CAMINOS IBEROS

domingo, 24 de marzo de 2013

Joan Castaño: La palma blanca y el Domingo de Ramos en Elche

 La comunicación que reproduzco ahora, procedente como la anterior, del XIX encuentro Provincial de Cofradías en la web Pasión Ilicitana,  va más allá de su título centrado en el uso de la Palma blanca en el Domingo de Ramos, pues plantea un resumen de las procesiones en las que se utiliza la palma blanca a lo largo de la Semana Santa y apunta a su proliferación en otras fiestas fuera de la misma, en algunas ocasiones incluso desde hace poco en términos relativos. También aporta datos que amplían la perspectiva vegetal: la palmera, los frutos... Por encima de los detalles, materializa el vínculo que desde antiguo une a la ciudad con las palmeras y con el culto mariano de manera que aparece como casi inevitable la intima trabazón entre ambos patrimonios de la Humanidad. Algo parecido sucede con esta comunicación y la anterior de Francisco Picó. 
Solo me resta añadir que, también ahora me he permitido la libertad de ilustrar la comunicación para amenizar la lectura.


Sr. Presidente de la Junta Diocesana de Cofradías y Hermandades de Semana Santa.
Sr. Presidente de la Junta Mayor de Cofradías y Hermandades de Semana Santa de Elche
Presidentes y miembros de las distintas Cofradías y Hermandades
Amigos:
Permitidme en primer lugar unas palabras de agradecimiento a los organizadores de este Encuentro Provincial por haber pensado en mi persona para pronunciar una de las ponencias del mismo. También al amigo José Agulló, Director de este Encuentro, por las palabras de presentación que son, sobre todo, fruto de la larga amistad con que me honra. Y también mi gratitud a todos los presentes por su asistencia.
Una de las notas más destacadas del paisaje de Elche es la abundancia de palmeras que, formando un anillo alrededor de la ciudad, impresionaron e impresionan a todos nuestros visitantes. Su origen todavía se discute, hay autores que afirman que la palmera fue importada por los fenicios, otros se decantan por la época musulmana y otros investigadores señalan cómo la ordenación de las palmeras en los huertos que hoy conocemos y su explotación agrícola resulta más reciente. Estos huertos de palmeras están íntimamente unidos a su sistema de riego tradicional formado por la Acequia Mayor que distribuye las escasas y salobres aguas del río Vinalopó mediante un antiquísimo sistema de partidores y canales menores que permite la venta y aprovechamiento de tales aguas.
Detalle de la Cantiga 126. Procendencia:
http://warfare.totalh.net/Cantiga/Cantigas_de_Santa_Maria-126-1.htm
Las palmeras siempre han caracterizado a Elche. Un ejemplo lo tenemos en dos de las Cantigas de Alfonso X el Sabio datadas en el siglo XIII que relatan sendos milagros acontecidos en la ciudad. En la Cantiga 126 un soldado de los que asediaba la ciudad en una de sus múltiples luchas entre las Coronas de Castilla y Aragón, resultó herido de manera que una flecha le atravesó la cara. Fueron inútiles todos los intentos por extraerle la saeta hasta que, llevado ante el altar de Santa María, la Virgen lo sanó milagrosamente. Como vemos en la primera de las viñetas, la ciudad de Elche, con sus murallas, aparece ya caracterizada por los penachos de varias palmeras. 
La segunda Cantiga es la 133: una niña que fue a beber en la acequia de Elche cayó a la misma y se ahogó. Portada por sus padres ante el altar de Santa María, fue resucitada milagrosamente. También en esta ocasión, la ciudad de Elche aparece señalada por una palmera. La identificación de Elche con las palmeras la tenemos incluso en el escudo de la ciudad que encabeza el manuscrito de 1621 con la historia más antigua de Elche redactada por Cristóbal Sanz de Carbonell. El escudo con la puerta de la Calahorra y el ara romana, está rematado por una matrona romana que porta una palma en sus manos como señal de victoria, con la leyenda Ilice Victrix, y está flanqueado por dos palmeras.



