Quien se acerca al Señor de los Anillos percibe que existe un amplio marco temporal, histórico y geográfico que abarca e incluye la obra, gracias al recurso de dejar historias, referencias y otros elementos abiertos o esbozados que apuntan a un mismo mundo literario dejando al lector preparado para bucear en el. Ahora bien, esas historias no siempre tenían un texto acabado. De eso se aprovecha su hijo Christopher Tolkien, que ha ido publicando los numerosos manuscritos inéditos que dejó su padre con comentarios, versiones, notas... hasta transformarlos en libros casi ilegibles precisamente por eso.
Lo que ahora tenemos es una versión en la que el aparato crítico y erudito se concentra en la introducción y desaparece del desarrollo de la narración, con lo que su lectura se hace más fluida. La leyenda de Túrin Turambar se presenta además completada y refundida en un único texto narrativo. El resultado final es un libro recomendable en especial para aquellos que ya conocen a Tolkien, pero que puede producir algún desencanto a quien quiera acercarse a este autor leyendo el libro. De todas formas el argumento, que parece sacado de una tragedia griega como un Edipo Rey novelado, puede resultar atractivo para todo el mundo si su lectura se hace directamente (pasando de introducción y prefacio) y se asume como un cuento en torno a una poderosa maldición que va manifestándose de forma inexorable a lo largo del mismo. En mi lectura he terminado preguntándome si, al menos de vez en cuando, no estaré influido por esa maldición que forma parte de cualquiera de las vidas de los ciudadanos de la actual Tierra Media.
Las ilustraciones de Alan Lee, veterano ya en estos menesteres acompañan bien al texto, en especial las hechas a lápiz, negras y desoladas como la misma historia.
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