La comunicación que reproduzco ahora, procedente como la anterior, del XIX encuentro Provincial de Cofradías en la web Pasión Ilicitana, va más allá de su título centrado en el uso de la Palma blanca en el Domingo de Ramos, pues plantea un resumen de las procesiones en las que se utiliza la palma blanca a lo largo de la Semana Santa y apunta a su proliferación en otras fiestas fuera de la misma, en algunas ocasiones incluso desde hace poco en términos relativos. También aporta datos que amplían la perspectiva vegetal: la palmera, los frutos... Por encima de los detalles, materializa el vínculo que desde antiguo une a la ciudad con las palmeras y con el culto mariano de manera que aparece como casi inevitable la intima trabazón entre ambos patrimonios de la Humanidad. Algo parecido sucede con esta comunicación y la anterior de Francisco Picó.
Solo me resta añadir que, también ahora me he permitido la libertad de ilustrar la comunicación para amenizar la lectura.
Sr. Presidente de la Junta
Diocesana de Cofradías y Hermandades de Semana Santa.
Sr. Presidente de la Junta Mayor de
Cofradías y Hermandades de Semana Santa de Elche
Presidentes y miembros de las
distintas Cofradías y Hermandades
Amigos:
Permitidme en primer lugar unas
palabras de agradecimiento a los organizadores de este Encuentro Provincial por
haber pensado en mi persona para pronunciar una de las ponencias del mismo.
También al amigo José Agulló, Director de este Encuentro, por las palabras de
presentación que son, sobre todo, fruto de la larga amistad con que me honra. Y
también mi gratitud a todos los presentes por su asistencia.
Una de las notas más destacadas del
paisaje de Elche es la abundancia de palmeras que, formando un anillo alrededor
de la ciudad, impresionaron e impresionan a todos nuestros visitantes. Su
origen todavía se discute, hay autores que afirman que la palmera fue importada
por los fenicios, otros se decantan por la época musulmana y otros
investigadores señalan cómo la ordenación de las palmeras en los huertos que
hoy conocemos y su explotación agrícola resulta más reciente. Estos huertos de palmeras
están íntimamente unidos a su sistema de riego tradicional formado por la
Acequia Mayor que distribuye las escasas y salobres aguas del río Vinalopó
mediante un antiquísimo sistema de partidores y canales menores que permite la
venta y aprovechamiento de tales aguas.
Detalle de la Cantiga 126. Procendencia: http://warfare.totalh.net/Cantiga/Cantigas_de_Santa_Maria-126-1.htm |
Las palmeras siempre han
caracterizado a Elche. Un ejemplo lo tenemos en dos de las Cantigas de Alfonso
X el Sabio datadas en el siglo XIII que relatan sendos milagros acontecidos en
la ciudad. En la Cantiga 126 un soldado de los que asediaba la ciudad en una de
sus múltiples luchas entre las Coronas de Castilla y Aragón, resultó herido de
manera que una flecha le atravesó la cara. Fueron inútiles todos los intentos
por extraerle la saeta hasta que, llevado ante el altar de Santa María, la
Virgen lo sanó milagrosamente. Como vemos en la primera de las viñetas, la
ciudad de Elche, con sus murallas, aparece ya caracterizada por los penachos de
varias palmeras.
La segunda Cantiga es la 133: una niña que fue a beber en la
acequia de Elche cayó a la misma y se ahogó. Portada por sus padres ante el
altar de Santa María, fue resucitada milagrosamente. También en esta ocasión,
la ciudad de Elche aparece señalada por una palmera. La identificación de Elche
con las palmeras la tenemos incluso en el escudo de la ciudad que encabeza el
manuscrito de 1621 con la historia más antigua de Elche redactada por Cristóbal
Sanz de Carbonell. El escudo con la puerta de la Calahorra y el ara romana,
está rematado por una matrona romana que porta una palma en sus manos como
señal de victoria, con la leyenda Ilice Victrix, y está flanqueado por
dos palmeras.
Esta visión de la ciudad de Elche
rodeada de palmeras impresionó a los viajeros que visitaron la ciudad en
diversas épocas. Por ejemplo, el austriaco Hyeronimus Münzer que viajó por la
Península Ibérica entre 1494 y 1495 indica al referirse a Elche «es lugar
sumamente fecundo en aceite y en ningún otro he visto tantas palmeras como en
él». En 1772 el francés Jean Peyron señalaba que «la gran palmera crece en
todas las provincias meridionales de España, pero donde más abunda es en el
reino de Valencia, en los alrededores de Elche; su llano está cubierto de ellas
hasta donde alcanza la vista. Pretenden que hay allí más de cincuenta mil,
cuyos dos tercios, por lo menos, tienen más de ciento veinte pies de altas y
forman un bosque soberbio». Unos años después, el inglés Joseph Twonsend
escribía en su obra Viaje a través de España en los años 1786-1787:
«Elche, la Illice de los romanos, puede con verdad ser llamada la ciudad de los
dátiles porque está rodeada de palmeras». Y así podríamos aportar infinidad de
testimonios, especialmente de la época romántica.