Esta visión de la ciudad de Elche rodeada de palmeras impresionó a los viajeros que visitaron la ciudad en diversas épocas. Por ejemplo, el austriaco Hyeronimus Münzer que viajó por la Península Ibérica entre 1494 y 1495 indica al referirse a Elche «es lugar sumamente fecundo en aceite y en ningún otro he visto tantas palmeras como en él». En 1772 el francés Jean Peyron señalaba que «la gran palmera crece en todas las provincias meridionales de España, pero donde más abunda es en el reino de Valencia, en los alrededores de Elche; su llano está cubierto de ellas hasta donde alcanza la vista. Pretenden que hay allí más de cincuenta mil, cuyos dos tercios, por lo menos, tienen más de ciento veinte pies de altas y forman un bosque soberbio». Unos años después, el inglés Joseph Twonsend escribía en su obra Viaje a través de España en los años 1786-1787: «Elche, la Illice de los romanos, puede con verdad ser llamada la ciudad de los dátiles porque está rodeada de palmeras». Y así podríamos aportar infinidad de testimonios, especialmente de la época romántica.
En el siglo XX, ante el peligro que corrían los huertos de palmeras por el crecimiento de la propia ciudad, se consiguieron diversas medidas legales para garantizar su protección, como un decreto del Ministerio de Agricultura, Industria y Comercio de 1933 o, más recientemente, una Ley por la que se regula la tutela del palmeral de Elche, aprobada por las Cortes valencianas en mayo de 1986, que creó el Patronato del Palmeral, responsable de la vigilancia y protección del mismo. Como culminación de tales medidas y como reconocimiento a la singularidad de los huertos de palmeras ilicitanos, el 30 de noviembre del 2000, la UNESCO proclamó el palmeral histórico de Elche como Patrimonio de la Humanidad.

