Lo que hace ya dos años parecía una crisis coyuntural o una crisis financiera, está adoptando rasgos cada vez más preocupantes. El desempleo ha dejado de ser uno de los pilares de la economía sumergida; ahora en su mayor parte es desempleo real, sin paliativos y sin perspectivas de mejora. Los ahorros y los subsidios se consumen sin solución de continuidad, el empobrecimiento se percibe en todos los ámbitos. Y en medio de todo la información que nos proporcionan los medios de comunicación solo sirve para confirmar que no sabemos nada y que vamos a seguir sin saber por donde nos vienen los golpes. Así que voy a participar en el lío dejando caer lo que pienso.
Primero: no es una crisis mundial; hay países que tienen tasas de crecimiento anual sostenido por encima del 5% y que están siendo las locomotoras reales de la economía (países industriales emergentes: China, India, Brasil, Méjico...).
Segundo: la crisis azota particularmente a los países del primer mundo con industrialización reciente: España. Grecia, Portugal y en menor medida Italia que producen los mismos artículos que los fabricados en los países emergentes. Curiosamente en Estados Unidos, la fuente de la crisis financiera, parece que no haya pasado nada, hasta llegar a emitir recomendaciones a Europa sobre como afrontarla.
Tercero: de nuevo los movimientos financieros provocan una escalada de síntomas que después, a pesar de las medidas, se mantienen: hace dos años fue el derrumbe del sistema crediticio americano, ahora son las especulaciones sobre la deuda griega y europea en general, sobre el euro y sobre la deuda española las que generan una caída de las bolsas que no se reaniman, ni siquiera con la declaración de guerra de la UE, ámbito en el que hasta hace dos semanas no era posible hacer política económica, ni desde los estados porque la autoridad monetaria es de ámbito europeo (a diferencia de otros no “consorciados” como Estados Unidos, China o Brasil que cuentan con su fondo de intervención) ni desde el “macroestado” europeo, que no tenía establecidas las vías de intervención para paliar las subidas y bajadas súbitas del precio de la deuda, de las acciones en bolsa o la moneda; Con una UE indefensa ante los movimientos especulativos, varias agencias financieras comandadas por los principales capitales privados del mundo (acumulan tal capacidad que pueden competir con ventaja con los estados, derribarlos y aprovechar los despojos, como Grecia, cuya bancarrota ha tenido que asumir la UE) entraron a saco. La noticia de hace apenas dos semanas en la que se creaba un fondo monetario destinado a frenar la especulación indicaba la gestación de una primera herramienta de control que no obstante no ha servido para calmar el panorama. Ahora mismo la presión se mantiene y apunta ya descaradamente sobre la moneda y la paridad euro-dólar en el horizonte de una devaluación (la primera, o sea la pérdida de la virginidad) del euro como fórmula para recuperar capacidad exportadora y empezar a generar empleo.
En este contexto Zapatero no ha tenido más remedio que adoptar medidas ante la posibilidad real de ser el segundo país afectado por los movimientos especulativos; la UE tuvo que respaldar a Grecia, generar el fondo de maniobra y obligar a Zapatero a adoptar medidas urgentes para frenar el déficit público español rompiendo así su promesa de mantener prestaciones sociales para paliar la crisis a los más necesitados. Me creo además el rumor, mencionado por el propio Zapatero de que la UE y su principal seña de identidad (el euro) han estado a punto de venirse abajo, que determinados países amenazaron con dejar la disciplina “eurista” para recuperar las tradicionales herramientas estatales de política económica ante la imposibilidad material de adoptar medidas contra los rápidos movimientos especulativos que estaban sufriendo y la pasividad de la UE.
Se nos dice que los movimientos del capital financiero buscan sobre todo el beneficio a corto plazo, juegan con el diferencial de las cotizaciones o de precio de lo que sea (mercancías, acciones, deuda pública o moneda) para hacer su agosto, pero sinceramente creo que esencialmente hacen política. Parece como si el objetivo fuese des-regular el mercado de trabajo, para ellos sobreprotegido en Europa tras décadas de luchas sociales y aproximarlo a las condiciones de las economías emergentes: jornadas de 10 a 12 horas diarias seis días a la semana, sin apenas seguridad social, jubilación y subsidios. Si además la profundización de la crisis sirve para que caigan los gobiernos protectores, pues eso.