En el siglo XX, ante el peligro que
corrían los huertos de palmeras por el crecimiento de la propia ciudad, se
consiguieron diversas medidas legales para garantizar su protección, como un
decreto del Ministerio de Agricultura, Industria y Comercio de 1933 o, más
recientemente, una Ley por la que se regula la tutela del palmeral de Elche,
aprobada por las Cortes valencianas en mayo de 1986, que creó el Patronato del
Palmeral, responsable de la vigilancia y protección del mismo. Como culminación
de tales medidas y como reconocimiento a la singularidad de los huertos de
palmeras ilicitanos, el 30 de noviembre del 2000, la UNESCO proclamó el
palmeral histórico de Elche como Patrimonio de la Humanidad.
La explotación agrícola de las
palmeras ha permitido la obtención y comercialización de diferentes productos.
Es el caso de su fruto, de los dátiles, cuya recolección se hace subiendo a la
palmera mediante una cuerda que asegura la cintura del hortelano y cuya
operación recibe en el lenguaje local la denominación de monyir, es
decir, «ordeñar» la palmera. También del uso de las palmas para la confección
de utensilios domésticos como escobas; de los llamados cascabots o parte
dura de tales palmas, para la construcción de cercas agrícolas; incluso, en
ocasiones, la fibrosa madera de los troncos de las palmeras ha sido usada para
construir vigas o bancos, como todavía se ven en nuestros parques. Sin embargo,
una práctica destaca sobre el resto: la confección de palmas blancas destinadas
fundamentalmente a la procesión del Domingo de Ramos.
El carácter litúrgico de la
procesión de las palmas en el domingo inicial de la Semana Santa, hace que las
primeras noticias al respecto en la ciudad de Elche se remonten a 1371, unos
cien años después de su incorporación al Reino de Valencia, tras su conquista
por Jaime I en 1265. Y en 1429 está fechada la primera referencia al comercio
de palmas blancas, demostrando su raigambre e importancia en la ciudad: se
trata de un acuerdo del Consejo de la ciudad en el que se menciona a unos
ilicitanos que habían sido detenidos en Valencia donde habían acudido a vender
palmas blancas para el Domingo de Ramos.
Ruinas de la casa de los Escorferos. Ejemplo del uso de los troncos de palmera en la construcción |
El encaperuzado de las palmeras
para la obtención de palmas blancas y el comercio de las mismas, fue una
destacada actividad de los ilicitanos a lo largo de su historia. Así lo
atestigua en 1621 el citado regidor Cristóbal Sanz en su manuscrito, en donde
señala que «Lleva las palmas esta tierra de muy antiguo en abundancia, y se
crían tantas en ella que parece un erizo, y para celebrar las fiestas de los
Ramos, llevan por toda España, como a la Santa Iglesia de Toledo y otras
partes» (Excelencias de la villa de Elche, L. Atenea, 1954, p. 99-100).
Y en 1646 la Corporación municipal daba cuenta de que a su procurador en
Madrid, mosén Domiciano Gaitán, se le había dado permiso para regresar a la
ciudad «con los carros de Jaume Valero que llevan la palma a Madrid»,
demostrando una vez más la importancia de este comercio y la diversidad de
ciudades a las que se acudía.
Un comercio que, llevando unido el
nombre de Elche, llegó incluso al extranjero. Así lo indica Charles Davilier en
su Viaje por España, fechado en 1862, cuando señala que «todos los años,
poco tiempo antes de las fiestas de Pascua, algunos habitantes de Elche, más
emprendedores que sus compatriotas, se dirigen al puerto de Alicante, después
de haberse provisto de un considerable cargamento de palmas que han trenzado y
adornado durante el inverno. De Alicante se embarcan para Marsella y apenas
llegados al puerto del Mediterráneo, su primera preocupación es buscar algún
almacén que se alquile [para ofrecer] infinidad de palmas de todas la formas y
de todos los tamaños» (Anajana, 1982, I, p. 158)
Actualmente se mantiene esta
importante actividad comercial de las palmas con las que Elche surte a España y
a diferentes países europeos. En la ciudad, el viernes de Dolores se organizan
mercadillos en diferentes puntos de la ciudad, especialmente en la Plaça de
Baix, junto al edificio del Ayuntamiento ilicitano, en los que todos pueden
adquirir las palmas según sus preferencias.
