Con este segundo trabajo de Gonzalo sobre la figura de Jaime Alfonso El Barbudo, publicado en la Revista de Semana Santa de Crevillente del 2010, el blog se ha convertido casi sin pretenderlo en la principal fuente de información digital sobre el personaje, salvo (quizás) wikipedia y alguna otra enciclopedia. Me siento más que recompensado con este record y agradezco de nuevo a Gonzalo el permitirme editar sus trabajos en digital. Espero que la cosa siga porque hay un montón de cosas compartidas entre Aspe y Elche que pueden resultar interesantes, me consta además que las conoce y las tiene estudiadas o en cualquier caso, que pueden publicarse con una mínima investigación previa: los canales de desviación del Vinalopó de Próspero Lafarga en 1906 o las relaciones de la industria alpargatera de las dos ciudades en esa misma época, por poner dos ejemplos significativos.
EL BARBUDO CELEBRA SAN JAIME
Gonzalo Martínez Español.
Las publicaciones crevillentinas han acogido diversos artículos en torno a la figura de Jaume el Barbut, abordando cuestiones relacionadas con su precipitada ejecución, la persistencia de Jaime en la literatura decimonónica, los descendientes de su parentela, etc.[i] Este artículo trae a colación una vertiente menos conocida del Barbut, la relativa a ciertas vivencias lúdicas acontecidas en julio de 1822, cuando Jaime y su cuadrilla se hallaban momentáneamente refugiados al abrigo de la Sierra de Crevillente.
El pronunciamiento militar del general Riego en 1820, desencadenó la instauración de un régimen constitucional en España, Jaime Alfonso instó una petición de indulto al gobierno liberal en mayo de 1820, que fue denegada por las autoridades constitucionales en el mes agosto[ii]. Este rechazo condujo a que el Barbut y su cuadrilla se adscribieran a la causa absolutista durante el trienio liberal. Sin abandonar los robos y extorsiones que perpetraba a las clases más acomodadas de la comarca, Jaime desarrolló una prolongada campaña de acoso y persecución contra los liberales y sus familias. Al respecto, tenemos la petición de renuncia a su cargo, cursada por el regidor oriolano Francisco López Campillo en junio de 1822, dirigida al jefe político superior de Murcia. Campillo manifestaba que la partida de José Alfonso, hermano del Barbut, raptó a su hijo primogénito en el mes de febrero, teniéndolo doce días en cautiverio, viéndose precisado a pagar un rescate de 40.000 reales en tres plazos, y teniendo que pedir prestado parte del dinero al no disponer de la suma total. A partir de ese momento, las tres partidas que estaban operando al mando de Jaime Alfonso, habían realizado repetidos intentos para tratar de capturarlo, obligándole a salir precipitadamente de Orihuela junto a su familia en diversas ocasiones, y forzándole a mudar de residencia a otra población. El acoso a que se veía sometido había agravado una enfermedad crónica que estaba padeciendo y le imposibilitaba para cumplir con sus obligaciones de munícipe en el ayuntamiento de Orihuela. Por todo ello, solicitaba que se le relevara de la responsabilidad y obligaciones del oficio de regidor[iii].
Ampliamente conocidas son las correrías de Jaime Alfonso en pos de concitar la sublevación de los círculos absolutistas, llevando a efecto incursiones armadas por los pueblos de Alicante y Murcia, en abierto desafío al gobierno constitucional. En la primavera de 1822 Jaime se mostraba muy activo en tierras murcianas. Había realizado un intento fallido de tomar Fortuna, y consumó sus irrupciones armadas asaltando el 19 de abril la población de Beniel y el día 23 Jumilla[iv], con el consiguiente destrozo de las lápidas constitucionales. El mismo 19 de abril, Javier Abadía, jefe político de Murcia, comunicaba al Cabildo oriolano que enviaba el batallón de Cataluña como refuerzo a esa ciudad para prevenir las tentativas de Jaime, aunque no por ello, debía descuidar el mantenimiento de la milicia local. En otra misiva fechada al siguiente día, daba cuenta de que el conductor del correo que efectuaba el trayecto de Cieza a Murcia estaba desaparecido, sospechándose que era obra del Barbut, al que se le había visto con una partida de más de 100 hombres de infantería y 40 caballos en la partida de la Raja, entre Jumilla y Abanilla[v].
