Gonzalo Martínez
Español acaba de publicar una nueva entrega en torno a la figura de Jaime Alfonso el
Barbudo, su actuación como agente del absolutismo y sus actividades
antiliberales hasta su detención y ejecución.
Dado que hasta la fecha el blog es la principal fuente de
información digital sobre el famoso bandolero, gracias precisamente a la
publicación sucesiva de artículos de Gonzalo, además de sentirme halagado por
el detalle tengo casi la obligación de hacerlo aunque sea en varias partes (estamos ante un artículo de 31 páginas) para mantener la línea. De
paso, aprovecharé la oportunidad para actualizar enlaces, añadir nuevos y
seguramente ofrecer a los seguidores del blog la posibilidad de descargar en
pdf el material acumulado.
El artículo aparece en la Revista del Vinalopó nº
15, (p. 113 a 146) que se presentó en la Casa de Cultura de Crevillente el 15
de abril pasado incluyendo una conferencia del propio Gonzalo.
Además del material gráfico original, me he permitido la
licencia de añadir algunos grabados (además de los que ya utiliza Gonzalo) de
la novela Jaime Alfonso el Barbudo : (el
más valiente de los bandidos españoles : novela histórica / Florencio Luís Parreño publicada en
Madrid en 1895 y 1898, accesible en digital en la Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico (BVPB), 2 hermosos
volúmenes en formato pdf descargables pulsando aquí:
Tomo II: Obra
completa en PDF (este enlace de descarga no funciona. Desconozco la causa)
Así pues, sin más dilación, la primera entrega:
JAIME EL
BARBUDO, SALTEADOR Y GUERRILLERO AL SERVICIO DE LA CAUSA REALISTA.
Gonzalo Martínez Español
Las complicadas
circunstancias económico-sociales que atravesó España a principios del siglo
XIX, constituyeron un idóneo caldo de cultivo para el desarrollo de la
delincuencia. El fuerte incremento demográfico experimentado en España durante
el siglo XVIII, más la descomposición que experimentaba la organización
socio–económica del Antiguo Régimen, que trajo consigo la modificación de las
estructuras de propiedad, propiciaron un incremento del bandolerismo. En muchos
lugares del territorio hispano, la posesión de la tierra mudó desde el dominio
señorial hacia una propiedad capitalista, concentrando grandes extensiones de
tierras en unas pocas manos, lo que condujo a la proletarización de multitud de
campesinos, generando grandes desigualdades sociales y abocando a muchas personas
al mundo de la marginalidad. A esto se unió una crisis de autoridad de los
poderes públicos, que se veían impotentes para reprimir buena parte de las actividades
delictivas, asociado con etapas de dificultades económicas suscitadas por crisis
agrarias, más un clima político de guerras y confrontaciones permanentes. En
las comarcas del Vinalopó, la generalización de la enfiteusis como sistema de
tenencia de la tierra no produjo altas concentraciones de tierras en pocas
manos, pero la elevada natalidad que experimentaron los pueblos sin haber
modernizado sus estructuras productivas originaron un bandidaje, que sería
nutrido por un campesinado principalmente jornalero, con pocos recursos y falto
de oportunidades.
Jaime José Cayetano
Alfonso Juan (Crevillente 1783, Murcia 1824), conocido popularmente como Jaime El Barbudo es sin duda el más
célebre de los bandoleros valencianos. Personaje con enormes dotes personales,
carismático, astuto, valiente, generoso, de personalidad fría y calculadora,
etc., rasgos que le convirtieron en un líder nato. Jaime no fue un vulgar ladrón, su condición
de bandido generoso defensor de los pobres y el uso moderado de la violencia le
repararon un enorme apoyo social y una gran popularidad en los territorios
donde perpetraba los delitos. Múltiples escritores han abordado su figura desde
la perspectiva literaria, histórica e incluso musical. Sus innumerables hazañas
generaron multitud de anécdotas y leyendas populares, guardadas en la memoria
colectiva de los pueblos del sureste alicantino y noreste murciano trasmitidas
oralmente de generación en generación. Antonio Escudero (1982) determinó las
pautas de comportamiento de Jaime Alfonso, encuadrándole perfectamente con las
características de un bandolero social definidas por Eric Hobsbawn en su obra Rebeldes Primitivos.
