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Elia Barceló es una autora minoritaria, que escribe impecablemente bien y que –cosa extraña en este mundo de hombres– suele adentrarse con facilidad en el campo de la fantasía, el terror y la ciencia ficción. Le leí El mundo de Yarek, que ganó el premio UPC en novela corta de ciencia ficción del año 1993 y como consecuencia de ello me espera Sagrada, Disfraces terribles y alguna más en el Papyre. También es cierto que la autora era muy valorada en Cyberdark e incluso creo que pasaba por allí con frecuencia. Aunque, todo hay que decirlo, El adversario no me gustó pese a estar narrada en un estilo impecable. Encima es de Elda y me caen bien los del Vinalopó. Dicho esto recomiendo leer la obra a quien tenga la fortuna de encontrarla (la editó Miraguano en 1994) como ejemplo de relato que utiliza el género para poner en solfa actitudes que sobreabundan cada vez más –y parecía que iba a ser al revés– en este mundo que nos ha tocado vivir. La desconcertante ilustración de la cubierta (¿qué pinta un tipo con bigote en una nave espacial?) ya indica por donde van los tiros y nunca mejor escogida la frase puesto que si tengo que definirla me sale eso: un proyectil dirigido a ciertas cabezas (la de los lectores y las de más gente) del mundo macho. Me reí un montón. Y también tengo que decir que la leí como acto de desagravio porque nadie se la llevó en cinco años y mira por donde tenemos una novela interesante convertida en un “ladrillo” o tocho que solo ocupa espacio en una biblioteca publica, antesala de su desaparición física, especialmente lamentable en este caso.. La novela, escrita antes de que se inventaran las tonterías lingüísticas de indiferenciación en el lenguaje, (ya se sabe. compañer@s, camarad@s, compañeras y compañeros...o usuario/a,) da en el clavo y pese a su olvido, sigue vigente.
Ah, se me olvidaba; también me reconcilió con la ciencia ficción ibérica
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