A comienzos del verano Jaime anduvo a las puertas de Murcia con una fuerza armada cercana a 500 hombres, siendo rechazados por las tropas liberales. Se había convertido en un abierto enemigo del régimen constitucional, cuyas autoridades habían promulgado un edicto fechado en 1821, estipulando una recompensa económica de 30.000 reales por la detención de Jaime, cantidad que descendía a 10.000 reales por la captura de cualquier miembro de la partida que estuviera más de 4 años, y 6.000 reales por los integrados en menor tiempo[vi].
Entremedias de latrocinios y agitadas acciones antiliberales, el Barbut quiso congraciarse con sus paisanos crevillentinos, y con el apoyo de su amplia red de colaboradores, organizó un multitudinario festejo el 24 y 25 de julio de 1822, conmemorando el día de su santo. El convite se celebró en las inmediaciones de la Sierra de Crevillente, en el paraje del Camino del Marchante, a la altura del punto denominado Torretes, situado a ¼ de hora de la población de Crevillente.
Había transcurrido un mes desde la celebración de la onomástica de Jaime, cuando Francisco Más Pérez -alias el Fraile el Perdut-, segundo comandante de la partida de escopeteros afincada en Crevillente, que andaba a la zaga del Barbut y su gavilla, practicó las detenciones de los crevillentinos José Pérez de LLedó, Manuel Roch Pomares, y Joaquín Pérez Juan, acusados de colaborar con Jaime en los festejos de la Sierra. La autoridad militar acantonada en la población, abrió diligencias judiciales contra los detenidos, cuyo expediente se conserva en el archivo municipal ilicitano[vii].
El proceso judicial vino a prolongarse durante 8 meses, iniciándose el 3 de septiembre de 1822, con la toma de declaraciones a los detenidos. El teniente Pedro Martí -integrante del 1º batallón de Cataluña, ahora instalado en Crevillente-, actuó en calidad de fiscal, acudiendo a las cárceles municipales para interrogar a los imputados.
Martí tomó declaración a José Pérez de LLedó, de 39 años, el cual declaró que conocía a los hermanos Jaime y José Alfonso por ser vecinos de la villa, pero que no había tenido trato con ellos. Manifestó que en la vigilia de San Jaime estaba en su casa ensayando con su guitarra, y sobre las 8 de la noche se presentó José Fuentes alias el Bolero, vecino de la población que habitaba en una cueva de la rambla. El Bolero le intimó para que le acompañase con la guitarra hasta su casa-cueva, ordenándole subir por la cuesta de la vereda, encontrándose allí con Jaime Alfonso, Martellet y Manuel López que iban pertrechados con sus armas. Por exigencias del Barbut, José Pérez estuvo acompañando con la guitarra a Fuentes hasta las 11 de la noche, en presencia de una nutrida asistencia, ante la que Jaime Alfonso se arrancó como cantante, entonando unas coplas. Al concluir la velada, el Barbut le ordenó marcharse a casa y que al amanecer del día siguiente volviese al paraje de Torretes, so pena de perder la vida, -según detalló el procesado-. En el día de San Jaime, José Pérez retornó a dicho paraje permaneciendo hasta el mediodía, refiriendo que sobre las 10 de la mañana aparecieron en ese lugar 10 componentes de la cuadrilla de Jaime, éstos iban deteniendo a los transeúntes, llegándose a congregar gran afluencia de gentes. Entre las once y las doce de la mañana dio comienzo una concurrida comida, disponiendo el Barbut que el paisanaje se hiciera a un lado para que los bandidos pudieran acceder a las viandas, y a la orden explicita de Jaime: ¡Ladrones, vamos a comer!, se sentaron, repartiendo tiras de pan entre los comensales. Concluida la comida, Jaime dispuso que las gentes convocadas se marchasen, ya que su cuadrilla iba a encaminarse hacia la Sierra, por temor de que vinieran los milicianos, que rondaban por las cercanías de Orihuela.
