Antonio
se inventó La Carátula y el hijo, adolescente airado, quiso destronar al padre. Gracias
a ello además de actor acentuó sus matices: ensayista, profesor universitario, agitador y
animador cultural de una ciudad que entonces hervía. Encima era republicano (y
de izquierdas) por genes. Pronto empezaron a desprenderse de esa herencia casi
todos menos él, su padre, su familia y pocos más. Ahora serlo es casi
honorable.
He
dicho ensayista y es una ardua tarea encontrar sus intentos en la materia. Su
producción fue escasa pero a mi me pareció importante: cuando el teatro se
miraba el ombligo ante la arrolladora marcha de lo visual enlatado (ya antes
del vídeo y de Internet), cuando se buscaba redefinirlo para no caer y
estrellarse Antonio miró con otros ojos lo que estaba a la vista de todos.
Indicó con una precisión meridiana una fuente de recursos para la supervivencia
a modo de armadura ante la adversidad: El Misterio como ejemplo
de “espectáculo total”, idea a partir de la cual transitan hoy experiencias
avanzadas.
El lugar teatral y el misterio de Elche / Antonio González Beltrán. – Alicante:
Instituto de Estudios Alicantinos, 1973, En: Revista del Instituto de
Estudios Alicantinos nº 9 (enero 1973), p. 37-45
Con los años dicen que llega la madurez y eso le paso un
poco a todos; cada elemento de las
partes fue creciendo, perfilando con mayor detalle su trayectoria vital;
algunos abandonaron el teatro para pasar a la política, otros abrazaron con
fuerza las artes escénicas, otros lo dejaron por otros menesteres. La Carátula
pese a todo seguía
La Carátula, un trabajo teatral continuado / L.T.,
Antonio Amorós, Enrique Llobregat Conesa, Antonio González Beltrán.
– [Elche : s.n.], 1982, en: La TRAMOIA : Revista de teatre del
País Valencia nº 0 (1982)
Pronto la relación volvió a sus cauces naturales. Antonio
y La Carátula volvieron a ser.
La Carátula / Antonio González Beltrán. – Alicante
: Instituto de Cultura “Juan Gil Albert”, 1994, En: CANELOBRE nº
28 (verano 1994)
La Carátula : 30 años
de teatro desde Elche / edición al
cuidado de Antonio González Beltrán. – Elx : Ajuntament, 1995
Y
siguió empeñado en repensar el teatro, ahora desde el minimalismo: perdido
definitivamente el escenario a la italiana había que sacralizar nuevos espacios,
convertirse en hierofante con un cayado y otros trastos, con el dominio del
movimiento corporal, de la voz y del espacio, apenas algún punto de luz y a
veces ni eso, adornar con su magia la esencia de las artes escénicas: el actor y el público.
De nuevo la búsqueda de armas de defensa, ahora a partir del viejo rapsoda
ciego. Y cristaliza en su último intento: volver a la oralidad, ser un cuentero,
montar un festival importante en nuestro pueblo, cuya continuidad se ha roto,
imagino que por manu militari.
Cuentos y leyendas populares de Marruecos : recopilados en Marrakech por la doctora Légey /
edición y traducción del francés de Antonio González Beltrán. – Madrid :
Siruela, 2009
Un
texto en digital:
c)
Tomado de Antonio González
Beltrán (Director de La Carátula, España),
Boletín de
Cuentacuentos, octubre 2004:
“Eso que acaban ustedes de ver y escuchar cuando yo les
contaba cuentos ahí fuera, en el patio de este hermoso lugar, es sencillamente
un acto de cuentería, una de las múltiples manifestaciones de teatro de calle,
o más sencillamente una de las múltiples manifestaciones de teatro.
