Con cierta perspectiva temporal he leído (en el Papyre, por cierto) Un día de cólera de Arturo Pérez Reverte. Se publicó como material destinado a los fastos conmemorativos del bicentenario del dos de mayo de 1808, empresa en la que el propio autor participó con otras aportaciones, como la novela Trafalgar, que aún no he leído pero que sumo a mi lista de pendientes por lo que a continuación diré.
Primera consideración: nunca me ha terminado de enganchar Pérez Reverte. Le leí a gusto Territorio comanche más como documental que como novela, más como relato de acontecimientos concretos que como ejercicio literario. Peor llevé sus artículos de crónica periodística, algunos realmente buenos, otros no tanto. He intentado alguna vez leer otras cosas y las he dejado a medias como La piel del tambor e incluso otras de más éxito como la serie del capitán Alatriste; sin embargo una obra menor La sombra del águila novela corta de ambiente bélico centrada en un episodio de las campañas napoleónicas, me gustó y la leí de un tirón. Algo parecido ha sucedido con esta.
Segunda consideración: por azar o por cálculo es posible establecer ciertos paralelismos entre la obra de Pérez Reverte y la de Don Benito Pérez Galdós en especial aquellas que abordan el mismo tema; sin embargo las semejanzas son más aparentes que reales por lo que llevo leido hasta ahora. Uno nos cuenta historias desde una perspectiva intelectual próxima en el tiempo: el discreto encanto de la burguesía, tan esforzada y maltratada en su momento, finalmente triunfante gracias a su transformación en una versión casposa y provinciana del liberalismo con que empezó el XIX; el otro en mi opinión provisional incide más en la visión tradicional paneuropea de España y los españoles, y por ende más proletaria: magnífico pueblo, con un par cada vez que se ha metido en bregas, pero con unos gobernantes ineptos.
Con este esquema mental resulta un ejercicio estimulante comparar una versión con otra, y puede que pronto lo haga.
De entrada Pérez Reverte vuelve a levantar una obra a base de hacer un ejercicio de literatura épica en el sentido más básico y por ello más profundo: me ha recordado La Iliada de Homero, por la profusión de nombres, lances y hechos concretos que proporciona un aire innegable de verismo al relato, haciéndonos creer que el autor estaba ahí cuando las cosas sucedieron. Con todo se trata de un recurso literario muy conocido y utilizado, metiendo resultados de la investigación histórica como punto de partida para construir el relato desde dentro (de ahí el interés general de este género literario, aún cuando se pueda adornar de todas las características de un ensayo, como es el caso) y Pérez Reverte lo hace con valentía, a pecho descubierto, sin concesiones a la galería que espera una novela más corriente; por eso lo que algunos lectores comentan como un fallo –la aglomeración de nombres propios– es para mí un acierto, incluyendo la renuncia a entrar a hacer una novela contada a partir de narraciones que se superponen con diversos protagonistas, tan frecuente como forma de extender una obra convirtiendo en ocasiones un buen material en un ladrillo de tropecientas páginas y precios imposibles. Por eso digo que visto el material podría haberlo hecho y le alabo el gusto porque al final “un día de cólera” es más –de nuevo– una crónica que una novela y en ese terreno Pérez Reverte me gusta. Otro aspecto a destacar es el patriotismo que emana de la primera a la última página, cosa que a algunos críticos no les llegó a parecer bien en su día y a mí me parece ineludible y no me tragaria tan a gusto la visión de un pueblo inculto manejado por las élites; digo que la sublevación de los humildes fué un hecho que sentó precedentes en la historia política europea y trascendió la finalidad inmediata de quienes la favorecieron (Fernando VII) y se me ocurre que en esencia es el mísmo protagonista que resistió el duro asedio de las tropas nacionales en 1936, capital moral del Estado, alma de la resistencia popular a los designios de los golpistas.
Segunda consideración: por azar o por cálculo es posible establecer ciertos paralelismos entre la obra de Pérez Reverte y la de Don Benito Pérez Galdós en especial aquellas que abordan el mismo tema; sin embargo las semejanzas son más aparentes que reales por lo que llevo leido hasta ahora. Uno nos cuenta historias desde una perspectiva intelectual próxima en el tiempo: el discreto encanto de la burguesía, tan esforzada y maltratada en su momento, finalmente triunfante gracias a su transformación en una versión casposa y provinciana del liberalismo con que empezó el XIX; el otro en mi opinión provisional incide más en la visión tradicional paneuropea de España y los españoles, y por ende más proletaria: magnífico pueblo, con un par cada vez que se ha metido en bregas, pero con unos gobernantes ineptos.
Con este esquema mental resulta un ejercicio estimulante comparar una versión con otra, y puede que pronto lo haga.
De entrada Pérez Reverte vuelve a levantar una obra a base de hacer un ejercicio de literatura épica en el sentido más básico y por ello más profundo: me ha recordado La Iliada de Homero, por la profusión de nombres, lances y hechos concretos que proporciona un aire innegable de verismo al relato, haciéndonos creer que el autor estaba ahí cuando las cosas sucedieron. Con todo se trata de un recurso literario muy conocido y utilizado, metiendo resultados de la investigación histórica como punto de partida para construir el relato desde dentro (de ahí el interés general de este género literario, aún cuando se pueda adornar de todas las características de un ensayo, como es el caso) y Pérez Reverte lo hace con valentía, a pecho descubierto, sin concesiones a la galería que espera una novela más corriente; por eso lo que algunos lectores comentan como un fallo –la aglomeración de nombres propios– es para mí un acierto, incluyendo la renuncia a entrar a hacer una novela contada a partir de narraciones que se superponen con diversos protagonistas, tan frecuente como forma de extender una obra convirtiendo en ocasiones un buen material en un ladrillo de tropecientas páginas y precios imposibles. Por eso digo que visto el material podría haberlo hecho y le alabo el gusto porque al final “un día de cólera” es más –de nuevo– una crónica que una novela y en ese terreno Pérez Reverte me gusta. Otro aspecto a destacar es el patriotismo que emana de la primera a la última página, cosa que a algunos críticos no les llegó a parecer bien en su día y a mí me parece ineludible y no me tragaria tan a gusto la visión de un pueblo inculto manejado por las élites; digo que la sublevación de los humildes fué un hecho que sentó precedentes en la historia política europea y trascendió la finalidad inmediata de quienes la favorecieron (Fernando VII) y se me ocurre que en esencia es el mísmo protagonista que resistió el duro asedio de las tropas nacionales en 1936, capital moral del Estado, alma de la resistencia popular a los designios de los golpistas.
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