Joaquín Pérez Juan, barbero de 32 años, atestiguó que tras haber asistido a la misa de las 6 de la mañana, unos amigos le dijeron si quería ir a comer higos chumbos al paraje del tío Marcelo. De vuelta a su casa, transitando por el alto de Torretes en torno a las 7 y ½, fue interceptado por el Barbudo, que le retuvo hasta las doce, participando en la comida con mucha gente allí convocada. Estaba acusado de colaborar con los facciosos encargados de guisar la comida, a los que les llevó unas cargas de agua.
Manuel Roch Pomares, esterero de 32 años, manifestó que únicamente conocía a José Lledó, alias Martellet. En ese día salió a buscar una hierba llamada sevillana para curarse un brote de fiebres que estaba padeciendo, y al pasar por Torretes fue detenido por los bandoleros, permaneciendo acostado en tierra hasta la una del mediodía. Se le inculpaba de colaborar con los facinerosos, y de haberles suministrado comida en anteriores ocasiones.
Tras la toma de declaraciones a los procesados, el teniente instructor requirió al alcalde crevillentino José Pascual, a fin de que informara sobre la conducta que mantenían los detenidos en la población. En ese día, los vecinos Antonio Lledó, Manuel Gomis, Francisco Hurtado y José Candela, con pareceres unánimes, expresaron que los acusados sostenían una conducta sospechosa y de holgazanería, siendo espías de los bandidos, habiéndoseles visto en tratos con ellos, además de ser partícipes en la fiesta celebrada por Jaime en el día de su santo. José Pérez de Lledó había estado dos veces en la cárcel y no tenía oficio conocido. Manuel Roch era cuñado de Martellet, fue tachado de perenne espía de los facciosos y sin trabajo acreditado. A Joaquín Pérez se le calificaba igualmente de haragán y confidente, formaba parte de la parentela de Jaime Alfonso, siendo primo hermano del Barbudo.
El 11 de septiembre se tomó segunda declaración a los detenidos. A José Pérez se le solicitó detallar a qué hora habían llegado sus compañeros arrestados a Torretes, detalle que no pudo precisar. Si bien, sí se había percatado de que los facinerosos coaccionaron a Joaquín Pérez, a fin de que tomara un burro y fuese a la casa del tío Marchante, con el objeto de transportar dos cargas de agua. José Pérez confirmó que había sido detenido en dos ocasiones, una siendo mozuelo a causa de realizar un transporte de tabaco ilegal, la otra, tras una leva de vagos en Valencia. El segundo imputado, Joaquín Pérez, manifestó haber arribado a Torretes en torno a las 7 y ½, no advirtió la llegada de Manuel Roch, permaneciendo retenido en dicho lugar. Corroboró que los bandoleros le requirieron para tomar un burro, y le obligaron a realizar un transporte de agua a la casa del tío Marchante, en cuyo trayecto de ida y vuelta empleó una hora. En su testimonio, declaró que algunos de los sujetos que le acompañaron a comer higos fueron Pascual Berenguer y un individuo apodado el Viejecito. Asimismo, negó que hubiera sido confidente de los bandidos, y que el sustento diario lo obtenía como barbero afeitando, fabricando algunos pares de alpargatas de esparto, y en labores agrícolas cuando tenía trabajo. El tercer imputado, Manuel Roch, manifestó haber llegado a Torretes en torno a las nueve, habiendo subido a la sierra en horas tardías de verano, por la necesidad que tuvo de recoger unas hierbas para remediar su dolencia. Desmintió que hubiera participado en la multitudinaria comida por hallarse tumbado en el suelo padeciendo una subida de fiebre, negando igualmente que fuera acólito de los bandoleros.
