CAMINOS IBEROS

miércoles, 7 de enero de 2009

LA LECTURA ELECTRONICA

En el III Congreso de Bibliotecas Públicas celebrado en Murcia entre el 29 de noviembre y el 1 de diciembre de 2006, al que tuve la suerte de asistir, Chris Batt, miembro destacado del Consejo ingles de Archivos Bibliotecas y Museos, casi al final de su exposición sobre las Bibliotecas del Siglo XXI[1] pidió que le trajeran un vaso de agua. Llegó a esperar sin decir nada –y a hacernos esperar, intrigados– hasta que le llevaron el vaso, a pesar de que alguien le ofreció alguna botellita virgen. Se bebió tranquilamente el agua y dijo algo así como: el agua potable es un servicio público que podemos gastar según las necesidades de cada uno y con diversas finalidades. Las entidades y personas que garantizan el funcionamiento del servicio son invisibles para el usuario final, que solo ve el agua que sale por el grifo; sin embargo los funcionarios están ahí, y están ahí para eso. El objetivo final del servicio de biblioteca pública debe ser imitar en todo a los servicios de agua potable actuales.

Inmediatamente me sentí como si fuera el aguador que repartía el agua por las calles con un carrito y un burro en mis años mozos, trasladado al aquí y ahora, cuando ya es posible que muchos ciudadanos desde su casa pueden acceder a todo tipo de información y contenidos propios de la Biblioteca. En definitiva Chris Batt incidió a mi criterio acertadamente recordando que la función de la biblioteca era proporcionar directamente recursos -como el agua potable- y facilitar el acceso a los recursos culturales en cualquier ámbito. Como ejemplo, además de indicar que una de las tareas de las bibliotecas debería ser fomentar e incrementar el patrimonio colectivo digitalizado, y hacerlo accesible a todo el mundo, -buscar agua, traerla y potabilizarla- nos explicó que mediante un convenio entre su Ministerio de Cultura y las editoriales de enciclopedias electrónicas, ya era posible acceder gratis a la Británica y similares mediante las claves que se proporcionan con el carné de usuario de las bibliotecas Públicas inglesas, y que ello podía hacerse desde cualquier lugar con conexión a la red; algo parecido añadió respecto de las colecciones digitalizadas de documentos en instituciones públicas. En definitiva, si la alfabetización masiva fue un requisito previo para que los empresarios y los ciudadanos tuvieran un acceso prácticamente universal a los contenidos del documento impreso, lo que ahora está pasando es la generalización del ordenador y de Internet en todos los ámbitos de la vida cotidiana para poder acceder al enorme cúmulo de información que proporciona la red de redes.

Me viene a la cabeza un mundo sin bibliotecas porque cada ciudadano lleva su propia biblioteca encima. Más aún, sin llevar nada encima, le resulta posible acceder a la información que desea tener, porque sabe buscar y encontrar y puede conectarse en cualquier parte: desde su casa, en la calle, en cualquier institución pública... ¿Un mundo sin bibliotecarios?. Igual que hay peones que hacen zanjas para llevar el agua a los domicilios, fontaneros o ingenieros, planes de mejora, ampliación y mantenimiento de los sistemas de distribución y riego..., habrá profesionales de la información haciendo lo propio.

Quedaba, y queda, un peliagudo tema. Hasta ahora no hay nada que pueda sustituir las ventajas del papel como soporte para acceder a la información. Para la manipulación de contenidos el ordenador en cualquiera de sus formas y derivados sigue siendo insustituible. En el terreno de la lectura como pasatiempo, en el ámbito más privativo de las bibliotecas públicas, aún no hay soluciones factibles. Si alguien pretende leer “Guerra y Paz” en el Iphone o en cualquier pantalla TFT o similar debe ir ahorrando para el oculista, además de que la experiencia es empobrecedora. En otras palabras, ni el mercado ni las economías domésticas o los usuarios han encontrado aún un soporte documental válido para el libro. De momento ni los lectores de ebooks ni los teléfonos móviles ni otros arreglos (como la Play) pueden sustituir con ventaja al viejo y flamante libro impreso, aunque algunos artilugios se están aproximando, como veremos.



[1] http://travesia.mcu.es/documentos/Congreso_3bp/actas_congreso3bp.pdf. El enlace nos lleva a las Actas del Congreso; entre las que se encuentra la ponencia citada con el título expuesto más arriba.

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