Estas palmas blancas son obtenidas
mediante el encaporutxat o encaperuzado de las ramas de algunas
palmeras, generalmente, machos o hembras que produzcan dátiles de escasa
calidad. Las operaciones necesarias para ese encaperuzado con el cual se impide
la función clorofílica de la planta, se han trasmitido con mínimas variantes
entre generaciones de palmereros. Tal es así, que la descripción que de estas
operaciones hizo el botánico Antonio Juan Cavanilles en sus Observacions
sobre el Reyno de Valencia, en 1797 puede servirnos perfectamente para
entender el arriesgado proceso:
«Mayor parece el riesgo a que se
exponen cuando suben a formar un cono con todas las frondes de la palma. Van
doblando hacia arriba aquellos pezones duros, estrechando cada vez más los
lazos hasta formar de todas ellas un haz, que cubren con frondes inútiles,
aseguran con cordeles desde la base del cono hasta el vértice; sirviéndose para
ello de débiles escaleras de doce peldaños, que apoyan sobre la punta del
astil, y arriman a la obra que va saliendo de sus manos, al cono, que por su
propio peso se dobla muchas veces.» (II, 270).
Cortadas y clasificadas las palmas
se preparan para su venta. Unas se destinan a palmas lisas, tal cual salieron
de la palmera. Otras, sin embargo, son trabajadas por manos artesanas que rizan
sus hojas para adornarlas con figuras realizadas con las blancas hojuelas.
Cruces, estrellas, bolas, trenzas, figuras, etc. convierten las palmas en
verdaderas obras de arte. Precisamente para potenciar esta artesanía local, la
Junta Mayor de Cofradías y Hermandades de Semana Santa en colaboración con el
Ayuntamiento de Elche, organiza un concurso anual en el que se premian los
ramos más destacados en las categorías de artesanía, artística y miniatura. En
el caso del apartado artístico, las palmas se convierten en auténticos monumentos
al adornarse espléndidamente con complejas figuras relacionadas con la Semana
Santa ilicitana, con la figura de la Patrona, la Virgen de la Asunción o con
monumentos y tradiciones de la ciudad. Se conserva también la costumbre de
regalar palmas a diferentes personas. En el ámbito familiar, los abuelos las
suelen regalar a sus nietos y, sobre todo, los padrinos a sus ahijados. El
mismo Ayuntamiento de la ciudad, en nombre de todos los ilicitanos, obsequia
con palmas blancas a las principales autoridades nacionales, como al Rey y su
familia o al Presidente del Gobierno, así como al obispo de la diócesis de
Orihuela-Alicante y, desde 1988, a Su Santidad el Papa. En este último caso, se
consiguió, después de complejas gestiones diplomáticas ante la Santa Sede,
cumplir uno de los anhelos de la ciudad: el que una palma de Elche estuviera
presente en las celebraciones litúrgicas del centro de la Cristiandad. Hay que
señalar que esta donación no había sido posible hasta entonces, precisamente,
por un privilegio otorgado por el Papa Sixto VI en el siglo XVI a la familia
Bresca de la ciudad italiana de Bordiguera, donde existe un pequeño palmeral
con su correspondiente artesanía de palmas blancas. Actualmente, aunque la
palma que porta el Papa en la procesión celebrada en la plaza de San Pedro es
la ofrecida por Bordiguera, en un lugar destacado del altar donde se celebra la
bendición de las palmas se suele colocar la gran palma rizada y ornamentada con
símbolos ilicitanos y papales, ofrecida por Elche (los primeros años presidía
el altar de la eucaristía y, actualmente, se coloca junto al obelisco de la
plaza, en el lugar destinado a la bendición inicial de la palmas).
Las palmas, una vez acabada la
procesión, son colgadas en balcones y ventanas ya que, al estar bendecidas al
inicio de la procesión, sirven de protección a los habitantes de la casa.
También, como sabéis, suelen servir de ornamentación al Monumento del Jueves
Santo e, incineradas al año siguiente, sirven para marcar las frentes de los
cristianos en la ceremonia del Miércoles de Ceniza, al inicio de la Cuaresma.