Continuaron los interrogatorios a lo largo de la jornada, el fiscal Martí tomó declaración a Francisco Berenguer conocido por el sobrenombre de Pascual, soldado en la segunda compañía del Regimiento de Infantería de Málaga instalado en la villa. El recluta confirmó que en el día de San Jaime había acudido con varios sujetos a comer higos de pala a la LLoma Marica, tras haber oído misa a las 5 de la mañana. Al retornar, les salieron al paso Jaime Alfonso, Martellet y Jarique, reteniéndolos y ofreciéndoles aguardiente para beber. En su testimonio ratificó la gran afluencia de asistentes: “pues parecía por la mucha gente una fiesta[viii]”, reparando únicamente en la presencia de unas mujeres que guisaban la comida, una llamada Margarita y la otra su hermana, conocidas por el apodo de las Guijarras. Advirtió que sus compañeros detenidos se encontraban presentes en el festejo, desmintiendo que fuera acólito de los bandoleros de la Sierra
El otro guitarrita implicado, José Fuentes, compareció ante el fiscal militar el 27 de septiembre. Declaró que conocía a los hermanos Jaime y José Alfonso, también a Antonio Penalva por ser vecinos de la villa, pero que no había tenido trato con ellos por permanecer habitualmente fuera de la población. Confirmó que estuvo tocando la guitarra en la velada de la vigilia de San Jaime, apremiado por Jaime Alfonso y Penalva, pues los susodichos acudieron a su casa, obligándole a levantarse y marchar en busca de José Pérez de Lledó, que de igual forma, intimado por las amenazas, acudió con su guitarra a las inmediaciones de la vivienda de Fuentes, en la llamada Vereda del Pla, donde se encontraban El Barbut y los suyos. En esa noche tocaron la guitarra, Jaime cantó dos coplas en presencia de un grupo de 7 u 8 mujeres acompañadas con criaturas. Concluida la velada, el Barbut les intimó para que al día siguiente tornaran a Torretes, a fin de animar el festejo con sus guitarras. En el día de San Jaime asistieron juntos al mencionado paraje en torno a las 7 de la mañana, pero permanecieron sin tañer los instrumentos, ya que lo estaban ejecutando varios mozos allí congregados. Sobre las once de la mañana, llegaron montados a caballo 5 integrantes más de la cuadrilla, entre ellos José Alfonso, reteniendo a todos los que circulaban por las inmediaciones. En torno a las doce, los bandoleros comieron juntos, y concluido el banquete, repartieron la comida sobrante entre los muchachos. Jaime alentó a los asistentes para que se marcharan, pues podrían venir las partidas que andaban persiguiéndoles. Estando en aquel lugar le sobrevino un ataque de fiebres tercianas, y permaneció echado bajo un algarrobo sin reconocer a nadie, ratificando las declaraciones hechas por Joaquín Pérez y Manuel Roch.
Las diligencias judiciales prosiguieron. El fiscal ordenó que el alguacil de la villa citara a testificar a Margarita Lledó de Pérez, una de las hermanas Guijarras, consorte de José Pérez de Lledó. En su testimonio, Margarita negó conocer al Barbudo y su banda, pues había residido un prolongado tiempo fuera de la villa con su marido, vendiendo esteras en Valencia. Desmintió haber cocinado junto con su hermana para Jaime, al tiempo que su esposo tocaba la guitarra, pues en ese día permaneció en su casa, alegando que no hubiera podido realizarlo por su cortedad de vista. Confirmó que su marido fue requerido por José Fuentes para que le acompañara a tocar la guitarra a los de la Sierra. Tras tomarle declaración, el fiscal ordenó que se encarcelara a José Fuentes.