Hobsbawn define el
bandolerismo social como una forma de protesta endémica del campesinado contra
la opresión y la pobreza. Estos movimientos de rebeldía fueron expresiones de
una sociedad rural y pre-capitalista, carentes de organización e ideología, y
que no son adaptables a los movimientos sociales modernos. El bandolero social
es un individuo encuadrado dentro de las sociedades tradicionales y atrasadas,
que surge mientras el pobre no ha alcanzado conciencia política ni ha adquirido
métodos más eficaces de agitación social (Ramos Vidal, 1980, 29).
Las fuentes documentales
sobre Jaime el Barbudo son reducidas. El ánimo del presente trabajo es
complementar la base documental, centrándonos en el último ciclo de la vida de
este bandolero, periodo que comprende la implantación en 1820 del Trienio
Liberal, la restitución del absolutista Fernando VII en 1823, y la ejecución
del Barbudo en 1824, etapas donde se concentran el mayor número de referencias
documentales sobre El Barbudo.
En un rápido esbozo
biográfico de Jaime Alfonso, las crónicas literarias reseñan que en 1806 Jaime
se encontraba en Catral como jornalero guardando unas viñas, entabló una
reyerta con un rufián apelado el Zurdo, dispuesto a robarle unas uvas. Jaime le
hiere mortalmente, huye al monte buscando refugio, maltrecho y errático le
encuentra la banda de los Mojicas, le integran en la cuadrilla de salteadores.
Tras un periodo de estancia en la banda, el Barbudo repudia los crueles métodos
de estos forajidos, y en un momento de crispación se enfrenta a los hermanos
Mojicas, muriendo algunos componentes de la banda, si bien otros individuos le apoyan y constituyen
una nueva cuadrilla capitaneada por Jaime. Atareados en desvalijar a cuantos
viajeros y trajineros le salen al paso, el ejército napoleónico invade la
Península en 1808, Jaime se adhiere a la lucha de guerrillas contra el invasor
galo, utilizada en propio beneficio para cometer robos y atracos. Sus
actividades guerrilleras se extienden por tierras manchegas y andaluzas, y tras
la retirada del ejército francés en 1813, el gobierno concede un indulto en
1814 y Jaime Alfonso regresa a Crevillente. Las crónicas literarias sostienen que poseído de un espíritu
aventurero y acostumbrado a ganarse el sustento por un medio más rápido y menos
fatigoso que el trabajo diario, Jaime reemprende el camino delictivo con nuevos
robos y atracos en 1815.
Las primeras referencias
documentales sobre Jaime y su cuadrilla las encontramos en el pleno municipal
ilicitano de 18 de diciembre de 1818. El Concejo dio lectura a una misiva del
coronel Francisco Samper, comisionado por el capitán general de Valencia para el
acoso de malhechores y particularmente para
los bandidos abrigados en las inmediaciones de la Sierra de Crevillente.
El coronel disponiendo de autorización para exigir la ayuda que precisase a los
pueblos inmediatos a la Sierra, solicitó al Consistorio ilicitano10 hombres
armados, cuyos honorarios serían cubiertos por el Concejo. El pleno municipal
aprobó el auxilio reclamado sin reservas especificando que los sueldos de los
escopeteros serían cubiertos mediante
carga vecinal[1].
Mediando el mes de agosto de 1819, el coronel Samper solicita nuevamente la
colaboración de los ilicitanos, requiriendo el apoyo de una cuadrilla de
escopeteros para que se posicionaran en la sierra del Tabayá, -situada entre
los términos municipales de Elche, Aspe y Monforte-, y permanecieran en
constante observación, a fin de detectar los movimientos de la partida de Jaime
Alfonso. El Ayuntamiento ilicitano, aprobó en el pleno de 19 de agosto, el envío de 6 hombres más un comandante al
punto solicitado por el coronel[2].
