Me animé a leerla porque le concedieron el premio Xatafi-Cyberdark y eso, al menos para mí es garantía de diversión, que no otra cosa busco. Y tengo que decir que me divertí; me gustó especialmente el principio aunque va perdiendo algo de fuelle a medida que leemos[1]. Me gustó el ambiente casi apocalíptico que describe integrando elementos de la vida cotidiana: una ciudad despanzurrada con zanjas y atascos por todas partes; una epidemia, un atentado de grandes proporciones; también el intento de trama circular con elementos esotéricos (los dados, el juego de la oca...); sin embargo aunque también sea una novela policíaca con toques de humor negro el eje central de la narración es la búsqueda de la identidad, tema que aparece con cierta frecuencia tanto en la literatura como en el cine (Memento, Solaris, Bourne, Palahniuk ...) ahora mediante una especie de “metempsicosis” u “ocupación temporal” de sucesivos cuerpos, elemento de nuevo frecuente en especial en la ciencia ficción: por citar un ejemplo de lectura reciente, el relato Pasajeros de Robert Silverberg incluido en la antología de Card Obras maestras: la mejor ciencia ficción del siglo XX, que recomiendo.
[1] Una sonora discordancia que se percibe en cuanto terminamos la novela: ¿cómo es posible que uno se sienta extraño en el cuerpo de su hermano gemelo, tan difícil de distinguir del otro que un amigo común les recomienda que vistan distinto para distinguirlos?.
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