La explotación agrícola de las palmeras ha permitido la obtención y comercialización de diferentes productos. Es el caso de su fruto, de los dátiles, cuya recolección se hace subiendo a la palmera mediante una cuerda que asegura la cintura del hortelano y cuya operación recibe en el lenguaje local la denominación de monyir, es decir, «ordeñar» la palmera. También del uso de las palmas para la confección de utensilios domésticos como escobas; de los llamados cascabots o parte dura de tales palmas, para la construcción de cercas agrícolas; incluso, en ocasiones, la fibrosa madera de los troncos de las palmeras ha sido usada para construir vigas o bancos, como todavía se ven en nuestros parques. Sin embargo, una práctica destaca sobre el resto: la confección de palmas blancas destinadas fundamentalmente a la procesión del Domingo de Ramos.
Ruinas de la casa de los Escorferos. Ejemplo del uso de los troncos de palmera en la construcción
El carácter litúrgico de la procesión de las palmas en el domingo inicial de la Semana Santa, hace que las primeras noticias al respecto en la ciudad de Elche se remonten a 1371, unos cien años después de su incorporación al Reino de Valencia, tras su conquista por Jaime I en 1265. Y en 1429 está fechada la primera referencia al comercio de palmas blancas, demostrando su raigambre e importancia en la ciudad: se trata de un acuerdo del Consejo de la ciudad en el que se menciona a unos ilicitanos que habían sido detenidos en Valencia donde habían acudido a vender palmas blancas para el Domingo de Ramos.
El encaperuzado de las palmeras para la obtención de palmas blancas y el comercio de las mismas, fue una destacada actividad de los ilicitanos a lo largo de su historia. Así lo atestigua en 1621 el citado regidor Cristóbal Sanz en su manuscrito, en donde señala que «Lleva las palmas esta tierra de muy antiguo en abundancia, y se crían tantas en ella que parece un erizo, y para celebrar las fiestas de los Ramos, llevan por toda España, como a la Santa Iglesia de Toledo y otras partes» (Excelencias de la villa de Elche, L. Atenea, 1954, p. 99-100). Y en 1646 la Corporación municipal daba cuenta de que a su procurador en Madrid, mosén Domiciano Gaitán, se le había dado permiso para regresar a la ciudad «con los carros de Jaume Valero que llevan la palma a Madrid», demostrando una vez más la importancia de este comercio y la diversidad de ciudades a las que se acudía.
Un comercio que, llevando unido el nombre de Elche, llegó incluso al extranjero. Así lo indica Charles Davilier en su Viaje por España, fechado en 1862, cuando señala que «todos los años, poco tiempo antes de las fiestas de Pascua, algunos habitantes de Elche, más emprendedores que sus compatriotas, se dirigen al puerto de Alicante, después de haberse provisto de un considerable cargamento de palmas que han trenzado y adornado durante el inverno. De Alicante se embarcan para Marsella y apenas llegados al puerto del Mediterráneo, su primera preocupación es buscar algún almacén que se alquile [para ofrecer] infinidad de palmas de todas la formas y de todos los tamaños» (Anajana, 1982, I, p. 158)
Actualmente se mantiene esta importante actividad comercial de las palmas con las que Elche surte a España y a diferentes países europeos. En la ciudad, el viernes de Dolores se organizan mercadillos en diferentes puntos de la ciudad, especialmente en la Plaça de Baix, junto al edificio del Ayuntamiento ilicitano, en los que todos pueden adquirir las palmas según sus preferencias.
Estas palmas blancas son obtenidas mediante el encaporutxat o encaperuzado de las ramas de algunas palmeras, generalmente, machos o hembras que produzcan dátiles de escasa calidad. Las operaciones necesarias para ese encaperuzado con el cual se impide la función clorofílica de la planta, se han trasmitido con mínimas variantes entre generaciones de palmereros. Tal es así, que la descripción que de estas operaciones hizo el botánico Antonio Juan Cavanilles en sus Observacions sobre el Reyno de Valencia, en 1797 puede servirnos perfectamente para entender el arriesgado proceso:
«Mayor parece el riesgo a que se exponen cuando suben a formar un cono con todas las frondes de la palma. Van doblando hacia arriba aquellos pezones duros, estrechando cada vez más los lazos hasta formar de todas ellas un haz, que cubren con frondes inútiles, aseguran con cordeles desde la base del cono hasta el vértice; sirviéndose para ello de débiles escaleras de doce peldaños, que apoyan sobre la punta del astil, y arriman a la obra que va saliendo de sus manos, al cono, que por su propio peso se dobla muchas veces.» (II, 270).
Cortadas y clasificadas las palmas se preparan para su venta. Unas se destinan a palmas lisas, tal cual salieron de la palmera. Otras, sin embargo, son trabajadas por manos artesanas que rizan sus hojas para adornarlas con figuras realizadas con las blancas hojuelas. Cruces, estrellas, bolas, trenzas, figuras, etc. convierten las palmas en verdaderas obras de arte. Precisamente para potenciar esta artesanía local, la Junta Mayor de Cofradías y Hermandades de Semana Santa en colaboración con el Ayuntamiento de Elche, organiza un concurso anual en el que se premian los ramos más destacados en las categorías de artesanía, artística y miniatura. En el caso del apartado artístico, las palmas se convierten en auténticos monumentos al adornarse espléndidamente con complejas figuras relacionadas con la Semana Santa ilicitana, con la figura de la Patrona, la Virgen de la Asunción o con monumentos y tradiciones de la ciudad. Se conserva también la costumbre de regalar palmas a diferentes personas. En el ámbito familiar, los abuelos las suelen regalar a sus nietos y, sobre todo, los padrinos a sus ahijados. El mismo Ayuntamiento de la ciudad, en nombre de todos los ilicitanos, obsequia con palmas blancas a las principales autoridades nacionales, como al Rey y su familia o al Presidente del Gobierno, así como al obispo de la diócesis de Orihuela-Alicante y, desde 1988, a Su Santidad el Papa. En este último caso, se consiguió, después de complejas gestiones diplomáticas ante la Santa Sede, cumplir uno de los anhelos de la ciudad: el que una palma de Elche estuviera presente en las celebraciones litúrgicas del centro de la Cristiandad. Hay que señalar que esta donación no había sido posible hasta entonces, precisamente, por un privilegio otorgado por el Papa Sixto VI en el siglo XVI a la familia Bresca de la ciudad italiana de Bordiguera, donde existe un pequeño palmeral con su correspondiente artesanía de palmas blancas. Actualmente, aunque la palma que porta el Papa en la procesión celebrada en la plaza de San Pedro es la ofrecida por Bordiguera, en un lugar destacado del altar donde se celebra la bendición de las palmas se suele colocar la gran palma rizada y ornamentada con símbolos ilicitanos y papales, ofrecida por Elche (los primeros años presidía el altar de la eucaristía y, actualmente, se coloca junto al obelisco de la plaza, en el lugar destinado a la bendición inicial de la palmas).
