En una entrada anterior, puntualicé un artículo veraniego que auguraba el fin de la ciencia ficción como género literario. Terminé diciendo que hay una nueva hornada de autores e ideas; que no debe estar tan en crisis el género cuando autores consagrados (literatura seria, oiga) entran en él o cuando se puede registrar su irrupción masiva en el cine (cosa por otra parte bastante común desde siempre), así que me he animado a hacer una entrada para comentar una película, como magnífico ejemplo de lo dicho allí: vayan a ver Avatar en 3d y sabrán porque la ciencia ficción tradicional se ha acabado y no los autores, ni las ideas ni, previsiblemente, las novelas. Aunque de ella se ha dicho que la semejanza con la línea argumental y algunos de los hallazgos visuales de la serie La Guerra de las Galaxias es demasiado evidente (y es cierto), que maneja el ambiente del descubrimiento de América por los malvados españoles, síntoma de "flojera" argumental evidente y que comparto y que no se salva ni siquiera porque finalmente termine siendo un alegato ecologista, en la línea de la hipótesis Gaia de Lovelock. Y sin embargo la película se ve, mejor dicho se disfruta de un trago pese a sus casi tres horas de duración. La vi como superación definitiva de las limitaciones del texto escrito en la ciencia ficción. La novela hasta hace poco era la forma preferente de plasmar una historia haciendo posible su transmisión. El lector debe esforzarse, poner de su parte casi todo para situar, entender y disfrutar la historia. El cine por el contrario pone los elementos necesarios para transformar una narración generalmente escrita en un visionado: paisajes, ambientes, personajes... toman cuerpo en la imaginación del director y nos muestran todo. La traslación de una idea generalmente escrita en una película es particularmente difícil cuando esos elementos no pueden ser tomados de la realidad sin transformar. Cuando una historia discurre en Chicago y el tema va de policías y ladrones es fácil adaptar la realidad para filmar la historia, pero cuando se trata de trasladar al celuloide un ambiente extraño, como la Tierra Media y sus habitantes o el Planeta y la ecología de un mundo como el que Avatar nos presenta, la cosa se complica. La ciencia ficción –o el genero fantástico- en el cine hasta ahora no proliferaba demasiado porque solo era trasladable gracias a situaciones cerradas como una nave o cuando el ambiente podía ser fabricado mediante cambios puntuales en la realidad a través de diversos medios (un terminator, un robocop...); lo que James Cameron nos presenta ahora es una recreación total que no está lastrada por las limitaciones del cartón piedra o el maquillaje.
Se dice que uno de los elementos definitorios de la pintura renacentista fue su atrevimiento al introducir en los cuadros la naturaleza o la nueva arquitectura con trazos realistas y algo así es lo que vi en la película: por primera vez nos creemos la historia porque el ambiente es más que verosímil y eso que las “maravillas” visuales se suceden casi ininterrumpidamente. Por otra parte, si la ciencia ficción clásica incidía notablemente en la pedagogía científica, explicando los avances o las peculiares condiciones que incidían en el relato haciéndolo indigesto para algunos paladares, aquí se abandona esa pretensión por completo, los supuestos se visualizan pero no se explican; por ejemplo se me ocurre relacionar la geología y el tamaño general de plantas y animales con la tensión gravitacional que proporciona un enorme planeta tan próximo que en ocasiones prácticamente ocupa todo el cielo. De ser cierta esta elucubración estaríamos ante un planeta que se está haciendo jirones por el orondo vecino. Incluso la hipótesis Gaia cobra así plena legitimidad y ello se muestra tal cual es, hasta meternos en un mundo con una serie de rasgos ecológicos coherentes, hasta el extremo de ser a veces casi un documental.
Otra nota curiosa es la palabra elegida como título de la película, que enlaza con una actividad común para los internautas, presente en otras muchas películas: la dualidad mundo físico - mundo digital, aludiendo al cambio de identidades, adornos, ropajes y atributos con los que nos vamos vistiendo para transitar entre uno y otro mundo; por eso es fácilmente entendible por la gente joven, porque es algo que hacen casi a diario y tampoco es casual que el protagonista tenga problemas en el mundo real, y no puedo decir más, pero quien vaya a verla lo entenderá.
Otro de los aspectos que me ha interesado por ser un rasgo de la nueva ciencia ficción es la difuminación de las fronteras entre dos géneros tan próximos como la fantasía épica y la ciencia ficción (nunca han estado separadas y de hecho siempre ha habido y hay autores que discurren por ambos campos incluso en una misma novela), pero aquí es evidente.. El visionado en 3D no es una novedad, aunque las gafas de ahora son bastante mejores que las viejas (de cartón y papel de colorines) y la técnica empleada si lo sea; en cualquier caso actúa como gancho y lo realmente novedoso es el tratamiento informático de la imagen para producir una increíble sensación de realidad. También actúa como reivindicación del cine y como forma de subir los beneficios de las grandes compañías del audiovisual. Me atrevo a decir que ambas cosas serán efímeras: no tardaremos en ver gafas y vídeos para reproducir las películas en casa, pero mientras tanto...
En cualquier caso el resultado final es una maravilla visual que, insisto, debe verse porque abre nuevas perspectivas.
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