La implantación del liberalismo en 1820.
El pronunciamiento
militar de Rafael del Riego a primero de enero de 1820, permitió instaurar en
España la Constitución de Cádiz, limitando el poder absoluto del rey Fernando
VII. El 20 de mayo de 1820, Jaime Alfonso elevó una extensa declaración,
–redactada por alguno de sus cómplices pues Jaime era analfabeto–, pretendiendo
el indulto para sí mismo y su cuadrilla.
En su exposición, Jaime
justificaba su rebeldía contra el orden social por la carencia de medios
materiales:
“Queda demostrado que no soy un homicida ni un
criminal por seguir el único medio que el derecho de la naturaleza me
preescribe cual es el de conservar mi vida... que el tomar lo necesario para
vivir no envuelve crimen alguno, pues en la extrema necesidad todos los bienes
son comunes(...) Mi conducta honrada me ha facilitado la confianza de los
esposos de cuyas mujeres y familias jamás he abusado (...) y un dinero que he
adquirido a costa de riesgos y de mortales fatigas, ha sido distribuido entre
el espartero hambriento, el sencillo cabrero, el sediento carretero...”
(Escudero
Gutiérrez, 1982)
El
manifiesto deja patente el compromiso de Jaime con los más humildes, una
constante que le permitiría la adhesión de un gran número de colaboradores y
simpatizantes en muchos pueblos.
El gobierno liberal promulgó
un indulto general el 31 de agosto de 1820, pero inquieto por el ascenso que
había experimentado el bandolerismo, excluía a los bandidos. Tras la negativa
gubernamental a concederle el perdón, Jaime se adscribe a los partidarios de la
causa realista, y simultanea robos, extorsiones y raptos, con irrupciones por
los pueblos del sureste alicantino y noreste murciano, derribando los símbolos
constitucionales y exaltando al rey absoluto y la religión.
El Diario Popular de Murcia (Escudero Gutiérrez, 1982, 77) revelaba el
4 de septiembre que la sociedad secreta antiliberal “El Ángel Exterminador” había contactado con el bandido
crevillentino, proporcionándole dinero y una lista con los más destacados
liberales de la provincia a los que debía extorsionar bajo promesa de indulto,
una vez que el rey absoluto fuera restaurado. Jaime inicia su campaña
antiliberal a mediados de septiembre destruyendo a culatazos la lápida
constitucional de Albatera (Escudero Gutiérrez, 1982, 77), prolongando sus
incursiones por Ceutí, Alguazas, Las Torres de Cotillas y otros pueblos.
El
profesor Cayetano Más (1987, 23) aduce que Jaime carecía de principios
políticos. Nunca llegó a ser un absolutista convencido, el Trienio liberal y la
colaboración con los realistas únicamente le proporcionaban la posibilidad de
legitimar sus actividades sin cambiar el modo de vida, mudando de bando cuando
las circunstancias le eran propicias.
Robos y actividades antiliberales en 1821.
La
Sierra de Crevillente fue el centro neurálgico
de las operaciones del Barbudo y su gavilla, bien que se desplazaban
permanentemente buscando refugio en multitud de ventas, abrigos y cuevas
diseminadas por las montañas del sureste alicantino y noreste murciano (El Algayat,
El Reclot, Don Pedro, El Carche, Salinas, La Zafra, La Pila, Abanilla, etc.),
el dominio que poseía de la orografía era absoluto. Jaime y sus bandoleros
estuvieron sometidos a un permanente acoso de las fuerzas militares
profesionales y de las milicias de voluntarios locales, que batían
constantemente el territorio para dar caza al Barbudo y proporcionar
estabilidad y seguridad a la zona. No cabe duda, que la supervivencia del
Barbudo dependió en enorme medida del apoyo brindado por su extensa red de colaboradores
y simpatizantes. Si bien, la operatividad de las milicias de voluntarios
locales fue reducida, pese a que la gran mayoría de los pueblos llegaron a
constituir sus propias unidades destinadas a defender la población y perseguir
a los bandidos. Por lo general, estos grupos de milicianos fueron poco
resolutivos, escasa formación militar, habitualmente mal pertrechados y con
permanentes carencias de armas y recursos para desarrollar una prolongada labor
de acosamiento y erradicación de los malhechores.