María Lledó de Gómez, otra de las Guijarras, compareció ante el fiscal el 28 de septiembre. Era viuda de Antonio Gómez, de 50 años de edad. Expresó que conocía a Jaime antes de dedicarse a robar, y que no había tenido trato con José Alfonso ni con la banda. Rechazó que estuviese guisando la comida para los bandoleros, ya que estuvo vendiendo en la Plaza durante toda la mañana, permaneciendo el resto del día con sus hermanas. Seguidamente compareció Isabel Lledó, soltera de 26 años, la menor de las hermanas Guijarras. Igualmente rechazó haber preparado la comida, negando cualquier contacto con los bandoleros, ausentándose de su casa únicamente para ir a misa.
Las hermanas Guijarras quedaron exculpadas tras las declaraciones de varias vecinas que vivían contiguas a sus domicilios. Teresa Fernández y María Antonia Gómez testificaron a favor de Isabel LLedó, confirmando que la vieron entre las 10 y las 12 de la mañana, sentada a la puerta de su casa, e incluso María Antonia puntualizó que Isabel le guardó el niño durante un rato. Dos días después, María Antonia Aznar, señaló que María estuvo vendiendo en la plaza hasta la una del mediodía, y posteriormente pasó por su casa parar buscar algo de aceite. Francisca García refrendó que María y Margarita no habían estado guisando en Torretes, ya que las vio sobre las diez de la mañana en sus domicilios, y nuevamente al mediodía. María Más ratificó haber visto a las tres hermanas en la puerta de su casa a primera hora de la tarde.
A principios de octubre se citó a varios testigos para informar sobre la conducta de José Fuentes. Comparecieron Esteban Serna, guitarrero y Francisco Gómez, e indicaron que José Fuentes mantenía una conducta recta sin tener trato con los facinerosos. De igual modo, Manuel Roch aportó varios testigos para probar su inocencia. Uno de ellos, Joaquín Ramón, vecino de la calle, afirmó que Roch estuvo mucho tiempo en Madrid y Valencia vendiendo esteras, hacía unos seis meses que había regresado a Crevillente, volviéndose de nuevo a marchar. En cuanto a la actitud que mostrada en el municipio era honesta, sin tener contacto con los facinerosos de la Sierra. Argumentos que fueron reiterados por José Maciá, Vicente Pérez y Salvador Alfonso en pro del Bolero.
Tras revisar la información plasmada en el sumario, el fiscal Pedro Martí dictaminó que los reos, dada su condición de civiles, debían trasladarse al juez de primera instancia de Elche, veredicto que fue ratificado el 12 de octubre por Francisco Jaramillo, comandante del cantón militar de Crevillente. La causa judicial y los detenidos fueron transferidos a la audiencia ilicitana.
El juez de primera instancia de Elche designó fiscal del sumario a Antonio Botella. Una vez revisado el expediente, Botella consideró que dicho proceso era competencia del juzgado militar asentado en Crevillente, destinado específicamente a la persecución del Barbudo y sus secuaces, pues al amparo de la ley de excepción promulgada el 26 de abril de 1821, dicho tribunal militar tenía jurisdicción sobre todo tipo de delitos. El juez de 1ª instancia dispuso que el expediente y los acusados volviesen a Crevillente. Ante la inhibición del juzgado ilicitano, el comandante Jaramillo instó un oficio al comandante general del 8º distrito militar concerniente a Valencia, cuyo auditor de guerra, interpretando la ley de 26 de abril, aseveraba que los tribunales militares únicamente juzgaban a los conspiradores que fuesen detenidos o hiciesen resistencia a alguna partida de tropa, y que las restantes incidencias eran competencia de la jurisdicción ordinaria, tal como sucedía en este asunto. Por tanto, el comandante del distrito militar de Valencia remitió los autos al comandante Jaramillo, y éste de nuevo los tramitó al juzgado de 1ª instancia de Elche a finales de diciembre, siendo esta vez aceptados por el juez ilicitano.
