miércoles, 21 de enero de 2009

LA LECTURA ELECTRONICA II

La literatura profesional abunda en disertaciones y ensayos relativos al nuevo modelo de representación del conocimiento que supone la aparición del ordenador y de la web. La relación entre los conocimientos y las personas ha cambiado cualitativamente. Del libro como soporte principal y el lector como persona capaz de acceder a los conocimientos encerrados en los libros se ha pasado a otra relación, aún en proceso de formación, que podríamos esquematizar definiendo una parte como documento electrónico (que algunos autores ya nombran como edocumento) y otra como internauta, lector digital o similar. La lectura electrónica seria así el acto por el cual el lector digital accede al documento electrónico.

Incluso esta aproximación tan general deja un cúmulo de detalles: del libro como objeto producido, susceptible de ser manejado fácilmente se ha pasado a otra situación en la que el documento electrónico no se entiende sin un soporte físico (hardware) y un conjunto de programas y utilidades (software), requisito imprescindible para poder acceder a la información. Cualquiera de estos elementos (el documento electrónico, con sus soportes y sus programas de gestión, el lector digital y la lectura de documentos electrónicos) está cambiando casi cada día y es difícil establecer ya un modelo o prever su evolución futura sin asumir graves riesgos.

La imprenta a lo largo de sus seis siglos de existencia ha sido capaz de provocar enormes cambios sociales que afectan a todos y cada uno de los habitantes del planeta. Se clasifica a las personas en alfabetizados o analfabetos; el porcentaje de personas pertenecientes a uno u otro grupo se emplea como un indicador eficaz del nivel de desarrollo de una sociedad. Uno de los pilares del sistema educativo consiste precisamente en el aprendizaje a la lectura y la escritura... En todos esos años la transmisión de los conocimientos, los mensajes informativos, han ido perfeccionándose hasta llegar a formar una batería de elementos estandarizados, con características definidas: la separación entre formatos literarios y los dedicados a los conocimientos, y dentro de cada uno de ellos los diferentes subproductos como el poema, el cuento, la novela los diarios, los manuales, las guías, las publicaciones periódicas, enciclopedias, diccionarios, atlas.... en definitiva la alfabetización ha generado una larga lista de documentos impresos adaptados a los contenidos e incluso a los lectores.

La función del editor como reproductor de contenidos que después se transforman en mercancía está en entredicho desde el momento en que parte del propio documento –el soporte, es decir el equipo y los programas– nos convierte en editores y coautores de contenidos, ya que cualquier persona con conocimientos suficientes puede y de hecho fabrica documentos electrónicos –muchas veces a partir de otros preexistentes– y los hace accesibles a todos, facilitando su reproducción. El pago del cánon digital no es más que una burda maniobra para paliar la sangría de documentos que antes eran de dominio exclusivo del editor, con acceso controlado mediante compra o pago y que ahora pasan al formato digital y en consecuencia están accesibles a todos los que tengan un ordenador con la combinación de hardware y software apropiado.

El producto final también ha cambiado sensiblemente, aunque apenas estamos en el inicio de la “epoca incunable” del documento electrónico. De momento lo más destacable es su versatilidad, el hecho de poder presentar simultáneamente información alfabética, auditiva y visual, y la facilidad para que cada lector pueda generar sus propias secuencias de lectura o consulta, lo que junto a otros detalles –como la posibilidad de modificar, cambiar y reeditar contenidos– configura una experiencia de uso alejada de la lectura secuencial que imponen en general los libros.


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