Sierra de Crevillente desde el San Juri |
Las huestes del Barbudo
actuaban fragmentadas para una mayor operatividad. A comienzos de 1821, una
partida de militares sitió al bandido Marrana y sus compinches en una casa de
campo logrando apresarlos. Entre otros delitos, se les acusaba de haber
asesinado a un eclesiástico. Los arrestados fueron conducidos a las cárceles de
Aspe, escapando a los pocos días, sin conocerse el modo en que lo lograron. Los
bandidos retomaron las actividades delictivas, tropezándose el 16 de febrero
con un soldado que había participado en la detención de los fugados de Aspe.
Esta facción de forajidos hizo gala de sus instintos más brutales, el
infortunado fue sometido a salvajes torturas: “le cortaron las partes genitales y le desollaron vivo, en términos de
no habérsele hallado después en sus carnes más que un pedazo de piel sobre el
pescuezo[3]”.
El rotativo se lamentaba de los innumerables salteadores omnipresentes en todas
partes: “Apenas se puede salir de los
muros de todos estos pueblos sin peligro inminente de ser robado; y los
infelices jornaleros (cuya pobreza no llama seguramente la atención de la
codicia) son despojados hasta de sus viejas camisas y mal remendadas camisas[4]”.
La lentitud en la apertura de los procesos judiciales, retardados a
consecuencia de querer reunir nuevas pruebas incriminatorias, daba lugar a que
muchos delincuentes escaparan de las cárceles y volvieran a infestar los
caminos de malhechores, asaltando a viajeros y carreteros con mayor encono. A
su vez, generaba un desinterés general en el vecindario de los pueblos por
hostigar a los bandidos, convencidos de que si un preso obtenía la
libertad podría sorprenderles y
asesinarlos.
En las demarcaciones
provinciales establecidas por el gobierno liberal, las tierras alicantinas
estaban disgregadas en tres provincias: Alicante, Murcia y Chinchilla. La
provincia de Murcia comprendía la comarca de Orihuela y la Vega Baja. El jefe
político de Murcia adoptó medidas preventivas entre los días 25 al 27 de
febrero de 1821, situando retenes de tropa y milicia en distintas puertas y
lugares de la capital murciana. Estas providencias fueron adoptadas bajo la
sospecha de haberse concertado en
Rojales una reunión de desafectos al régimen constitucional en la noche del 25
de febrero, a cuya cabeza había de situarse Jaime Alfonso, “a quien suelen llamar los valencianos el Barbut por las barbas que
lleva[5]”.
El Correo Murciano relata a fines de febrero que varios hacendados comerciantes
de Murcia habían recibido una carta remitida por el bandido crevillentino, reclamándoles
un impuesto para sufragar las contribuciones de Aspe y Crevillente (Escudero
Gutiérrez, 1982, 79) .
A comienzos de marzo un carricoche realizaba
el trayecto de pasajeros desde Alicante a Elche. En el momento de ser presa de
Marrana y sus adláteres, súbitamente apareció un grupo de soldados, los
bandidos hábiles y escurridizos, se trasmutaron automáticamente en trajineros.