El magistrado ilicitano estaba ocupado en diversos asuntos que requerían su atención, lo que demoró la toma de declaraciones a los inculpados. El 18 de febrero de 1823, Ginés Ganga juez y primer alcalde de Elche procedió al interrogatorio de los reos, recluidos en la prisión de la casa palacio ilicitana. El escribano leyó el sumario a los inculpados José Pérez de LLedó, Joaquín Pérez Juan, Manuel Roch Pomares y José Fuentes, que se reiteraron en sus declaraciones antecedentes, a la vez que se exculparon por no haber dado parte a la Justicia, ante el temor y las amenazas recibidas por cuenta de Jaime Alfonso y su cuadrilla.
Los cuatro acusados elevaron una petición al juez solicitando la excarcelación, al considerarse inocentes, pues habían transcurrido siete meses en prisión, y sus familias estaban necesitadas del sustento diario que ellos les proporcionaban como braceros del campo. El juez dictaminó que prosiguieran las indagaciones con los detenidos, nuevamente sometidos a interrogatorio el 26 de febrero. Tras el segundo interrogatorio el promotor fiscal les acusaba abiertamente de ser amigos y espías de los facinerosos de la Sierra, y de haber acudido de modo voluntario al convite del día de San Jaime y a los eventos de su víspera, proponiendo que salvo José Fuentes, los restantes reos fueran condenados a 4 años de confinamiento en el distrito de la provincia de Xátiva, de donde no podrían salir sin incurrir en la pena de prisión en un castillo o fortaleza por idéntico tiempo. El fiscal Ripoll consideraba que José Fuentes no era asiduo colaborador del Barbudo, y que con la prisión sufrida había redimido suficiente castigo, recomendando ponerle en libertad.
El juez instructor decidió que los acusados continuaran en prisión, y el 13 de marzo traspasó la instrucción judicial a Jaime Más, alcalde y juez crevillentino, a fin de que los testigos que habían declarado en los autos, confirmasen las aserciones realizadas. La totalidad de testigos se ratificaron en sus afirmaciones, salvo los que se encontraban ausentes de la villa. Nuevamente, los detenidos revalidaron sus declaraciones precedentes, quitando validez a los testigos que se pronunciaron en su contra, afirmando que sus acusaciones eran genéricas sin ninguna autentificación, cargadas de malicia y faltando a la verdad. Joaquín Pérez precisó que los testigos de oficio que depusieron en su contra, formaban parte de la partida de Josef Quesada, atareada en perseguir a Jaime Alfonso. Además, esgrimía a su favor, -quizá con algo de exageración- que sólo fueron detenidos los cuatro procesados cuando a la fiesta de Jaime había asistido una multitud:
…se me acrimina de haber concurrido al convite o festín que dio Jaime Alfonso en el punto de Torretes, según noticias se puede decir concurrió la tercera parte del pueblo de Crevillente, y no se citan a otros más que a mí y a los que resultan procesados en los presentes autos, siendo así que algunos otros concurrían por ser vecinos de dicho pueblo de Crevillente…
Los inculpados pidieron presentar nuevos testigos que testimoniasen a su favor. Margarita Lledó, esposa de José Pérez, facilitó varios testigos de probanza, que testificaron el 3 de abril de 1823 ante el juez de Elche. Los declarantes Antonio Cerdá, Tomás Serna, Antonio Ramón de García expresaron que José Pérez no había tenido relación con Jaime Alfonso, manifestando que era hombre de bien, de recta conducta en la villa y respetuoso con las autoridades. Al día siguiente, Isabel Ana Pomares, madre de Manuel Roch, aportó como testigos a Francisco Más de Soriano, Salvador Alfonso de Pastor, Antonio Cerdá de Soler que afirmaron tenía un comportamiento honrado, y creían que no tenía trato con el Barbudo. Francisco Torres por encargo de Joaquín Pérez Juan proporcionó como declarantes a Antonio Cerdá de Soler, Joaquín Juan Martínez, Josef Manchón de Manchón, que se pronunciaron en el mismo sentido.