Respecto a la propia procesión, hay
que señalar que, como señala la liturgia, está precedida de la solemne
bendición de las palmas. Sabemos que antiguamente era encabezada por una cruz
alzada recubierta de un velo blanco con la que se golpeaba ligeramente la
puerta cerrada de la iglesia para que ésta se abriera y permitir la entrada de
los fieles. Por los testimonios gráficos conservados, esta entrada se realizaba
a través de la puerta del Combregar o de la Capilla de la Comunión. A partir de
1945, se incorporó a la procesión una imagen de Jesús Triunfante, popularmente
conocido como «pas de la burreta», obra del Taller de Arte Católico de Olot,
venerada el resto del año en una de las capillas laterales de Santa María. La
procesión, tras la bendición, partía de Santa María por la puerta del crucero
llamada del Órgano y regresaba, tras recorrer el centro histórico de la ciudad,
por su puerta Mayor. En ella participaban gran cantidad de ilicitanos,
incluidos los niños de los colegios, con sus correspondientes palmas, cosa que
confería a la misma un carácter singular. En la actualidad, la bendición de las
palmas se realiza fuera del templo, en un altar levantado en el paseo de la
Estación, junto al Parque Municipal, y desde allí parte el desfile religioso
que, tras recorrer la ciudad, entra en la Basílica.
Es la Junta Mayor de Cofradías y
Hermandades de Semana Santa quien se encarga de organizar la procesión y sacar
la imagen de Jesús Triunfante. Por riguroso turno anual, las diferentes
cofradías y hermandades ilicitanas ceden al efecto sus respectivos tronos, que
son adornados con motivos ornamentales realizados con palmas blancas donados
por las familias artesanas de la ciudad.
Nuestra procesión de las Palmas fue
declarada Fiesta de Interés Turístico Internacional en 1997. En la misma
participan innumerables ilicitanos que mantienen la tradición de portar palmas
en recuerdo de la entrada triunfante de Jesús en Jerusalén. Es tradicional que
familias enteras participen en esta procesión realizando su recorrido total o
parcialmente. Procesión que se convierte en la excusa para estrenar las nuevas
ropas primaverales, tal como señala el refrán popular: «Diumenge de Rams, qui
no estrena no te mans» (Domingo de Ramos, quien no estrena no tiene manos). Un
lugar destacado tienen las palmas ganadoras en el concurso de palma blanca
portadas por los mismos artesanos que las confeccionan. Y arropando el trono de
Jesús con un mar de palmas, representantes de las diferentes cofradías y
miembros de la Junta Mayor. Cierra la procesión el clero revestido con los
ornamentos rojos de la festividad, la Corporación Municipal bajo mazas y la
Banda de Música.
La procesión de las palmas de Elche
es, pues, todo un acontecimiento religioso, social y festivo que representa el
pórtico de la Semana Santa. Es uno de sus actos destacados, con personalidad
propia, y que, como hemos señalado, difunde el nombre de la ciudad por todo el
mundo.
Pero las palmas y las palmeras
están presentes también en otros momentos de nuestra Semana Santa. En primer
lugar, nos referiremos a la presencia de una palmera en la decoración vegetal
del Paso de la Oración de Jesús en el Huerto, que en Elche es conocido como el Pas
de l’hort. Aunque el Evangelio señala claramente que Jesús, después de la
Última Cena, acudió a orar al huerto de los olivos o huerto de Getsemaní,
resulta evidente que para el gremio de hortolans que crearon esta
cofradía en 1854, el huerto, como los de la ciudad de Elche, tenía que ser
forzosamente de palmeras.
Esta cofradía nació en la época de
la primera ampliación de la Semana Santa ilicitana que tuvo lugar a mediados
del siglo XIX, concretamente entre 1852 y 1865, en la que se crearon seis
nuevos pasos que vinieron a unirse con los cinco tradicionales que procedían
del siglo XVI. Entre ellos, como hemos visto el de la oración en el huerto.
Según un noticiero manuscrito del cronista José María Ruiz de Lope y Pérez, que
se conserva en el Archivo Histórico Municipal de Elche,
«La cofradía del paso del Señor
orando en el huerto, para las referidas procesiones, fue formada en marzo de
1854 por los hortelanos de esta población, y al efecto se construyeron sus
andas, por el carpintero Pascual Pomares, de la calles Solares y pintaron por
Manuel Pérez y Baeza; la imagen de Jesucristo fue tallada por el escultor de
Alicante, don Antonio Riudavets por la cantidad de setecientos reales vellón».
(Noticias de Elche, ff. 392-392v).