El comandante del destacamento les requirió los pasaportes que le fueron
entregados hallándolos en regla. Llegada la tropa a una venta cercana supieron
entonces quienes eran aquellos trajineros, salieron a su persecución no
pudiendo darles alcance. La extendida red de espías y confidentes, permitía a
los bandidos anticiparse a sus perseguidores. Unos días antes, Bartolomé Jaime,
alcalde de Monóvar, tuvo noticia de que Marrana y su cuadrilla se encontraban
en una casa de campo a una legua de pueblo. Pertrechados unos 30 milicianos,
pasó oficio a una partida de miñones situada en Aspe al objeto de que
maniobraran rodeando la Sierra. La casa fue sitiada por los milicianos pero los
bandidos habían huido hacía dos horas[6].
Desde Novelda se
advertía de que el Barbudo había modificado su modus operandi, con el
consiguiente aumento de riesgos para los pueblos del Vinalopó, huerta de
Alicante y Orihuela. Hasta fechas precedentes, solía maniobrar con una partida
de cuatro o cinco individuos, perpetrando robos a los viajeros e imponiendo
tributos mensuales y peajes a arrieros, carreteros y comerciantes. La cuadrilla
había aumentado notablemente sus efectivos. Se especulaba que dicho crecimiento
venía motivado por la necesidad de imponer tributos a los arrieros de Yecla,
que hasta el momento se resistían al abono del peaje. Un rotativo especulaba
con un incremento de fuerzas que rondaba los 20 individuos[7].
Otro diario calculaba alrededor de los 35 facinerosos[8],
aunque sendos periódicos vaticinaban un desarrollo que podría rondar los 100
individuos. El articulista apelaba por el regreso del inflexible corregidor
Carlos Ulma a fin de eliminar al Barbudo, -en aquel momento gobernador de
Peñíscola- cuyas diligencias habían permitido extinguir de estas comarcas a la
sanguinaria banda de los Mojicas. A mediados de marzo, la gavilla de Jaime
continuaba desvalijando a viajeros y carreteros: “ha verificado el Jaime dos robos de consideración, uno de algunos
miles de pesos, otro de una conducción de mantas que le habrán venido muy bien
para los compañeros que tiene, y para los que espera.[9]”
En
la noche del 12 de abril, un grupo de miñones cercó a Marrana y cuatro
compinches guarecidos en una casa emplazada en la partida de la Romana, término
de Novelda. Viéndose sitiados, los bandidos abandonaron precipitadamente su
cobijo abriendo un vivo fuego sobre la tropa, logrando escapar el cabecilla
Marrana y uno de sus secuaces apodado el Valenciano.
Los otros tres cómplices fueron abatidos por la tropa, -uno era apodado el
napolitano Sanador-, los militares
requisaron cinco caballos, las armas y los arreos de los bandidos. En ese mismo
día, un oficial de caballería escoltado por 8 soldados, conducía una valija que
portaba dinero en dirección a Orihuela, el oficial cometió la imprudencia de
atajar por la Garganta de Crevillente, en vez de dirigir su camino hacia Elche.
Alertado por su red de confidentes, Jaime y 28 de sus secuaces se situaron en
un enclave estratégico, abriendo un vivaz fuego al paso del destacamento. La
tropa perdió un soldado y un caballo, el jefe de la patrulla resultó herido
junto a cinco caballos, aunque pudieron escapar de la emboscada con enorme
dificultad. La anécdota acaecida fue la
pérdida de la maleta del dinero, encontrada más tarde por un paisano,
que la depositó ante la justicia de Novelda[10].
Jaime
Alfonso acostumbraba a realizar demostraciones efectistas de poderío que tenían
una amplia repercusión en los pueblos. Hombre de convicciones religiosas, en la
madrugada del Sábado Santo ordenó formar a su cuadrilla en las cercanías de
Crevillente. Una vez que las campanas de la iglesia de Ntra. Sra. de Belén
repicaron a Gloria, Jaime y su cuadrilla celebraron la resurrección del
Salvador con repetidas descargas que se prolongaron largo tiempo, dando a
entender en la zona que se había desatado un cruento combate en la Sierra. Ese
día prohibió robar a sus compañeros y obsequió a los pasajeros que transitaban
por las cercanías invitándoles a beber en un ventorrillo. El Correo Murciano
añade que repartió la suma de 10.000 reales entre los vecinos de Crevillente
(Escudero Gutiérrez, 1982, 81).