Finalmente, el juez ilicitano, Francisco Pascual Andrés, dictó sentencia definitiva el 21 de abril de 1823. El veredicto fue de absolución para los 4 detenidos, no sin antes recriminar a los inculpados, haciéndoles hincapié en que habían recibido un justo castigo tras 9 meses de confinamiento carcelario, que les tendría que servir de apercibimiento para no recaer en nuevas complicidades con el Barbudo, debiendo de abonar las costas del juicio una vez tasadas. Los detenidos fueron excarcelados el mismo día del pronunciamiento de la sentencia, cuando el advenimiento del absolutismo fernandino era inminente, ya que el duque de Angulema había cruzado los Pirineos el 7 de abril, al mando de los Cien mil hijos de San Luis con el fin de restituir a Fernando VII en el trono.
No cabe duda, que los procesados formaban parte del colectivo que daba sustento a Jaime, y que sus argumentos justificativos de hallarse fortuitamente presentes en la fiesta del Barbut, resultaban poco convincentes. No obstante, las declaraciones exculpatorias de un amplio número de testigos –en su gran mayoría simpatizantes o encubridores de los bandoleros-, inclinaron el veredicto del juez hacia una sentencia absolutoria.
Por otro lado, Jaime y su cuadrilla continuaron con sus incursiones bélicas por los pueblos. En la tarde-noche del 19 de agosto de 1822, los hermanos Alfonso perpetraron su entrada en los poblaciones de Novelda y Aspe. La cuadrilla que asaltó Aspe iba comandada por José Alfonso, que siguiendo su acostumbrado procedimiento, abatieron la lápida constitucional colocada en la fachada del Ayuntamiento, aclamaron al rey absoluto y la religión, y dieron libertad a los presos retenidos en la cárceles[ix]. El 12 de octubre, Jaime asaltó la cárcel de Albatera liberando a los reclusos retenidos. Las acciones del Barbudo comenzaron a remitir a finales de año, y buscando obtener la amnistía promulgada por la Cortes el 18 de febrero de 1823, se entregó a las autoridades constitucionales de Jumilla el 15 de marzo de 1823.
A modo de conclusión, podemos resaltar algunas cuestiones significativas contenidas en la causa judicial. El sumario nos permite reproducir algunas vivencias cotidianas de Jaime y su banda en la Sierra, faceta que resulta poco corriente en la documentación. Asimismo, los festejos del día de San Jaime, nos dejan entrever algunos rasgos del mítico bandolero, su temple de líder carismático, capaz de convocar a un enorme grupo de convecinos en las inmediaciones de la sierra crevillentina, -pese al riesgo de ser detenidos-, a la que vez que Jaime hace gala de un carácter cordial y cercano a la comunidad social que le apoya, cantándole unas coplas y compartiendo la comida. También, encontramos un considerable número de vecinos de Crevillente enumerados en el proceso judicial, así como, varios componentes de la gavilla de Jaime: José Alfonso, Martellet, Jarique, Manuel López, Antonio Penalva, etc., detalle que nos permite contrastarlos con los relatos literarios. Y de manera especial, el sumario refrenda el enorme apoyo social que el Barbut recibía de sus paisanos crevillentinos, cuya extensa red de espías y colaboradores estaba extendida a varios pueblos de la comarca. Este soporte de cómplices y confidentes resultaba indispensable para la supervivencia de Jaime y su cuadrilla en la Sierra, le permitía anticiparse a sus perseguidores y le volvía enormemente escurridizo y prácticamente invulnerable. A la par, le suministraban cobertura logística de víveres y municiones, como constata el expediente al referir una causa abierta contra el facineroso Fava: “por haber obligado a dos hombres a llevar municiones a los de la Sierra en el Viernes Santo”.
