producen los atentados referidos, llegando al
extremo de robar impunemente a los indefensos que salen de paseo a corta
distancia del recinto…[2]”
Decidido a atajar la impunidad de Jaime Alfonso, el 11 de marzo de 1822 Plasencia
emitió un conjunto de disposiciones dirigidas a los municipios, que imponían un
estricto control sobre el tránsito de forasteros en las poblaciones cercanas a
la Sierra de Crevillente. Las normas eran de obligatorio cumplimiento,
advirtiendo Plasencia que adoptaría las medidas pertinentes contra los que
incumplieran las obligaciones que había decretado:
1.- Todo el que
transite llevará el correspondiente pasaporte según está repetidamente mandado.
Las justicias lo exigirán a toda hora del día y de la noche al que no sea del
pueblo, y muy especialmente al que se presente en aire sospechoso.
2.- Desde el toque de
oraciones hasta la una de la noche lo menos, habrá patrullas de milicianos que
cuiden de la tranquilidad pública, y harán presentar el pasaporte a todo el que
no sea vecino del pueblo.
3.- Los Alcaldes y
Regidores alternando rondarán también en dichas horas.
4.- En todas las
posadas tendrán obligación los dueños de ellas, de recoger por la noche los
pasaportes de los transeúntes, y llevarlos al Alcalde ó Regidor que se nombrará
diaria o semanalmente para que los vea y rubrique, no permitiendo quedar a
nadie en ellas sin este requisito. El Alcalde o Regidor de turno podrá visitar
las posadas siempre que le acomode, y por la primera falta del dueño, le
exigirá 100 reales de multa, doscientos por la segunda, dándome parte
enseguida.
5.- Siempre que hubiere
sospecha de que los bandidos de la Sierra se hallen a las inmediaciones del
pueblo, el Alcalde que lo sepa avisará a todos los inmediatos en cuatro leguas
de circuito, y todos tendrán obligación de reunir sus milicias y salir a hacer
una batida por el término, en el concepto de que el Alcalde que dé el aviso a
los demás, dispondrá el orden que ha de
observarse y método con que se ha de ejecutar la batida, obedeciéndole los
demás en esta parte, dándome aviso en caso de morosidad o resistencia.
6.- Los Alcaldes serán
responsables de la menor falta que se cometa en lo dispuesto, así como los Comandantes
de la Milicia Nacional Local en reunir con prontitud los milicianos y perseguir
los ladrones según se les ordene por la autoridad política.
7.- Tanto el Alcalde
del pueblo como el Comandante de la Milicia me dará aviso de cualquiera
ocurrencia, así como de los morosos en reunirse cuando se les prevenga[3].
El
secretario de Estado comunicó a Plasencia que Fernando VII había aprobado las
disposiciones promulgadas por el jefe político, destinadas a contener los
funestos resultados que provocaban las acciones del Barbudo. En misiva de 22 de
marzo, Plasencia requería al Ayuntamiento de Orihuela a fin de que sus
disposiciones se observaran con todo rigor para poder consolidar el sistema
constitucional en la región, reiterando que castigaría sin contemplaciones el
incumplimiento de las normas[4].
Pasaporte para transitar entre los pueblos |
El Ayuntamiento de Elche recibió un oficio del
alcalde crevillentino alegando las fundadas sospechas de que la villa de
Crevillente iba a ser atacada por una cuadrilla de facinerosos unida a Jaime.
El 16 de abril, el Consistorio ilicitano brindó todos los apoyos a su alcance,
poniendo dos batallones de milicias locales en alerta. La amenaza no llegó a
consumarse remitiendo el Consistorio de Crevillente una nota de agradecimiento
a la municipalidad ilicitana[5].