El paso mostraba a Jesús en oración
auxiliado por un ángel en un huerto que además de una palmera con racimos de
dátiles y algunos tordos vivos atados a sus ramas, mostraba también un granado,
un olivo, un naranjo y un limonero con sus correspondientes frutos. Las
imágenes se conservaban en la iglesia de la Merced donde fueron destruidas en
el incendio del templo de febrero de 1936. En la posguerra se refundó la
cofradía, que ha conservado la decoración vegetal tradicional.
Por otro lado, la palma blanca en
los desfiles de la Semana Santa ilicitana está directamente relacionada con el
paso denominado de San Juan y la Virgen. El citado noticiero de Ruiz de Lope
dice que: «Este paso de San Juan y la Virgen, fue creado en el año 1862, bajo
la dirección de Francisco Torres y Tarí, presidente de la sociedad compuesta de
cuarenta individuos. Las imágenes fueron hechas por el escultor de Valencia don
Francisco Pérez Figueroa por valor de 2.000 reales.» (Idem, ff.
393v-394)
Reconstruidas las imágenes en la
posguerra por el escultor José Sánchez Lozano volvieron a desfilar en 1947,
primero dependiendo de los jóvenes de Acción Católica y, más tarde, de algunos
industriales ilicitanos. Actualmente, la cofradía se denomina oficialmente como
Fervorosa y Venerable Hermandad de María Santísima del Mayor Dolor y de San
Juan Evangelista. Tanto la imagen antigua de San Juan, como la moderna, porta
en sus manos una palma blanca como elemento de protección hacia la Virgen, tal
y como se escenifica en el Misterio de Elche. En ocasiones ha sido una palma
rizada, incluso alguna de las premiadas en el concurso anual, pero debido al
peso excesivo de éstas, últimamente se ha sustituido por una palma lisa de
considerable altura. También es habitual que acompañen al trono, además de
numerosas mujeres ataviadas con la tradicional mantilla, las palmas premiadas
en el concurso de palma blanca.
Finalmente, la Cofradía de María
Santísima de la Palma, organizada en el año 2007, sería el tercero de los
testimonios de la presencia de la palma blanca en los desfiles de Semana Santa.
La imagen de la Virgen, de vestir bajo palio, es obra del imaginero Fernando
Aguado. Esta cofradía, creada en el seno de la parroquia de Nuestra Señora de
los Desamparados, incluye en su desfile algunos elementos realizados con palmas
blancas, así como también alguna de las palmas premiadas en el concurso anual.
Con estas y otras muchas
procesiones, que tendréis la oportunidad de conocer a través de la exposición
de la Calahorra, del desfile penitencial de esta tarde y del audiovisual que se
proyectará mañana, se desarrolla la magnífica Semana Santa de Elche que en los
últimos años ha experimentado un crecimiento y esplendor extraordinarios y en
la cual no voy a entrar puesto que necesitaríamos mucho tiempo para
describirla. Únicamente me referiré a la ceremonia conocida como la «Trencà del
guió» con la que se cierra la procesión del Santo Entierro del Viernes Santo y
que constituye otro de los momentos singulares de nuestras celebraciones.
Cuando la Virgen de los Dolores, que desfila en último lugar en dicha procesión,
llega a la plaza Mayor, el guión negro que encabezaba la marcha es hecho ondear
por los encargados de portarlo ante su trono hasta que, al tercer movimiento,
se rompe el asta de la bandera. Aunque no tenemos todavía datos suficientes para
conocer el origen exacto de esta peculiar ceremonia –se ha apuntado un posible
acto de vasallaje de todos los gremios locales hacia la nobleza local
responsable de la Dolorosa-, todo induce a pensar en una simbólica rotura del
luto penitencial y un anuncio, ya en la noche del Viernes Santo, de la futura
resurrección de Cristo.
Resurrección que se celebra
plenamente por toda la ciudad en la mañana del Domingo de Pascua con la
procesión llamada de las aleluyas, cuyo origen se remonta a 1531. En ella son
lanzadas desde balcones y terrazas miles de estampas de colores con figuras
religiosas, como señal de alegría por la Resurrección de Cristo. Y se hace al
paso de la imagen de Cristo Resucitado, obra del escultor valenciano José
Esteve Bonet, venerada en la Basílica de Santa María desde 1790 y, muy
especialmente, al paso de la imagen de la Patrona
de Elche, la Virgen de la Asunción que está presente y muy presente en todas
las celebraciones ilicitanas. Esta imagen, que es la protagonista del Misterio
de Elche, Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad desde
2001, concentra la admiración y la devoción de todos los ilicitanos y con su
presencia se pone el punto y final solemne y jubiloso a la espléndida Semana
Santa de la ciudad que se iniciaba siete días antes con el Domingo de Ramos.
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