La frustración y desesperanza que sentían las autoridades constitucionales ante la imposibilidad de capturar a Jaume el de la Serra, aparece reflejada en las palabras del fiscal ilicitano:
“Que los reos contra quienes se procede en dicha causa, son de la clase de criminales de que por desgracia tanto abundan [en] los pueblos de este reino, y los mismos que con sus noticias y espionaje, frustran y eluden la vigilancia y celo del gobierno en la destrucción o captura del ladrón y faccioso Jayme Alfonso y sus socios…[x]”
Material adicional al citado en la primera entrada dedicada
Una biografía comentada:
Citado como personaje de Abanilla:
La Ermita de San Cayetano, donde el Barbudo acudía a purgar sus pecados, en restauración, en un blog por lo demás alucinante, que recomiendo y del que sacaré alguna otra cita en próximas entradas:
http://www.nodo50.org/tortuga/Jayme-El-Barbudo-entre-la-historia
Reproducción de la portada de un pliego de cordel dedicado
Todas las entradas del blog dedicadas a Jaume el Barbut, pulsando aquí
[i] Entre los diversos artículos podemos consultar en la Revista de Semana Santa: .- 1987 MAS GALVAÑ, Cayetano: Un documento inédito acerca de la muerte de Jaime el Barbudo, pp. 119-125. -2001 ALFONSO EGEA, Enrique: El bandolerismo: la figura de Jaime el Barbudo pp. 143-148. En la Revista de Moros y Cristianos: 1974 SEMPERE CONGOST, José: Jaime Alfonso el Barbudo personaje novelesco, s/p.- 1984 CANDELA BELÉN, Juan: Crónica Crevillentina: Descendientes de la familia de Jaime Alfonso s/p.- 1989 GÓMEZ NIETO, Daniel: Jaime Alfonso, “El barbudo”, boceto para un estudio, s/p.- 1993 PELÁEZ MARTÍN, Andrés: Jaime el Barbudo: Algunas reseñas literarias, pp. 158-159.
[ii] ESCUDERO GUTIÉRREZ, Antonio: Jaime el Barbudo: Un ejemplo de bandolero social. Estudis d¨Història Contempòrania del País Valencià. Universitat de València, 1982, pp.76-77.
[iii] Archivo Municipal de Orihuela. Legajo 2135, doc. nº 248. Petición de Francisco López Campillo al jefe político de Murcia, solicitando le releve del cargo de regidor oriolano. Murcia, 13 de junio de 1822.
[iv] SÁEZ CALVO, José: Jayme Alfonso el Barbudo, Murcia, 2007. p 134.
[v] A.M.O. Legajo 2135 doc. 1 y 2. Cartas de Javier Abadía al Cabildo de Orihuela. Murcia 21-22 de abril de 1822.
[vi] Archivo Municipal de Elche. Legajo H–105, doc. nº 29. Gobierno Político Superior de Valencia. Su majestad concede a Juan Navarro, de la milicia de Novelda 10.000 reales, por haber dado muerte al famoso bandido Marrana, de la partida de Jaime Alfonso. Valencia ,7 de agosto de 1821.
[vii] A. M. E. Legajo E-31. Proceso judicial a varios vecinos de Crevillente por colaboración con Jaime el Barbudo. Septiembre de 1822-Abril 1823.
[viii] A. M. E. Ídem.
[ix] A. M. O. Legajo 149, doc. nº 232. Informe de la Justicia de Aspe sobre la conducta de José Más, vecino de Crevillente. Aspe, 18 de mayo de 1824.
[x] A. M. E. Legajo E-31 s/f.
Que un cráter lunar se llame Perito en Lunas Miguel Hernández
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