Lo poco que sé de clasificaciones o generos literarios lo aprendí en los libros de texto. Nunca iban mucho más allá de una visión dicotómica, acartonada y superficial, buena para clasificar, mala para aprender realmente que es lo clasificado. Aprendí la distinción básica entre literatura realista y fantástica; entre la que pretende captar y describir la realidad en un simulacro que quiere (vanamente) ser una representación total de la realidad (volveremos otro día sobre ello) y aquella que deliberadamente es una invención que se situa en un contexto totalmente distinto al mundo real (de forma no menos vana que el anterior: todos los mundos están en este). La crítica e incluso los manuales y libros de texto de mi época (hace casi 50 años) hablaban con reverencia de la primera, que se constituía en literatura seria y relegaban al olvido, cuando no a la condición de subliteratura a la fantástica, siendo como son dos caras de un objeto de múltiples facetas. Afortunadamente estaban (y están) las leyendas de tradición oral, la poderosa mitología, los cantares de gesta o los autores inclasificables como Lewis Carroll o Kafka, una rica herencia que ponía en entredicho el simplismo de la clasificación. Después (para mi, pero creo sinceramente que también para muchos) la lectura involuntaria de ejemplos que contestaban la validez del esquema: Verne, que leí completo siendo apenas un adolescente, Los viajes de Gulliver, Frankestein y otras novelas claramente heterodoxas. Encima el despertar se produjo con el acompañamiento de un subgénero (la ciencia ficción) aún más denostado: leí (leímos) Un mundo féliz de Huxley, Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, 1984 de Orwell,... Finalmente con Borges me hice partidario de la ficción: valga como ejemplo el ejercicio de contar un duelo como si fuera el resultado de la querencia de dos navajas con pedigrí para resolver cual de ellas es la mejor. Me pareció una genialidad tan real como la narración “académica” del hecho, dejándo a mi limitada mente en condiciones de disfrutar con el “realismo mágico” de Rulfo, Márquez y en general los autores sudamericanos discipulos del ilustre ciego.
La cultura anglosajona, responsable de la mayor parte de obras del género, no ha necesitado el reencuentro con esa “parcela perdida” de la realidad que es la fantasía, porque siempre ha estado presente casi en todos y cada uno de sus autores; han practicado ese tipo peculiar de realismo desde siempre y así les sale, apenas tienen problemas para transitar entre uno y otro lado. La divisoria allí está más por la altura intelectual que por los géneros, mientras que aquí aún somos parcialmente deudores del esquema asociado a la clasificación jerarquica aprendida. Observamos con asombro como autores serios abordan sin demasiados problemas el género fantástico e incluso la ciencia ficción; como llegan a escribir novelas notables en un grupo clasificatorio denostado o como los autores previamente encasillados en ese subgénero menor según nuestro pobre esquema ofrecen en ocasiones obras dignas de equipararse sin más con cualquier clásico de literatura "seria" y viceversa. Ya hemos visto algunos ejemplos de unos y otros en este blog, pero ahora quiero señalar aquellas obras que estando escritas por autores extraños a la ciencia ficción constituyen no obstante un sano ejercicio de lectura precisamente porque ponen en solfa la (mala) educación recibida, siendo así buenos para introducir a los lectores “cultos” y para “culturizar” a aquellos que solo leen novelas de género; precisamente por ello deberían incluso agradar a todo el mundo y por eso los recomiendo. Así pues, bajo el epígrafe “ciencia ficción literaria” (ya se que es desafortunado, redundante e impresentable pero si alguien me propone un nombrajo mejor, lo aceptaré sin problemas) irán apareciendo algunos comentarios de novelas con esas características.
Fotograma de “Metrópolis” / Fritz Lang, tomada de: www.elfindelaeternidad.blogspot.com
Prejuicios, inseguridad, miedo a equivocarse, son varios y profundos problemas culturales que tenemos en España y en muchos países latinos, que nos atascan en los mismos defectos una y otra vez, sin salir, sin poder brillar, a pesar de tener gente muy valiosa pero que es ridiculizada hasta que sale al extranjero, donde ya es valorada.
ResponderEliminarLa ciencia-ficción permite a la mente salirse de lo convencional, algo que es pecado en España y a lo que nadie se atreve, pero que es fundamental e imprescindible para avanzar, para progresar y para aprender. Por algún motivo, molesta que la gente destaque, les ponemos la zancadilla, apuñalamos por la espalda a nuestro vecino, mientras rendimos pleitesía al cacique.
Puede que algún día cambiemos, eso espero porque sino sería insoportable.
Saludos
Gracias Lino por el comentario. Coincido contigo, en especial con la importancia de salir de lo convencional para avanzar.
ResponderEliminarVenga
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