Me tropecé con el libro casi por accidente en algún momento de los años 1979 o 1980. Buscaba algo para entretenerme que no fuera ciencia ficción. No puedo precisar la fecha, pero cuando fui a ver el estreno de la primera película de dibujos animados dirigida por Ralph Bakshi en 1978, ya lo había leído. Me hizo leer el resto de obras de Tolkien (primero “El Hobbit”, después todo lo que se ha ido editando en castellano). De algunos de sus artículos hice mías al menos dos ideas, que no es poco: valorar su obra literaria como un intento de poner en pie una mitología anglosajona o/y céltica a imagen de la mitología clásica (esa forma de aproximación a sus relatos me parece esencial) y la presentación de los personajes como derivados, antecedentes o variaciones de la especie humana, separando claramente animales de “hombres”, lo que se ha transformado en una manía personal: cada vez que leo algo de ciencia ficción, si no se cumple la regla empieza a no gustarme.
Mis hijas, que hoy cuentan con 31 y 28 años sufrieron las principales consecuencias: metí algunos episodios entre el repertorio de cuentos nocturnos; incluso me hice con un librito basado en la primera película y les leía cada noche algún fragmento. Había uno en especial con una frase en élfico de Legolas que aún es famosa en casa: “¡Ai na vedui Aragorn, Mae govannen!. Fué una pena que no la incluyeran en la pelicula de Peter Jackson porque fueron a verla con la esperanza de sentir en la pantalla la materia de sus cuentos infantiles; digamos que en compensación el Aragorn fílmico les gustó, vete a saber porque. Además he de decir que la he leído completa al menos cinco veces. Siempre en el verano, los años en los que acampábamos en Pirineos: el Ojo de Sauron me miraba desde el Pico de Pineta; los trolls se sentaban en las grandes piedras mohosas en un claro del bosque de Ordesa del que mis mujeres huyeron despavoridas en cuanto les conté lo que estaba viendo; la furia del Karadhrás estaba detrás del restallar de los rayos sobre las Tres Sorores en medio de la tormenta... Incluso ahora, cuando salgo a marchar por la montaña -cada vez menos, por desgracia- el bastón de encina que me acompaña se sitúa en el eje que une el centro de la tierra y el centro del cielo, me avisa del terreno que piso y me protege del hálito maligno de determinadas fracturas en los valles.
Se me olvidaba. De ahí saqué mi alias: Palantir. Tolkien maneja una serie de objetos que están en la tradición mitológica celta: como el propio anillo, el cayado, el caldero adivinatorio, las capas de camuflaje y en este caso la bola de cristal. Asociada a las artes adivinatorias, Tolkien la emplea como poderoso elemento de comunicación instantánea y termina siendo un instrumento de dominio del fuerte sobre el débil, en un destello premonitorio del actual mundo de Internet y su semejanza material con las pantallas de ordenador. Empecé a usarlo a finales de los 90 en Cyberdark y desde entonces, pese a haberse generalizado su uso por personas y entidades en ámbitos diversos, lo mantengo en los foros de ciencia ficción y en los comentarios de libros. Aunque también es de género femenino en quenya, decidí usarlo sin el artículo por esa suma de valores que el objeto tiene asociados y como homenaje a la novela con la que más he disfrutado hasta la fecha.
Hola Palantir.
ResponderEliminarEsperaba que se me adelantara el amigo R. (hasta aquí puedo escribir) con un comentario sobre este libro, pero le ha podido la prudencia. No conozco a ninguna otra persona, aparte de él, que odie esta obra maestra.
Mi primer contacto con Tolkien fue, precisamente, a través de la película que citas, que pude ver en el cine de verano de Sta. Pola. Para quien no haya leído el libro, hay que reconocer que es algo "rarita". Más tarde, haciendo "la mili" en Burgos, me llamó la atención el tocho que se llevaba entre manos un compañero de fatigas. Era El Señor de los Anillos, y no lo soltaba ni para cenar. Me atreví con él a mediados de los 80, y me atrapó de tal modo, que me tuvo en una nube mientras duró su lectura, y aún un tiempo después. Tengo miedo de releerlo por si se rompe la magia que recuerdo de aquellos días. Magia que, por cierto, las películas de P.Jackson, salvo pequeños detalles, han recreado bastante fielmente en mi opinión.
Bueno, Palantir, enhorabuena por el blog, por lo interesante de su contenido y por lo ameno de tu escritura.
Salud para todos (y perdón por el tocho).
Gracias Pejiguera por el comentario. Es cierto que la película de Bakshi era peculiar y también lo es que las de Jackson son una aproximación excelente a Tolkien. Veremos que pasa con El Hobbit. A ver si R. se anima...
ResponderEliminarQue puedo decir...
ResponderEliminarAi na vedui aragorn mae govanen (o como se escriba)...
A ver si cuando lleguen Sam Sagaz-Mario y Frodo-Carlos los llevamos a nuestra Pineta querida.
Muchos besos de Arwen (ya con el pelo corto)