En España, rota la tradición popular del narrador
callejero de cuentos, historias o sucedidos - recuerden los últimos romanceros,
los ciegos que recorrían nuestras plazas y calles con su salmodia, aquellos que
relataban horrendos y sangrientos crímenes, aún vivos hasta los años
cincuenta-, hemos perdido también la denominación del oficio. En mi caso, yo
digo que soy un actor que cuenta historias o, mejor, un cuentero, aunque sé que
en algunos países del área latinoamericana el término es peyorativo porque se
le asimila con mentiroso. Otros utilizan denominaciones varias como "narrador
oral", o "narrador oral escénico", lo que, más que un nombre, me
parece una definición, muy ajustada al oficio, eso sí, o
"cuentacuentos", el término más generalizado pero el que menos tiene
que ver con nuestro idioma. Nadie se llama "hacevasos", ni "fabricazapatos",
ni "construyemuebles", sino vidriero, zapatero o ebanista. El
problema es que se trata de una mala traducción del inglés "story
tellers", que se empezó a utilizar a principios del siglo pasado en los
Países Escandinavos y los Estados Unidos de América (USA), cuando establecieron
lo que se llamó "la hora del cuento" en aulas y bibliotecas. Lo
curioso es que la moda les vino de Francia, donde al ejecutante de esa
actividad se le llama "conteur". Hagamos, pues, la traducción
correcta del francés y veremos que lo más cercano que tenemos en castellano es
el término "cuentero", que, por otra parte, es como se dice en
Colombia, uno de los países más fecundos y vivos en este oficio, cuya práctica
es latente hoy en día en universidades, plazas, cafés, bares y teatros.
Por otra
parte, los que se ejercitan en aulas y bibliotecas en sesiones promovidas para
la animación a la lectura, los que originariamente fueron llamados
cuentacuentos, suelen contar sentados, apenas si gesticulan y sus inflexiones
de voz son mínimas. No así nosotros, los cuenteros que decimos que hacemos
teatro, que hacemos una de las formas alternativas de teatro; como lo hace con
su técnica el narrador de la "halka" marroquí, que le permite contar
incorporando al mismo tiempo todos los personajes y utilizando todos los
recursos que tiene el actor, y no sólo los gestuales y los verbales, sino
también los recursos escénicos propiamente dichos: algún elemento
escenográfico, algún accesorio, un vestuario determinado, la iluminación,
incluso. Es más, sentimos la necesidad de distinguir y hacer notar la
diferencia entre una actitud social de comunicación y una actitud artística,
escénica. Por ejemplo: lo que acabo de hacer hoy, ahí fuera, no suelo hacerlo
nunca, entre otras cosas porque me siento incómodo; yo suelo cambiarme de ropa
para contar, y aunque no sea siempre un vestuario creado especialmente para ese
cuento o ese espectáculo, me suelo vestir para la ocasión porque eso forma
parte del rito del actor; por otro lado, el espacio de la actuación es para mí
el espacio sagrado del teatro, el escenario, esté donde esté, aunque esté ahí
pisando el césped que todos pisan, porque con mi acto de cuentería lo he
transformado en escena, en lugar escénico.“
Hoy muchos nos contamos en mayor o menor medida entre los herederos
de ese importante legado y casi todos pretendemos en medio del actual marasmo
ser y parecer aunque solo sea un leve esbozo de lo que Antonio y otros pretendieron que
fuéramos.
Por
cierto, en esta entrada http://lacaratula.wordpress.com/2009/07/
Estamos
casi todos, o eso creo.
Al
final no te has ido, así que ¡Mucha mierda, Antonio!
“Gràcies Gaspar pel treball que fas en recordar-nos qui som i d’on venim.
ResponderEliminarGràcies en este cas per recordar-nos còm Antonio i la Carátula van ser elements claus en el despertar d’un poble com el d’Elx, reprimit i repressor en aquells temps, i com ens ajudarem a ser més lliures. Per tot el que representa, ¡¡¡gràcies Antonio, una abraçada per sempre; ens veurem en quasevol teatre del món!!!
Josep-Antoni Ybarra