Las últimas pesquisas
informaban que la gavilla del Barbudo iba acrecentándose, conformaba por unos
50 hombres a los que entregaba 10 reales diarios y parte del botín. Esta
concentración de efectivos tenía carácter puntual y se destinaba a acciones
específicas como la invasión de los pueblos para destrozar los símbolos
constitucionales y vitorear al rey absoluto. El clima generalizado de
inseguridad hizo que los ingresos de los bandidos por robos mermaran en la
zona, ya que tan solo unos pocos temerarios se aventuraban a transportar dinero
por los caminos, teniendo que diversificar sus fuentes de ingresos. Las
autoridades constitucionales veían con impotencia la resuelta impunidad de los
ladrones, de modo que cuando caía abatido algún forajido era celebrado con
enorme satisfacción.
[1] A(rchivo) M(unicipal) (de) E(lche),
Libro de Cabildos a/ 143. Acta Municipal de 18/12/1818.
[2] AME
Libro de Cabildos a/144. Acta de 23 de Agosto de 1819.
[3] H(Hemeroteca) D(Digital) (de la)
B(Biblioteca) N(Nacional) (de) E(España). Miscelánea
de Comercio, Política y Agricultura, 25 de febrero de 1821. El Liberto, 3 de marzo de 1821.
[4] HDBNE, Miscelánea
de Comercio, Política y Agricultura, 25 de febrero de 1821.
[5]
HDBNE, Miscelánea de Comercio, Política y
Agricultura, 4 de marzo de 1821.
[6]HDBNE,
Miscelánea de Comercio, Política y
Agricultura, 8 de marzo de 1821.
[7] B(Biblioteca) V(Virtual)
(de) P(Prensa) H(histórica), Diario Constitucional de Barcelona, 9 de
abril de 1821.
[8]
HDBNE, Miscelánea de Comercio, Política y
Agricultura, 29 de marzo de 1821.
[9]
Ídem.
[10]
HDBNE, Miscelánea de Comercio, Política y
Agricultura, 20 de abril de 1821.
Todas las entradas del blog dedicadas a Jaume el Barbut, pulsando aquí
Todas las entradas del blog dedicadas a Jaume el Barbut, pulsando aquí
No tiene mucho que ver con tus últimos posts, pero he visto esta noticia hoy, y me he acordado de tus posts sobre los caminos y sierras de Santa Ana y el resto del norte de Elche.
ResponderEliminar¿Se sabe donde estarían estos terrenos para el camping? Miedo me da...
http://www.laverdad.es/alicante/20130628/local/elche/camping-elche-201306281634.html
A mi también. Santa Ana es la joya oculta del Norte, aunque el tramo final está bastante degradado como todos los alrededores de la actual Autovía de Castilla. Si me da tiempo patearé la zona en cuando sepa cual es el terreno afectado.
ResponderEliminarVenga
No he tenido tiempo de leerlo todo pues ignoraba la existencia de este Blog. Solo quiero añadir, por si es de interés:1.Que conozco una de las cuevas del Barbut, difícil de localizar, en la Sierra de Crevillente, finca Las Cuestas, tiene un madroño que oculta su entrada; 2. Mi tio Salvador Rico Gumiel, cuya familia procedia del mayorazgo de Onil, era natural de Aspe y me contaba que Jaume le pidió a su abuelo que le dejara una cantidad de dinero y una yegua, que se lo devolvería a los tres días y efectivamente al tiempo de madrugada estaba la yegua atada a una ventana con el dinero prestado, los hechos ocurrieron en la C/ San Jaime de Aspe.
ResponderEliminarGracias por comentar Antonio. Le pasaré la información a Gonzalo y es posible que te envíe un correo para intentar localizar la cueva. Venga
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