En el lugar exacto de confluencia de la vieja Vereda de les Cendres con la carretera de la Marina hay un pequeño huerto de palmeras que se vio en su día incendiado, no sé si por medio de intención o de casualidad. La quema de palmeras en cualquiera de sus vertientes es un fenómeno común; ya vimos algún caso en entradas anteriores y no hay que esforzarse mucho para encontrar otros ejemplos diseminados un poco por todas partes del sur de la provincia. Me interesa destacar dos aspectos: la virulencia del fuego, que llegó a las partes más altas de las palmeras, quemando todas las palmas y la capacidad de recuperación de la planta: hoy pasado cierto tiempo (me aventuro a pensar que algo más de un año) todas han rebrotado, guardando eso sí, una señal del suceso que ha quedado de forma indeleble escrito en sus troncos. Y se me ocurre que esa capacidad de las palmeras impregna un poco los empeños de unas cuantas personas de por aquí, y también se me ocurre que ese podría ser un deseo, ahora que es lo que se lleva, que ese empecinamiento en la vida nos llegue un poco a todos.
CAMINOS IBEROS
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