Las palmas, una vez acabada la procesión, son colgadas en balcones y ventanas ya que, al estar bendecidas al inicio de la procesión, sirven de protección a los habitantes de la casa. También, como sabéis, suelen servir de ornamentación al Monumento del Jueves Santo e, incineradas al año siguiente, sirven para marcar las frentes de los cristianos en la ceremonia del Miércoles de Ceniza, al inicio de la Cuaresma.
Respecto a la propia procesión, hay que señalar que, como señala la liturgia, está precedida de la solemne bendición de las palmas. Sabemos que antiguamente era encabezada por una cruz alzada recubierta de un velo blanco con la que se golpeaba ligeramente la puerta cerrada de la iglesia para que ésta se abriera y permitir la entrada de los fieles. Por los testimonios gráficos conservados, esta entrada se realizaba a través de la puerta del Combregar o de la Capilla de la Comunión. A partir de 1945, se incorporó a la procesión una imagen de Jesús Triunfante, popularmente conocido como «pas de la burreta», obra del Taller de Arte Católico de Olot, venerada el resto del año en una de las capillas laterales de Santa María. La procesión, tras la bendición, partía de Santa María por la puerta del crucero llamada del Órgano y regresaba, tras recorrer el centro histórico de la ciudad, por su puerta Mayor. En ella participaban gran cantidad de ilicitanos, incluidos los niños de los colegios, con sus correspondientes palmas, cosa que confería a la misma un carácter singular. En la actualidad, la bendición de las palmas se realiza fuera del templo, en un altar levantado en el paseo de la Estación, junto al Parque Municipal, y desde allí parte el desfile religioso que, tras recorrer la ciudad, entra en la Basílica.
Es la Junta Mayor de Cofradías y Hermandades de Semana Santa quien se encarga de organizar la procesión y sacar la imagen de Jesús Triunfante. Por riguroso turno anual, las diferentes cofradías y hermandades ilicitanas ceden al efecto sus respectivos tronos, que son adornados con motivos ornamentales realizados con palmas blancas donados por las familias artesanas de la ciudad.
Nuestra procesión de las Palmas fue declarada Fiesta de Interés Turístico Internacional en 1997. En la misma participan innumerables ilicitanos que mantienen la tradición de portar palmas en recuerdo de la entrada triunfante de Jesús en Jerusalén. Es tradicional que familias enteras participen en esta procesión realizando su recorrido total o parcialmente. Procesión que se convierte en la excusa para estrenar las nuevas ropas primaverales, tal como señala el refrán popular: «Diumenge de Rams, qui no estrena no te mans» (Domingo de Ramos, quien no estrena no tiene manos). Un lugar destacado tienen las palmas ganadoras en el concurso de palma blanca portadas por los mismos artesanos que las confeccionan. Y arropando el trono de Jesús con un mar de palmas, representantes de las diferentes cofradías y miembros de la Junta Mayor. Cierra la procesión el clero revestido con los ornamentos rojos de la festividad, la Corporación Municipal bajo mazas y la Banda de Música.
La procesión de las palmas de Elche es, pues, todo un acontecimiento religioso, social y festivo que representa el pórtico de la Semana Santa. Es uno de sus actos destacados, con personalidad propia, y que, como hemos señalado, difunde el nombre de la ciudad por todo el mundo.
Pero las palmas y las palmeras están presentes también en otros momentos de nuestra Semana Santa. En primer lugar, nos referiremos a la presencia de una palmera en la decoración vegetal del Paso de la Oración de Jesús en el Huerto, que en Elche es conocido como el Pas de l’hort. Aunque el Evangelio señala claramente que Jesús, después de la Última Cena, acudió a orar al huerto de los olivos o huerto de Getsemaní, resulta evidente que para el gremio de hortolans que crearon esta cofradía en 1854, el huerto, como los de la ciudad de Elche, tenía que ser forzosamente de palmeras.
Esta cofradía nació en la época de la primera ampliación de la Semana Santa ilicitana que tuvo lugar a mediados del siglo XIX, concretamente entre 1852 y 1865, en la que se crearon seis nuevos pasos que vinieron a unirse con los cinco tradicionales que procedían del siglo XVI. Entre ellos, como hemos visto el de la oración en el huerto. Según un noticiero manuscrito del cronista José María Ruiz de Lope y Pérez, que se conserva en el Archivo Histórico Municipal de Elche,
«La cofradía del paso del Señor orando en el huerto, para las referidas procesiones, fue formada en marzo de 1854 por los hortelanos de esta población, y al efecto se construyeron sus andas, por el carpintero Pascual Pomares, de la calles Solares y pintaron por Manuel Pérez y Baeza; la imagen de Jesucristo fue tallada por el escultor de Alicante, don Antonio Riudavets por la cantidad de setecientos reales vellón». (Noticias de Elche, ff. 392-392v).
El paso mostraba a Jesús en oración auxiliado por un ángel en un huerto que además de una palmera con racimos de dátiles y algunos tordos vivos atados a sus ramas, mostraba también un granado, un olivo, un naranjo y un limonero con sus correspondientes frutos. Las imágenes se conservaban en la iglesia de la Merced donde fueron destruidas en el incendio del templo de febrero de 1936. En la posguerra se refundó la cofradía, que ha conservado la decoración vegetal tradicional.
Por otro lado, la palma blanca en los desfiles de la Semana Santa ilicitana está directamente relacionada con el paso denominado de San Juan y la Virgen. El citado noticiero de Ruiz de Lope dice que: «Este paso de San Juan y la Virgen, fue creado en el año 1862, bajo la dirección de Francisco Torres y Tarí, presidente de la sociedad compuesta de cuarenta individuos. Las imágenes fueron hechas por el escultor de Valencia don Francisco Pérez Figueroa por valor de 2.000 reales.» (Idem, ff. 393v-394)
Reconstruidas las imágenes en la posguerra por el escultor José Sánchez Lozano volvieron a desfilar en 1947, primero dependiendo de los jóvenes de Acción Católica y, más tarde, de algunos industriales ilicitanos. Actualmente, la cofradía se denomina oficialmente como Fervorosa y Venerable Hermandad de María Santísima del Mayor Dolor y de San Juan Evangelista. Tanto la imagen antigua de San Juan, como la moderna, porta en sus manos una palma blanca como elemento de protección hacia la Virgen, tal y como se escenifica en el Misterio de Elche. En ocasiones ha sido una palma rizada, incluso alguna de las premiadas en el concurso anual, pero debido al peso excesivo de éstas, últimamente se ha sustituido por una palma lisa de considerable altura. También es habitual que acompañen al trono, además de numerosas mujeres ataviadas con la tradicional mantilla, las palmas premiadas en el concurso de palma blanca.
Finalmente, la Cofradía de María Santísima de la Palma, organizada en el año 2007, sería el tercero de los testimonios de la presencia de la palma blanca en los desfiles de Semana Santa. La imagen de la Virgen, de vestir bajo palio, es obra del imaginero Fernando Aguado. Esta cofradía, creada en el seno de la parroquia de Nuestra Señora de los Desamparados, incluye en su desfile algunos elementos realizados con palmas blancas, así como también alguna de las palmas premiadas en el concurso anual.