En idéntico día, el jefe superior político de Alicante refería a su homólogo de
Murcia la recepción de un oficio de carácter reservado remitido por el juez de
1ª instancia de Novelda. Mediante información obtenida de fuentes fidedignas,
el magistrado aseguraba que Jaime Alfonso proyectaba consumar agravios contra
el sistema constitucional. El jefe político envió a Novelda a los capitanes
Rafael Melgarejo y Ramón Barranquer, con el propósito de recabar información. En
el caso de producirse alguna novedad, los capitanes podrían reunir las tropas y
milicias locales para repeler cualquier tentativa. El oficio aseveraba que las
intenciones de Jaime eran asaltar la zona de Orihuela y pueblos aledaños,
poniéndolo en conocimiento de Javier Abadía, jefe político de Murcia para que
éste adoptase las disposiciones oportunas[6].
Al siguiente día, Abadía remitió copia al cabildo oriolano para que adoptase las
precauciones necesarias y tuviera organizada y prevenida la milicia local[7].
El 19 de abril, el jefe político de Murcia comunicaba al Consistorio oriolano
que el Batallón de Cataluña partiría de madrugada hacia Orihuela, salvo un
pequeño destacamento que permanecería en la ciudad. Con esta unidad militar
podría desbaratarse cualquier tentativa de Jaime. El 20 de abril, el jefe político
de Murcia informaba al Cabildo de Callosa que se había extraviado la
correspondencia de la Corte entre Cieza y Murcia. A la hora acostumbrada, el
conductor de la valija había partido de Cieza desconociéndose su paradero. Se
presumía que era obra del Barbudo, ya que se le había divisado con una escuadra
de cien hombres de infantería y cuarenta jinetes en el partido de la Raja, entre Jumilla y
Abanilla. Además, Abadía había recibido informes de que el día anterior se
había presentado en Monteagudo una partida de 24 hombres armados, retirándose
ante las maniobras persecutorias de los vecinos. Lo que inducía a pensar que
Jaime Alfonso tenía otras pretensiones. Al mismo tiempo, confirmaba que habían
partido en dirección a Orihuela dos tercios del batallón de Cataluña[8]
Entrada en Aspe de la cuadrilla |
En la misma jornada del
22 de abril, el Cabildo oriolano despachó oficios a los pueblos circunvecinos, demandándoles
ayuda armada para repeler a los facciosos. El auxilio prestado fue mínimo dadas
las carencias económicas de las milicias locales y la necesidad de salvaguardar
los propios pueblos. El Consistorio de Benejúzar ordenó formar la milicia local
integrada por 23 hombres, aunque solo se presentaron 9 sujetos por estar
ausentes los restantes, pero carecían de armamento y municiones. Si el Concejo
oriolano podía proporcionarles armas, los voluntarios estaban dispuestos a desplazarse
a Orihuela para defender la ciudad[13].
Por su parte, el Ayuntamiento de Bigastro comunicaba que la única partida
armada existente en el municipio había marchado a hostigar a unos malhechores avistados
en el paraje del saltador. No contaba
la villa con otros milicianos, así que no le era posible remitir un refuerzo armado a Orihuela[14].
El Consistorio de Callosa de Segura argumentó que la villa se encontraba en
idénticas circunstancias a Orihuela y por ello no le era viable enviar un
socorro dejando desguarnecido el municipio. En caso de que los facciosos
atacaran Orihuela, los callosinos acudirían con su armamento para auxiliar a la
ciudad[15].
El Ayuntamiento de San Miguel de Salinas respondió días más tarde, expresando
que si nuevamente Orihuela precisaba auxilio militar enviaría la fuerza de la
milicia local[16].
Tras la incursión del Barbudo en Jumilla, el
jefe de la milicia local Jacobo María Espinosa, fue calumniado por el rotativo el Correo Murciano, calificándole de desafecto
a la Constitución al no impedir las acciones del faccioso y sus secuaces.
Espinosa defendió su honorabilidad certificando su honrada conducta mediante un
memorial fechado el 26 de abril, refrendado por los integrantes del Consistorio
jumillano y varios vecinos condecorados de la villa. Espinosa describió los
acontecimientos, expresando que cuando se hallaba de paseo por las afueras de
la villa en compañía de otros vecinos, fue informado del asalto que se
perpetraba. Acudió con presteza a las calles de La Feria y Corredera para
convocar a los milicianos bajo su mando, no pudiendo reunir a ningún sujeto.
