A destacar los artículos aparecidos en el diario El País del miércoles 21 de enero de 2009
Ambos inciden en la colisión entre los libros y los ebooks, la digitalización -Google en este caso- y los mal llamados derechos de autor, puesto que en realidad hablamos de las editoriales que son las que lo controlan.
Se ha dicho multitud de veces que la imprenta fija el mensaje, en el sentido de que una obra impresa solo puede ser modificada en una nueva edición, justo lo contrario que los documentos electrónicos. Los derechos de autor surgieron históricamente como compensación al férreo control ideológico de los estados o al menos simultáneamente. Se obligó a editores, impresores y autores a dejar constancia en los impresos de quienes eran, donde estaban y cuando habían impreso el documento; se les hizo responsables del contenido y probablemente surgió como contrapartida la atribución exclusiva de esos contenidos, de manera que una reeedición anónima de un libro podía ser perseguida por el Estado si sus ideas eran subversivas o por los responsables de la obra si se trataba de una mercancía con éxito. Con ello pretendo destacar que los mal llamados derechos de autor nacen alrededor del soporte impreso, y los que ostentan esos mal llamados derechos están intentando por todos los medios que se transfieran a los productos de la era digital. Afortunadamente los tiros van por otro sitio. Como ejemplo, acabo de bajarme Los hombres que no amaban a las mujeres de Stieg Larsson, una obra con derechos, una novedad editorial, en formato ebook y seguramente lo leeré sin remordimiento alguno, sabiendo que no soy un delincuente, pese a lo que pretenden algunos.
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