Primero: no es una crisis mundial; hay países que tienen tasas de crecimiento anual sostenido por encima del 5% y que están siendo las locomotoras reales de la economía (países industriales emergentes: China, India, Brasil, Méjico...).
Segundo: la crisis azota particularmente a los países del primer mundo con industrialización reciente: España. Grecia, Portugal y en menor medida Italia que producen los mismos artículos que los fabricados en los países emergentes. Curiosamente en Estados Unidos, la fuente de la crisis financiera, parece que no haya pasado nada, hasta llegar a emitir recomendaciones a Europa sobre como afrontarla.
Tercero: de nuevo los movimientos financieros provocan una escalada de síntomas que después, a pesar de las medidas, se mantienen: hace dos años fue el derrumbe del sistema crediticio americano, ahora son las especulaciones sobre la deuda griega y europea en general, sobre el euro y sobre la deuda española las que generan una caída de las bolsas que no se reaniman, ni siquiera con la declaración de guerra de la UE, ámbito en el que hasta hace dos semanas no era posible hacer política económica, ni desde los estados porque la autoridad monetaria es de ámbito europeo (a diferencia de otros no “consorciados” como Estados Unidos, China o Brasil que cuentan con su fondo de intervención) ni desde el “macroestado” europeo, que no tenía establecidas las vías de intervención para paliar las subidas y bajadas súbitas del precio de la deuda, de las acciones en bolsa o la moneda; Con una UE indefensa ante los movimientos especulativos, varias agencias financieras comandadas por los principales capitales privados del mundo (acumulan tal capacidad que pueden competir con ventaja con los estados, derribarlos y aprovechar los despojos, como Grecia, cuya bancarrota ha tenido que asumir la UE) entraron a saco. La noticia de hace apenas dos semanas en la que se creaba un fondo monetario destinado a frenar la especulación indicaba la gestación de una primera herramienta de control que no obstante no ha servido para calmar el panorama. Ahora mismo la presión se mantiene y apunta ya descaradamente sobre la moneda y la paridad euro-dólar en el horizonte de una devaluación (la primera, o sea la pérdida de la virginidad) del euro como fórmula para recuperar capacidad exportadora y empezar a generar empleo.
En este contexto Zapatero no ha tenido más remedio que adoptar medidas ante la posibilidad real de ser el segundo país afectado por los movimientos especulativos; la UE tuvo que respaldar a Grecia, generar el fondo de maniobra y obligar a Zapatero a adoptar medidas urgentes para frenar el déficit público español rompiendo así su promesa de mantener prestaciones sociales para paliar la crisis a los más necesitados. Me creo además el rumor, mencionado por el propio Zapatero de que la UE y su principal seña de identidad (el euro) han estado a punto de venirse abajo, que determinados países amenazaron con dejar la disciplina “eurista” para recuperar las tradicionales herramientas estatales de política económica ante la imposibilidad material de adoptar medidas contra los rápidos movimientos especulativos que estaban sufriendo y la pasividad de la UE.
Se nos dice que los movimientos del capital financiero buscan sobre todo el beneficio a corto plazo, juegan con el diferencial de las cotizaciones o de precio de lo que sea (mercancías, acciones, deuda pública o moneda) para hacer su agosto, pero sinceramente creo que esencialmente hacen política. Parece como si el objetivo fuese des-regular el mercado de trabajo, para ellos sobreprotegido en Europa tras décadas de luchas sociales y aproximarlo a las condiciones de las economías emergentes: jornadas de 10 a 12 horas diarias seis días a la semana, sin apenas seguridad social, jubilación y subsidios. Si además la profundización de la crisis sirve para que caigan los gobiernos protectores, pues eso.
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