Permaneció en la calle blandiendo su sable, aproximándose a él los facinerosos,
que se habían adueñado de la Plaza de la Constitución. Se retiró a su domicilio
distante 20 pasos de la plaza, y pese a estar solo, tocó generala en la misma
puerta de su vivienda atrayendo la atención de los bandoleros. Estos dispararon
dos tiros al tambor y mostrando Espinosa su lealtad constitucional, recibió un
trabucazo que impactó en el balcón, yendo a refugiarse a la huerta. Allí se
reunió con un reducido grupo de seis
milicianos, regresando al pueblo, pudiendo realizar un disparo a los
salteadores en la rambla celada. La
caballería local no pudo salir en persecución de los bandidos al no contar con
milicianos disponibles. Tomó cuantas medidas consideró oportunas y pese a no haber
descansado en 48 horas, partió a pie con 15 hombres, y con su escopeta al
hombro, estuvo recorriendo más de legua y media del término, no pudiendo
imputársele la menor tacha de deslealtad constitucional en su conducta política[17].
En las mismas fechas, una
nueva incursión de la cuadrilla del Barbudo arrancó la lápida constitucional de
Beniel: “Después de profanada la lápida
proclamaron al rey absoluto, y resonaron muchos vivas subversivos que
inscribieron al pie de aquel monumento de la libertad española. Repicaron,
hicieron salvas, depusieron la justicia, pusieron otra, hicieron prisiones,
embargaron, y sacaron de la iglesia el estandarte de la FE o sea de Jesús
Nazareno: de la comitiva se conocieron a tres ladrones públicos y otros no
menos criminales. Esparcieron la voz de que iban a Santomera y luego a
Alquerías con el mismo objeto.” Los salteadores prosiguieron con similar
procedimiento en Santomera derribando la lápida constitucional, el Ayuntamiento
liberal huyó ante la presencia de los absolutistas[18].
Una
nueva muestra de héroe comprometido con los pobres la encontramos en el Correo
Murciano de 4 de junio, el diario
informaba que los 40.000 pesos obtenidos por el rescate del hacendado comerciante
Juan March, fueron repartidos por el bandido entre los vecinos de Crevillente (Escudero Gutiérrez, 1982, 79).
[1]
HDBNE, El Universal, 17 de marzo de
1822.
[2]
AME Cabildos a/147. Acta de 15 de marzo de 1822.
[3]
AME, Libro de Cabildos a/147. Acta de 15
de marzo de 1822. Archivo Municipal de Orihuela Legajo D-136 doc. 203.
[4]
A(rchivo) M(unicipal) de O(rihuela) Legajo D-2135 doc. 125.
[5]
AME Cabildos a/147. Actas de 16 y 28 de abril.
[6]
AMO Legajo D-2135 doc. 167/2
[7]
AMO Legajo D-2135 doc. 167/1.
[8]
AMO Legajo D-2135 doc. 234 1 y 2.
[9]
HDBNE, Nuevo Diario de Madrid, 26 de
abril de 1822.
[10]
AMO Legajo D-2135 doc. 177.
[11]
AMO Legajo D-2135 doc. 178.
[12]
AMO Legajo D-2135 doc. 181.
[13]
AMO Legajo D-2135 doc. 180.
[14]
AMO Legajo D-2135 doc. 182.
[15]
AMO Legajo D-2135 doc. 183.
[16]
AMO Legajo D-2135 doc. 212
[17]
HDBNE, Cajón de Sastre, 16 de mayo de
1822.
[18]
HDBNE, El Chismoso, 29 de abril de 1822.
[19]
HDBNE, El Chismoso 6 de mayo de 1822.
[20]
AMO Legajo D-2135 docs. 207 y 210.
[21]
AME Cabildos a/147. Carta de Francisco González Golfín.
[22]
HDBNE, El Universal, 16 de mayo de 1822.
[23]
A.M.E. Cabildos a/147. Cabildo de 20 de mayo de 1822, fol. 117.
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