Con estas y otras muchas procesiones, que tendréis la oportunidad de conocer a través de la exposición de la Calahorra, del desfile penitencial de esta tarde y del audiovisual que se proyectará mañana, se desarrolla la magnífica Semana Santa de Elche que en los últimos años ha experimentado un crecimiento y esplendor extraordinarios y en la cual no voy a entrar puesto que necesitaríamos mucho tiempo para describirla. Únicamente me referiré a la ceremonia conocida como la «Trencà del guió» con la que se cierra la procesión del Santo Entierro del Viernes Santo y que constituye otro de los momentos singulares de nuestras celebraciones. Cuando la Virgen de los Dolores, que desfila en último lugar en dicha procesión, llega a la plaza Mayor, el guión negro que encabezaba la marcha es hecho ondear por los encargados de portarlo ante su trono hasta que, al tercer movimiento, se rompe el asta de la bandera. Aunque no tenemos todavía datos suficientes para conocer el origen exacto de esta peculiar ceremonia –se ha apuntado un posible acto de vasallaje de todos los gremios locales hacia la nobleza local responsable de la Dolorosa-, todo induce a pensar en una simbólica rotura del luto penitencial y un anuncio, ya en la noche del Viernes Santo, de la futura resurrección de Cristo.

Resurrección que se celebra plenamente por toda la ciudad en la mañana del Domingo de Pascua con la procesión llamada de las aleluyas, cuyo origen se remonta a 1531. En ella son lanzadas desde balcones y terrazas miles de estampas de colores con figuras religiosas, como señal de alegría por la Resurrección de Cristo. Y se hace al paso de la imagen de Cristo Resucitado, obra del escultor valenciano José Esteve Bonet, venerada en la Basílica de Santa María desde 1790 y, muy especialmente, al paso de la imagen de la Patrona de Elche, la Virgen de la Asunción que está presente y muy presente en todas las celebraciones ilicitanas. Esta imagen, que es la protagonista del Misterio de Elche, Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad desde 2001, concentra la admiración y la devoción de todos los ilicitanos y con su presencia se pone el punto y final solemne y jubiloso a la espléndida Semana Santa de la ciudad que se iniciaba siete días antes con el Domingo de Ramos.

Imagen de cabecera procedente de: http://www.foroxerbar.com/viewtopic.php?t=%208765


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